martes, 16 de diciembre de 2014

Toda esa belleza de almanaques


                                            A un tal Vivaldi, a Landero, Sorrentino y Llamazares, por hacernos la vida más soportable
                                            A Jose Ignacio, a Rafa, por seguir ahí


           Verano. Restañando agravios, Jose Ignacio García Ruiz, víctima en nuestra común infancia de un ejercicio ético implacable, me sugiere escuchar a la Bartoli en el aria Sposa son disprezatta. Forma parte de la ópera Bajazet, del Prete Rosso, rescatada de algún arcón polvoriento. Me trae un sopor de vidas en suspenso, el universo claretiano donde nos conocimos, aquel preludio del futuro en unas aulas con pantalones cortos y sueños infinitos.
          
  Otoño. Doy recreo a mis sentidos –obligado verla varias veces, conviven múltiples películas dentro de ella- en la revisión de La gran belleza, ese impagable ejercicio de autolapidación creado por Sorrentino. Decadencia, abandono, soledad. Lluvia amarilla, escribió hace años Llamazares, hojarasca de urbes sin destino, esparcida sobre nuestra común infancia de pueblos abandonados.          




   Invierno. Paseo bajo el bloque de viviendas de la calle Constancia, donde  discurrió –escurrió, sería más apropiado- mi niñez, en el barrio madrileño de Prosperidad. Humedades del recuerdo bajo sus balcones, tan similares a aquel donde  Luis Landero (El balcón en invierno) veía pasar la vida, de charla con su madre, y la muerte, alrededor de la poliédrica figura paterna. Rememoro nuestra común infancia de pupitres y sotanas, aquella lasitud de geranios suspendidos, los diferentes fríos de diciembre, aquí, en la Prospe.
         
Primavera. Lo resume con maestría novelística Rafa Caunedo, portador ya en nuestra común infancia riazana de un lúcido sentido de la vida. En su columna de El Cotidiano, 30 octubre 2014, que titula precisamente “Nada y la belleza: Sé que este mundo no es perfecto, sé que incluso parece estar pudriéndose, pero me niego a que todo eso solape la belleza. Todo y…

            
             Músicas, reflejos, paisajes, miradas…. Estaciones que se suceden en los márgenes del tiempo, hojas de almanaque con anotaciones a lápiz sobre el olvido, seres con los que compartimos ese extraño oficio de vivir. Hilos de infancias comunes, de sueños similares. Inasible el presente, deshojo en silencio el calendario: por todas sus fechas, pasadas y futuras, rezuma todavía un tiempo de  belleza.              




  

martes, 2 de diciembre de 2014

Llegaremos más tarde, hacia las cinco



                                                A Vicente, ahora, aún


Llegaremos más tarde, hacia las cinco
pero ya no habrá nadie: habrán partido
hacia ese festival de sentimientos
donde uno miente, y los demás simulan
creerse la mentira.
                              Siempre llegamos
tarde, es nuestra excusa
para evitar los ritos de ovación
al grupo telonero del vacío.

Todo se aprende, todo
en estos tiempos de supervivencia…
Llegaremos más tarde, hacia las cinco,
soledades de alcohol
que presagian un alma en desbandada,    

llegaremos más tarde, hacia las cinco,
convencidos también
                                   (resulta fácil
engañarse a hora fija)
de que nos queda aún  la vida por delante.

                                 
Última entrega del poemario del mismo título, tomado del cuadro de Dalí, y premiado en el Certamen Gabriel  y Galán, de Granadilla, en  Mayo de este año.


martes, 18 de noviembre de 2014

Añoranza de San Esiquio


              18 de noviembre: San Esiquio. Procesión de hormigas vocales bajo dos cifras de almanaque. Otro día más para transitar por ese desvarío de los rodapiés. Giran en redondo, estúpidas, las manecillas del reloj. Giran, también, restos del desasosiego en el tambor de la lavadora. O quizá se trate de unas simples bragas, sabemos tan poco sobre sentimientos y coladas... La impostura reclama su diaria ración de pan a medio chamuscar, esa tertulia mediática de la catástrofe. Tiempo de  agonías, de lapidaciones, de patíbulos. Como todos los tiempos.

               Camino del bar, vómitos secos por los portales, sueños oxidados junto al contenedor. A falta de nieve, excrementos de perro sepultan las aceras de la memoria. Falta mucho para navidad y nadie enarbola aún botellas de cava como ofrenda al dios del goce impuesto. El camarero resuda su obesidad en la misma camisa raída de anteayer. Por supuesto, no regala décimos premiados. Ni siquiera el café. San Esiquio no conoció los bares, tampoco la lotería. Lo arrojaron al río Orontes con una piedra en el lomo. Afortunado, no tuvo que volver para arrastrarla, de nuevo, ladera arriba.
              
