La modelo del pintor joven no
cobra, paga por posar. Todos los días recibe al artista en la antesala de su
dormitorio, junto al enorme vestidor laminado de espejos. Cuando caballete,
lienzos y pinceles están listos, la modelo del pintor joven se desnuda. Durante
unas horas, sin querer reparar en el ajado aviso de la piel -esa tristeza de
carnes en declive-, posa en actitud sugerente, aprendida en su largo devenir
por los clausurados museos de la vida.
Acabada la sesión, se vuelve a
vestir, con ayuda de la empleada de hogar. Luego, la modelo del pintor joven
observa como él recoge sus bártulos y cubre, para que no se vea todavía, el
lienzo a medio terminar. Hay un pacto, no asomarse al cuadro hasta que esté
terminado. Se despiden ambos con un gesto tibio, como de complicidad. La modelo
del pintor joven lo ve partir, con el cheque en el bolsillo y esa incertidumbre
de contratado en prácticas. Un día más.
Un día más, o quizá un día menos,
hacia la belleza por recuperar, piensa la modelo del pintor joven. Hacia esa
belleza que algún día despilfarró, desnuda también, por otros cuartos con otros
vestidores. Hace de esto muchos años, demasiados quizá. Sucedió en un tiempo de
plenitudes, cuando era tan joven como ese artista que –está segura- sabrá impostar
con arte su retrato. Ese artista que conseguirá pincelar, para su ajada mecenas,
una mentira sutil y desgarrada, una efímera mueca a la supervivencia.
Hace demasiados años de todo, y la
modelo del pintor joven no recuerda ya su figura de entonces. Esa figura que
ahora cubre con un paño su desnudez entre el pavor del lienzo. Su desnudez de
ayer, apenas desleída por los óleos de un presente en prácticas.
La inmortalidad conseguida...
ResponderEliminarBello relato.
Un fuerte abrazo desde Tenerife
Qué bonito, Amando. Nos pasa a los que tenemos cierta edad y vemos nuestras fotos de jóvenes. Lo has narrado de una forma preciosa. Me gusta que la belleza se despilfarre, que no se guarde en el baúl hasta que llene de polillas.
ResponderEliminarEl caso es inspirar...para después permanecer eterna.
ResponderEliminarEl paso del tiempo nos asusta y nos condiciona; ya nada nos parece cómo entonces, pensamos. Cuándo la juventud lo era todo y lejos nos quedaba nuestro hoy.
ResponderEliminarHistoria de contrastes, de idas y vueltas, de paradojas, de dar y recibir, curioso equilibrio entre pagos y cobros, como la propia vida.
ResponderEliminarAbrazos Amando.
Precioso, la belleza vivida y disfrutada. Me ha recordado a un libro que se llama "Dime quien soy" Un abrazo
ResponderEliminarQué historia tan dolorosa se esconde en tu fábula! El pintor joven y su cheque de becario. La modelo y dos formas de contemplar el tiempo. Fantástico, Amando, como es habitual.
ResponderEliminarMuchos besos, siempre
El sueño eterno de una Diva.
ResponderEliminarAbrazos Amando
Una modelo que paga no es exactamente modelo sino tema. La modelo inspira y da vida por el interés que despierta su cuerpo, su mente o su epíritu o, en el mejor de los casos los tres planos. Si no hay modelo pues...las miradas autocomplacientes de Narciso o los paseos furibundos de Asterión. Un saludo y gracias por tu visita.
ResponderEliminar...un día llegó al estudio una modelo con un cuerpo 'de diez'. No conseguí un solo boceto en condiciones porque el sudor de las manos arrugaba el papel y corría el carboncillo...
ResponderEliminarEn las imágenes congeladas del ayer queda la eterna juventud. Lo he vivido en cada renglón de tu historia.
ResponderEliminarUn abrazo, Amando.
Precioso.. dejar plasmado en la eternidad la figura.
ResponderEliminarSaludos, lindo blog
Le paga para que la pinte no como es sino como fue.
