miércoles, 26 de diciembre de 2012

Impostora navideña


              Quisiste, ayer, sentarte a nuestra mesa. No te lo permitimos, por supuesto. Alguien tan imprudente como tú, que manifiesta ser la auténtica Navidad, desentonaría junta a nuestro cuidado árbol con espumillón y nuestros vales-regalo de felicidad. Además, arruinaría el amoroso espíritu de una celebración navideña, en eso coincidimos todos los comensales. Y encima, no maridaría bien con las cigalas, sentenció mi cuñado mientras reenviaba frenéticamente powerpoints plagados de imágenes idílicas y frases emotivas.
             No me arrepiento, creo que hicimos lo correcto. Aún así, reconozco que hubo un momento de la cena, quizá producto del exceso de brindis, donde me acordé de ti. Te imaginé tumbada en algún soportal, cubierta de cartones desechados por Papá Noel, ebria de vino de brik y abandonos. Pero convencida siempre de que eres quien dices ser. Extraviada pero terca, con esa tozudez que refuerza tu percepción de que los errados somos nosotros. Qué tontería, nosotros equivocados, nosotros impostores. Si nos hubieses visto, tan felices todos con nuestros deseos envueltos en primorosos lacitos rojos, y nuestra genuina alegría a plazo fijo.

4 comentarios:

  1. Entre la crítica tan bien urdida, pervive esa señora, de corazón encendido de amor y paz.
    Se presentó en muchas casas, habiendo avisado de su llegada. Y en algunas la hicieron un sitio entre los mantecados, los vales y los turrones, pero en la mesa de los niños, esa donde los vasos son de plástico y las burbujas las ponen las miradas infantiles.

    Si me permites. Muy buen texto. Un abrazo navideño.

    ResponderEliminar
  2. Es un texto magnífico, incluido el título. Se nos hace difícil admitir a la verdadera Navidad, pero esa ahí y no podems eludirla.
    Un beso fuerte, querido

    ResponderEliminar
  3. ¡Ay! con la alegría a plazo fijo. Quizás se entiende mejor el 1º día del año, pero no estoy convencida.
    Y gracias por las dos versiones del Mesías, cada año me olvido de escucharlo en Navidad.Pues, ¡aleluya!

    ResponderEliminar
  4. Me has dejado dudando un rato. Pensaba, ¿qué habría hecho yo de haberme tropezado con alguien en tales condiciones o con semejantes trazas, pidiéndome pasar junto a mí la Navidad? Mejor dicho, y por ser sincero, ¿qué excusa habría puesto para alejarla mucho, mucho de mí...?
    Y la respuesta está clara. Es lo que hacemos cada año, porque sospecho que esa dama borracha y envuelta en cartonajes se llama Navidad, y a tal estado la hemos conducido, mientras -nosotros- devoramos espejos.

    ResponderEliminar