             Nosotros, sí, aunque finjamos ignorarlo. En los folletos del híper, anuncian la quincena de la amnesia, gran promoción de olvidos en oferta. 18 de noviembre: San Sísifo, imbécil y mártir. Tan digno, tan ignorante de su cotidiana muerte, por esa calle en cuesta, camino de la oficina.

         

martes, 4 de noviembre de 2014

La incierta soledad de las lubinas (y 3)


Puede que todo, al final,
se reduzca a eso,
estupidez de ojos
a la hora del mercado,
sueños, incertidumbres,
puede que todo, al final,
sea solo el delirio
entre los mostradores
de una pescadería,
                                 el goteo
de una vida entre espinas
arqueadas, diferentes 
besos no dados
en labios similares,
un soplo del deshielo
a media tarde,
algún instante en fuga,
la aprendida,
                      la incierta
soledad que escurre en las lubinas.



                  Última entrega del poema premiado en el  II Certamen Internacional Un café con literatos.  A partir de ahora, amigos, es tiempo de callos con garbanzos.



martes, 21 de octubre de 2014

Mostradores de hielo



De entre las desoladas
lubinas que se ofrecen
al deseo, escogen
unos ojos exiliados
apenas kilo y cuarto;
sonríe con la escarcha
del tiempo esa pareja
de vidas dos a dos
orientada a una cena
en la casilla ocho
del tablero,
                   ignoran,
mientras pueblan –acaso
de premura, o de muerte-
el carro de metal,

                 qué habría sido su vida
                 si no hubiesen doblado
                 aquella esquina;
                 los surcos del destino
                 recogen lo fugaz
                 gota a gota, conversan
                 sobre el rigor del tiempo
                -de otro tiempo, quizás-,
                                                                                          mientras sus vidas                                                                                                                                  (ya descamadas)
                                                                                          exhiben entre el hielo
                                                                                          inútiles renuncias.


Segundo texto de los tres que componen La incierta soledad de las lubinas.


martes, 7 de octubre de 2014

Camino del mercado



              Interpretar lo breve
              que resulta el espacio
              entre una vida
              y nada, la distancia
              entre quien somos
              y quien (no) pudimos ser,
              adivinar,
              camino del mercado,
              los castaños que esconden
              -igual que nuestros ojos-
              bajo sus vainas
              contiguas existencias,


         andar hacia esa compra
         donde –intuimos-
         solo el azar decide
         quien nos amará, qué tierra
         pisaremos un día
         camino del vacío,
         las huellas de qué dedos
         arañarán de olvido
                                                                                   nuestra espalda desnuda…



Inicio del poema La incierta soledad de las lubinas. Primer premio Un café con literatos. Madrid, septiembre 2014

viernes, 12 de septiembre de 2014

Cincuenta y nueve (o nada)




                    Para morir un año es suficiente vivir alguna vez un poco…  Desmentir al poeta supondría dieciséis.  Arrancarse la costra y descubrir cómo supura el olvido, una docena, exactamente.  Recibir wasap, enfriar cava, acechar vacíos…  (Rebobinando, casi cuarenta).  Se pueden contar palabras, velas, aniversarios… Nunca soledades de calendario.
           Cincuenta y nueve mentiras encendidas. Luego, fugaz, el soplo de la nada.


(Con esas 59 palabras, comparto tarta y desconcierto. A estas alturas, nada más queda. Nada)


jueves, 21 de agosto de 2014

Zapatos, acaso



Preguntaste en la zapatería
si tenían algún par de nostalgias
con tu número exacto,
memorias de las manos, por ejemplo,
con que tu madre hacía empanadillas,
podía servir, también,
aquel escalofrío ante una blusa
entreabierta una tarde de verano,
paraísos de ginebra
en la tenue penumbra de un garaje,
las notas de otro examen en septiembre,
o esas escarpias grises
donde colgabas tus primeros sueños,


quisiste saber también si aún quedaba
algún resto de serie
para aislar el pavor de tus talones,
buscabas un calzado, comentaste,
-ahora que transitabas
un tiempo de rebajas- capaz de
fundir en el recuerdo
las huellas de tus pasos sin retorno.


La dependienta caviló un instante,
convencida sin duda
de encontrar porvenir para tus pies,
conocía su oficio, era evidente,
alcanzaste a pensar
mientras volvía, exultante de vida, 
con unos mocasines
que teñían la piel del horizonte,


los probaste, en silencio,
dispuesto a calzar toda tu vida
con la horma perfilada del instante
aquel donde los pies
ya no tuvieran forma,
                                  y por tus pasos
peregrinase un tiempo hacia el futuro.