ResponderEliminarPara los que vivieron de la belleza el tiempo es más terrible que los que ya nunca la tuvimos, :)
Así les sucede a muchos famosos/as.
Y es que el tiempo va gastando todo.
Bicos, Armando.
"Hace demasiados años de todo, y la modelo del pintor joven no recuerda ya su figura de entonces. Esa figura que ahora cubre con un paño su desnudez entre el "pavor" del lienzo".La no aceptación de la edad es algo terrible ,existen hermosas pinturas de mujeres mayores ,y hombres ,todo es adaptarse a cada momento(no es fácil jaj)El dinero jamás nos hará musas,más bien denigra lo que se ha sido.Actual siempre esta temática ,con la que consigues que uno se mire al interior de uno mismo .Gracias,saludinnn
ResponderEliminarYo recuerdo que cuando pintaba, los modelo, chicos, y chicas, hacían de nuestra clase una delicia, no es lo mismo pintar una lámina, el natural es mágico, y la interpretación de lo que ve… es solo obra del pintor. Jamás estaremos de acuerdo. Un abrazo.
ResponderEliminarEs tan triste estar presa del paso del tiempo... Y lo más trágico es intentar "detenerlo" Me ha gustado mucho la historia porque has tocado un tema de modo muy lírico y al mismo tiempo no dejaste de contar la crueza de la realidad. Felicitaciones. Saludos cordiales!
ResponderEliminarLa modelo al ser pintada ¿querría repetir la historia de Dorian Gray, versión femenina? Tal vez le bastaba solamente saber que había sido joven y atractiva y esperaba encontrar en el lienzo esa memoria.
ResponderEliminarMe gustó sobremanera la forma que lo contaste, con una voz muy personal.
Un placer haberte encontrado y pasar por aquí.
Muchos saludos, Amando.
¡Qué de matices se pueden buscar en esta historia!
ResponderEliminarMe has hecho pensar mucho sobre cuál de todas será la que nos has querido contar.
Enhorabuena por tu genial relato.
Saludos
La modelo del joven pintor paga una mentira que será eterna.
ResponderEliminarbuenísimo.
Excelente historia, el pintor inmortalizo a la modelo :)
ResponderEliminarMe da que el retrato va a tardar en culminarse. Para ella es la última esperanza narcisista, para él un cheque fresco. Un relato abierto a cualquier posibilidad, seguramente piadosa.
ResponderEliminarNamasté, Amandísimo.
Yo también pienso que es el retrato de nunca acabar. O cuando salga a lo Picasso, como en la ilustración, no le aliviará a la modelo/mecenas.
ResponderEliminarTú, Amando, eres un pintor aquí describiendo la escena y los sentimientos con pinceladas sutiles o crueles.
Es maravilloso como has plasmado los momentos de una mujer que huye de la realidad, a medias...y la situación de futuro incierto de un joven aprendiz. Los espejos hablan por si solos. Ella sin querer percatarse del envejecimiento de su cuerpo y los placeres, se olvida (queriendo) de lo externo y provoca en su ser, el alma de lo que fue. Es como si quisieras reflejar en el relato que ella atiende a una realidad inevitable puesto que se rodea de espejos para "vigilar el cumplimiento de lo pactado con su pintor", pero al mismo tiempo saca de su interior ese espíritu que insinúa lo que fue, joven (eso se lleva dentro). Ella sabe en todo momento como va la obra... y él cumple las pautas de quien paga, de quien le va abriendo puertas hacia el reconocimiento y es que según están las cosas...quien no tiene padrino, no se bautiza. Has plasmado por así decirlo, esa necesidad mutua de dos personas. Has unido "el hambre con la ganas de comer". Se necesitan para subsistir, pues no solo reflejas la decadencia física de una mujer, sino la necesidad de futuro (incierto)de un joven pintor. Me he extendido mucho, pero no he podido evitarlo, me ha encantado este relato. Es la realidad misma, sin vendas. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarLa inmortalidad mortal. La mortal inmortalidad. Difícil elección. Bello relato.
