viernes, 6 de julio de 2012

Tampoco era importante

       Hacía rato que debería haber coronado ya la cumbre de aquel ocho mil. Nieblas y ventiscas dificultaban la localización exacta de la cima. Continuó la ascensión. En algún momento, tuvo la sospecha de que la montaña se estiraba para su mayor gloria. Decidió seguir subiendo, sería el primero en escalar aquel pico que crecía y crecía, hacia una  meta tendente al infinito.

       Cuando su reserva de oxígeno empezaba a escasear, apareció una fugaz visión ante sus ojos nevados. Allí, un poco más arriba, coronando la ignota montaña que superaba todos los récords, había alguien. Creyó reconocer al odioso alpinista danés, su principal competidor en las alturas. No, nadie podía arrebatarle la gloria de ser el primero en hollar la nueva cima del mundo. Cuando llegó a su lado, sin siquiera mirarlo, lo despeñó.
        Al bajar a la civilización, con la gloria y la fama en la mochila, se encontró un gran revuelo. Al parecer, Dios estaba muerto. Había caído desde su elevado trono, sin que se supiera aún el motivo. La excitación humana por el nuevo universosindiós, anuló todo interés por la montaña recién descubierta. Adiós gloria, adiós fama. Se sintió desdichado, nada de lo que hacía acababa importando a los demás.

2 comentarios:

  1. Intrigante, trágico e irónico. ¡Gran historia en pequeño formato! Un saludo

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  2. Todos tenemos puntos ciegos. Sólo vemos a costa de nuestra ceguera. Dios que tanto ha visto y a quien nadie ha visto, no tiene zonas de sombra en su visión..., Y, sin embargo, ahora, por fin ahora, apremiado por su muerte,tiene algo: Nada enseña al hombre más que la muerte y el paso del tiempo. Lo que hay dentro, eso hay fuera...

    Un abrazo.

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