De cuanto era mío, queda esto
(Trimetro yámbico. Sepultura romana, s. II)
De todo cuanto fui, apenas quedan
cenizas y memoria.
cenizas y memoria.
Se inmolarán al
viento las primeras
hasta fundirse en
tierra. Sin embargo,
los recuerdos que en
otros
habiten sus rincones
de nostalgia,
rescatarán del polvo
mi existencia.
Más os dejo que
aquello que me llevo
(sé que sabréis
cuidarlo).
Al fin y al cabo,
amigos, soy quien fui.
En vuestro corazón y en
vuestros manos
queda mi historia,
luego
de que aventéis
mañana tanta ausencia.
Versos para el adiós, se llamaba el certamen de Funespaña donde me premiaron hace poco este poema. Tomo prestado el título para la despedida del blog. Han sido casi cuatro años de peregrinaje, en medio de una incertidumbre tirando a apátrida. Es la hora del adiós y ya todo está perdido, nadie vendrá a salvarte, resumía Severino Tormes en su poema titulado, precisamente, El adiós. Quizá me encontréis por ahí, en cualquier callejón (obviamente, sin salida). No, no volvía tarde, ahora lo sé. Ocurre, tan solo, que ya no queda sitio alguno a donde ir.