ResponderEliminarExcelente relato. Dos historias que complementan dos vidas cargadas de sentimientos y de matices. y el tiempo, ese tiempo...
ResponderEliminarSiempre tú
El joven pintor tarde o temprano tendrá la sensación de haber llegado a un callejón sin salida. Bien porque el camino de ella conducía justamente hasta él o porque, a la hora de ir eligiendo en las bifurcaciones, él ha tomado las que le llevaban a toparse con ella. La característica de un pintor que pinta una vida no es que no crea que haya un más allá de esa vida, pues si pudiera verlo, se encontraría con algo, pero no se ve un más allá... Ni en ella, que paga por evitar el olvido, ni en él, que pinta por dinero. Se me dirá que eso ha sido siempre así, que nunca ha habido arte sin incertidumbre. Ni el más famoso pintor de su tiempo ha tenido garantizada la gloria ni el escritor más ignorado del suyo ha estado condenado al olvido de la posteridad. Pero junto a las dudas estaba la intuición de lo que había que hacer y hacia dónde había que caminar, y se estaba convencido de que tenía sentido dedicar la vida a ello. Ahora los dos no sólo carecen de esa intuición, sino de ese sentido. Cuando se miran el uno al otro hay entre ellos un opaco telón, que tapa el cuadro, que les dice que la función ha terminado.
ResponderEliminarEl comentario anterior apareció enrollado dentro de una botella de Ribera del Duero...
Un abrazo fuerte.
Qué gracia. La desesperación del que sabe que se le escapa la junventud y se aferra a lo que de ella aún permanece aun a costa de pagar por ello. Para sentirse realizado. Combinado con la desesperación del que todavía es joven pero no ve futuro por delante. O lo ve muy negro. Como algún color de su paleta.
ResponderEliminarMe ha encantado. Aunque, no sé por qué, no dejo de notar inconscientemente algo sexual en todo el asunto. SOn imaginaciones mías, lo aseguro.
La belleza despilfarrada, pagar por posar, mentirse a sí misma. Me ha dado tristeza la imagen de esta protagonista.
ResponderEliminarLas flores marchitas que se contemplan en los espejos, y sus lágrimas de vida como anhelo de las gotas de rocío. Para ella quizás, el rayo de sol, es esa venta al pasado con olor a aceite de linaza (en lugar de a cremas antiarrugas), pero el autoengaño en realidad no se puede difuminar y la realidad nos acaba agrietando. La inmortalidad de la belleza debe estar en otra parte.
Gracias por tus reflexivos textos, como siempre.
Saudade
Más joven, sí, pero un lienzo no se mueve. Lamentarse por lo irremediable conduce a la melancolía como estado, no como recurso. El ocaso de los dioses es así, lento pero inexorable. Muy bien plasmado. Me quedo a husmear un poco si no te importa.
ResponderEliminarJuan M.
Espero que al muchacho no le de por el cubismo o sea un seguidor de Botero :)
ResponderEliminarCreo que todos llevamos un narciso dentro y nos gustaría que nos plasmara en un lienzo un joven (y apuest@) pintor/a.
La propietaria de "esa tristeza de carnes en declive". Esa caricatura de Dorian Gray ante un espejo imposible me parece soberbia.
ResponderEliminarNo puedo decirte qué me inspira él, ni qué sospecho en ella. Un lienzo cubre la obra inconclusa del tiempo sobre la piel de los recuerdos.
El ritmo es perfecto, y la imagen final un grato guiño.
Un abrazo.
Un abrazo.
Un relato poético muy bueno amigo; nos pone a cada uno en su sitio porque la modelo del pintor joven somos todos en el ayer y muchos en el hoy.
ResponderEliminarPresente efímero que -mañana mismo- desaparecerá con el caballete y el cheque de me he ido.
Un placer leerte. Saludos, Anna