lunes, 3 de septiembre de 2012

Manual de obsequios amorosos


              Durante las interminables noches de amor convulso, ella había jurado que le entregaría su corazón para toda la vida. Tuyo siempre, recalcaba, rendida, mirándole con arrobada sinceridad. Tuyo, siempre.
          Siempre es un adverbio de finitud. Como resulta de mal gusto devolver un regalo de amor, cuando se separaron no tuvo más remedio que llevarse aquella glándula viscosa en su lote particional. Lo colocó en un estante de salón, un lugar privilegiado donde sus ojos se posaban, incluso sin pretenderlo, al mirar la tele.
          Incomprensiblemente, nadie lo entendió. Familiares y amigos dejaron de hablarle, horrorizados. Policía, abogados y jueces fueron severos hasta el límite extremo de la legalidad, y la opinión pública, ante el revuelo mediático, lo condenó sin paliativos por su crueldad coronaria. Al parecer, en materia de obsequios, lo correcto es saber distinguir entre un corazón y unos gemelos.

3 comentarios:

  1. Es lo malo de tomarse las cosas al pie de la letra... Muy bueno. Un saludo, amigo

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  2. Cuando quitamos el precio a un regalo, queremos decir que el regalo no tiene precio. Abandonamos una forma de mirar e ingresamos en otra más sutil. No dejamos a las espaldas sólo el ambito de la venalidad o del mercado. También dejamos atrás la dimensión del trueque, de la compensación - tan común por estos pagos en los que nos movemos cada día - e incluso de la justicia. Así es como entramos en la tierra de lo gratuito, de la amistad, del amor y admiración a los demás...
    Un regalo es un gesto perfecto y acabado. Se cierra en sí mismo. Emite radiaciones pero no es una línea que tiende la mano extrema. Por eso es un error correspoder a un regalo, sentir el impaciente dardo de la deuda.
    Hay un arte para aceptar regalos como lo hay para hacerlos.
    Para Lou Andreas - Salomé, regalo de Nietzche, de Rilke y de Freud, lo más significativo de su vida le había llegado solo, le había sido regalado. Pero también lo que cuesta esfuerzo es regalo, pues nada garantiza el éxito del constante empeño. Cuando éste llega hay un plus, un don, que los humildes llaman suerte y los soberbios justicia...
    Anaximandro consideraba la vida como una injusticia, y la muerte como su penitencia y reparación. Su error fue considerar que lo que no es justo es injusto. La vida es nuestro mayor regalo y, como cualquier regalo, no lo merecemos más que el que no ha nacido. Pero el orden de lo gratuito nada sabe de justicia. Y donde no hay justicia no puede haber injusticia...

    Un abrazo.

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  3. Amigo mío, hay un arte para escribir comentarios (ignoro si lo hay para aceptarlos), y tú lo dominas. A veces creo que incluyo entradas en el blog sólo para que personas como tú me encaminen hacia lo desconocido, hacia lo mágico de la cultura y de la vida. Yo no me siento capaz de introducir a Rilke o Lou Andreas-Salomé en mi blog, y tú lo haces con la mayor sencillez, como si fueran nuestros amigos, o compañeros de pupitre. Es de justicia darte otra vez las gracias. Un abrazo.

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