                                        
                                                Premio VII Certamen Rodrigo Manrique. Siles, Agosto 2014


jueves, 7 de agosto de 2014

Escapar de los sótanos


                                      
Después de tanto tiempo huyendo
entre sueños de páginas impresas,
había descubierto
que escapar de los sótanos venía
a ser un simulacro,
el ensayo inicial para esos años
que traerían penumbra y humedades
sobre su corazón en fuga,
y donde siempre habría un pasadizo
esperando sus pasos,
una promesa de luz y libertades,
                            

así suele ocurrir, pensó de pronto,
cuando intuimos entre las aventuras
de esos libros de infancia,
algún final sin beso, los primeros
indicios de vacío –o de esperanza-
que serán, con los años, la certeza
para un tiempo de cárcel
dedicado a soñar las evasiones,
ese tiempo de cárcel
y huídas permanentes hacia nada
que, por simplificar, llamamos vida. 

                                        

martes, 22 de julio de 2014

Despedida de última sesión


                   Llueve en silencio desde el borde superior de la pantalla. Llueve, también dentro de ella, sobre los adoquines de un París herido y ceniciento, mellado por los sueños a deshora. Ronda la medianoche por la sala oscura, tú me hablas al oído de otros desgarros en nuestra historia rota, costurones en las raídas camisetas, compradas al amor de mercadillo. Confundido y triste,  te escucho a ti y –al mismo tiempo- escucho también a esa francesa gris de celuloide, adolescente de melena corta sobre un rostro mustio. Os escucho a ambas, quizá también a mí mismo, sin sentir nada, nada ya, nada ahora, vacía mi memoria como un actor perdido en el rodaje.
                  Es un guión con palma de oro y el aplauso de la crítica entendida. Los críticos elogian ese desencuentro fugaz de un par de botas altas de cuero y unos mocasines por los bordillos de una ciudad mojada. Me cuentas al oído que estás harta, que se ha hecho tarde para recuperar el eco adormecido de nuestros pasos, errantes huellas entre andenes polvorientos, surcados por trenes a deshora varados con retraso en nuestro amor sitiado. Apenas entiendo tus palabras, tampoco tus gestos de primer plano, casi prefiero el silente quejido de violines entre Montmartre y el patio de butacas.
                   En aquel café parisino los rostros se distancian, lo mismo que se alejan los nuestros en la fila siete. En su mirada esquiva, dibujada con el oficio de una primera estrella, el actor vuelca unas lentas gotas de hastío que caen sobre la taza desbordante de ausencias. Nos arrastra, también, un travelling que viaja hacia el vacío, como aquel recuerdo de otras tardes de entresuelo. Me repites otras vez que no me quieres, que te vas para siempre. Que no compre otra vez dos entradas en taquilla si la peli acaba mal, como la vida.
                    Sobre la mesa (plano cenital y melodía desgarrada de acordeón) agoniza una moneda y dos vidas rasgadas por el tiempo. Es lo que tienen, me consuelo, estas películas francesas intimistas. Pero te gustan, lo sé, siempre te han gustado. Aunque tu recuerdo huya ahora por la salida de emergencia.  Llovizna otra vez sobre los recuerdos, entre los que ya no estás. Quizá nunca hayas estado, creo que lo preferiría.  Renuncio a mirar el reloj, su mensaje digital solo me mostraría un tiempo ficticio, como el gesto de esperanza en el protagonista mientras abre el paraguas. Me quedo a ver los créditos arropados por un chelo en la penumbra, luego salgo despacio hacia la calle, bulliciosa de risas bajo las farolas. Ya no estás, me repito.
                   Ya no estás y tiritan de olvido las aceras. Repaso los fotogramas que anuncian los estrenos de otras salas. Para el próximo miércoles, quizá elija una peli japonesa. O puede que iraní, son lo más en esto del cine de culto y, además, allí siempre hace sol. Me quedo solo frente a la fachada vestida de carteles en color, decidido a revisar la cartelera. Esta vez lo conseguiré, me consuelo. Esta vez lo conseguiré, no quisiera perderte de nuevo en un París lluvioso.
                                                             Tercer Premio Certamen Sierra del Pozo. Julio 2014

martes, 8 de julio de 2014

Lo que pudo ocurrir cuando nosotros

                                                  

Los pasos indelebles del azar
albergan sin saberlo
medidas imprecisas de las cosas,
por poner un ejemplo, nuestro amor
tiene los mismos años
que el teléfono móvil, expusimos
aquella plenitud de nuestros cuerpos
mientras un ingeniero
enseñaba a la prensa su invención,
puede que incluso
nuestras torpes palabras se cruzaran
con las ondas del motorola aquel,
y que el adolescente
esbozo del deseo en nuestros dedos
reflejara un teclado en la distancia.

