Vi a la mujer de Lot
parar un taxi,
sentarse con alivio,
remover su tristeza y
murmurar
las sílabas melladas
de un destino,
parecía una simple
turista con su mapa
en el recuerdo,
tenía gafas de sol,
el cuello dislocado,
y la
amargura
de quien sabe perdido
el paraíso
sin descifrar el mal
que esconde un simple
escorzo de nostalgia.
se fundió en una
esquina, con su imagen
exiliada sobre el
poliuretano
del asiento trasero,
esa mirada, siempre esa
mirada
de futuro en sazón,
esa mirada
donde reconocer
cada una de las
calles, todos esos
rincones luminosos
que aún guardaba en
la memoria insomne
de un ayer sin sal ni
condenados.
Giró el taxi al final de la avenida,
perdí entonces el
rastro
de la mujer que un
día tuvo nombre
(Edith, o acaso el
nuestro)
y movía con gracia su
cintura
antes de aquella
rigidez severa,
esa mujer que siempre
quiso mirar
y
ver…
Nunca más supe de
ella, aunque imagino
su figura furtiva
presa en el arrabal
de una certeza,
ahora que Lot no
estaba, y la ceniza
cubría de silencio
todos los callejones
de esta vida
-tan parecida a
aquella, y tan distinta-,
ahora que Lot no
estaba,
ella intuía
la crueldad extrema
de ese dios:
restituir sus ojos
para grabar en ellos la
sentencia,
hacerla otra vez tierra,
devolverle la sangre
y los recuerdos
cuando
a su alrededor todo era estatua.
Premio Certamen Poeta de Cabra. Madrid, octubre 2015
Premio Certamen Poeta de Cabra. Madrid, octubre 2015