  

         
                                   Pero también el tiempo tiene esquinas
                                   donde los besos quedan atrapados
                                   como gotas sin sed,
                                   desde entonces los móviles
                                   han mudado funciones y apariencias,
                                   en nada se parecen
                                   al primero (ese aviso de amor),
                                   que pesaba dos kilos y tenía
                                   autonomía para media hora,
                                   media hora, aquel tiempo
                                   que marcaba la infinitud exacta
                                   de un instante a tu lado,


                                   en tardes como esta
                                   me pregunto qué ha sido de nosotros,
                                   si estos rostros que ahora
                                   podemos retener en una imagen
                                   con solo hacer un clic en la rutina,
                                   mantienen la mirada
                                   retadora de aquellos niños sepias,
                                                                                          si aún nos tecleamos
                                                                                          en la pantalla táctil de la vida.


Quizás mañana vaya
a comprar un nuevo terminal, al viejo
se le ha agotado ya la batería
(me he preguntado a veces
cuánto duran las pilas del amor),
y además no es smartphone,
                                              esta vez
quiero que me acompañes,
que mientras lo habitamos
de iconos verdes y de aplicaciones,
tú me digas despacio que me quieres
mirándome a los ojos,
que escribas un wasap de lo imposible
en mi costado,
                        puede que a estar alturas
hayamos descubierto
que toda esa tecnología apenas sirve
-como ocurrió aquel año-
para medir el rastro de los sueños,
hay fechas que no pueden compartir
efemérides lacias,
nuestro amor no nació entre motorolas,
emerge de otro tiempo sin señales,
de una fecha en la piel…,
                                         ya ves,
va a resultar ahora
que nada más pasó cuando nosotros.


                                                    Premio Amantes de Teruel, Julio 2014

martes, 24 de junio de 2014

Llegaremos más tarde, hacia...

Otro texto del poemario creado a partir del endeca que da título a una obra de Dalí.


Llegaremos más tarde, hacia las cinco,
mi alma y yo, según
estaba convenido, ella buscando
otro nuevo armazón donde encajarse,
yo convencido
de ser al fin un  hombre des/almado,
cada uno intentará
archivar por fin las soledades
de muchos años juntos, simulando
después de tanto tiempo
que aún puede ser, que (aún)
                                               ( puede)
                                                              (ser)…

Coincidimos en algo, eso sí
-mi alma y yo-, en la costumbre
de ejecutar con gracia
esos gestos de hastío tan marcados
en cualquier relación de conveniencia,
somos así, por eso
vamos a contemplar el simulacro,
la sutil desazón 
que acecha a los becarios del olvido.


martes, 10 de junio de 2014

Otra vez Kafka


                            Aquella mañana, el insecto se despertó convertido en Gregorio Sánchez. La visión frente al espejo le devolvió un asco infinito, aquella insoportable náusea, el mismo absceso de sórdida repugnancia.
           Como suele ocurrir en estos casos, añoró aquel tiempo perdido donde simplemente era un pequeño escarabajo. Y eso que aún ignoraba casi todo de los humanos.

             Luego, resignado, se anudó la corbata a modo de caparazón, y salió a la vida. Si se presta  algo de atención, aún resulta visible entre los restantes escarabajos humanos. Arrastrando tripa y miserias por la acera, dispuesto a pisar y ser pisado.

martes, 3 de junio de 2014

Llegaremos más tarde, hacia las cinco


Llegaremos más tarde, hacia las cinco,
cuando ya en la memoria
de aquellos pardos días de colegio
empiece a refrescar.                                                                                                         
                               Entretanto 
daremos una vuelta por el quicio
donde hace gozne la melancolía,
aquellas aulas
con olor a sueño y calcetines,
la sonrisa acerada del prefecto
de disciplina, los hiposulfitos
y esos borrones con la bigotera…




   Llegaremos más tarde, hacia las cinco
   antes –eso sí- de la llamada
   final del timbre que avisa la salida;
   estarán allí esos compañeros
   con sus anhelos de pantalones cortos
   vencidos por los años,
   alguno, incluso, nos estará esperando,
   comentaremos despacio que hace frío,
   que hoy toca examen
   y que hemos suspendido en el recuerdo.




       Con el endecasilábico título de este cuadro de Dalí, armé un  pequeño poemario (el mismo verso inicial siempre) que obtuvo el segundo premio del XXIX Certamen Gabriel y Galán, de Guijo de Granadilla. Os dejo el primer texto.