martes, 29 de abril de 2014

Que hubiera elegido susto...



                  ¿Susto o muerte?, conminó, en su tono  más agrio, el Gran Inquisidor, ante la apatía de los restantes miembros del solemne Tribunal.  El reo titubeó, presintiendo acaso un destino tan incierto como su respuesta. Hereje a su pesar, ignoraba aún que se hallaba ante la casilla trampa del entonces popular Juego del Santo Oficio.
         Segundos después, el infeliz había perdido la partida. Que hubiera elegido susto, murmuró Fray Tomás de Torquemada mientras perfilaba su rúbrica divina sobre el tablero oficial de la condena.
        Que hubiera elegido susto…  Una buena partidita, así lo había aprendido en el Seminario Intensivo de Teología Aplicada, resulta el complemento idóneo para el rezo de Vísperas. Amén.

martes, 22 de abril de 2014

Plan para mañana

                 Dejo aquí el resto de Plan para mañana, texto premiado con el Albert Jovell de poesía. El inicio lo colgué en la anterior entrada.


(...) Tomaremos algo en cualquier bar,
siempre te gustaron las raciones
a compartir, las tapas
que recuerdan sabores de otro tiempo,
yo pagaré esa ronda
como quien quiere saldar alguna deuda.
Brindarás, mirándome a los ojos,
buscando tu reflejo en mis pupilas
                                                         (ellos creen observar en tu interior
                                                          las placas de tus sueños aún posibles),
y beberás de un sorbo la esperanza
que cabe en una caña de cerveza
como si tanta espuma
te hiciera de verdad estar aquí.


Y poco más, te irás desdibujando
a medida que cruzo los pasillos,
tu habitación, tres cifras
marcadas al azar, es la frontera
ahora lo sé, para las aventuras
que compartes conmigo sin moverte.
La enfermera dirá que estás tranquila,
que descansas, repite,
en esa cama donde hace meses ya
libra tu cuerpo una batalla inútil,
                                                         (ellos confunden la enferma allí tendida
                                                          con tus múltiples vidas junto a mí).

           Luego saldrá, nos dejará allí, solos,
           recordando de nuevo
           escaleras, y bares, y autobuses...
           Elegiremos el plan para mañana
           -quizá sea el momento de ir al cine-,
            y me sonreirás, es nuestro secreto,
            porque los dos sabemos
            todos los mundos que hay, estando aquí.

           
         

martes, 8 de abril de 2014

ALBERT JOVELL, mucho más que un premio

             Sevilla, finales de marzo. Llueve en el Alamillo y recibo el premio Albert Jovell de poesía. Me lo entrega Dolors, su viuda, embargada de sensaciones, embargada de Albert. He compartido toda la mañana con Luis García Montero, un tipo capaz de resultar normal en los tiempos que corren, no encuentro mayor elogio. He aprovechado el fin de semana para compartir café con Sofía Serra, terraza con Pepe Quesada, y han asistido a la entrega las gentes del Carambolo (Rosa María, Isabel y sobre todo Edith, que arrastra su inmenso dolor y, aún así, se muestra abierta y generosa). He compartido asimismo Cristo del Cachorro -y fino- con Isolda y Catherine, que coincidieron allí.
             Recoger un trofeo literario es una ceremonia que puede devenir en ritual vacío. El Albert Jovell ha sido, muy al contrario, una explosión de humanidad, de compañía, de emociones. Premiado con mucho más que un premio, dejo aquí el inicio del poema ganador, Plan para mañana. Otro día pondré el resto. Gracias, de esas interiores, a todos.


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        Saldremos en silencio de la casa
de camino otra vez al hospital.
Tú  apagarás la luz
como es costumbre, yo me preguntaré
si se apagan igual las vidas que las luces.
Luego, segura de volver mañana,
girarás la llave hacia el futuro
                                                     (ellos confían poco en el futuro,
                                                      ese pronóstico siempre reservado)
y tomarás mi mano
como si bajar conmigo la escalera
te hiciera de verdad estar aquí.

Cogeremos el bus, y buscarás
asiento lejos de la ventanilla,
hace tiempo que ya
no te apetece ver la vida afuera,
(como si no pasara), yo creeré
que te molesta el sol más que la ausencia.

Entonces, convencida
de que cualquier parada es tu destino,
pulsarás el botón de los anhelos,
                                                     (ellos ignoran que existan autobuses
                                                      por estos barrios siempre desolados)
y bajarás despacio,
tan feliz, como si pisar la acera
te hiciera de verdad estar aquí    (...)
                                         

martes, 1 de abril de 2014

VIVIR FUERA DEL TEATRO


                      La pantomima con escenografía de tragedia épica en que se había convertido aquella parodia de su propia vida, le forzó a una dramática interpretación que –dado su expresivo oficio sobre las tablas- alcanzó a disfrazar de comedia de autor con tonos de sainete costumbrista.
                 Siempre le habían considerado -por su artificioso lirismo de dicción clásica y su ensayada tendencia al absurdo- el actor idóneo para protagonizar aquella especie de farsa a sesión única. Gesticulaba, transmutado en mimo, perpetrando burlescas astracanadas entre el patio de butacas.
        Cuando, en una insólita interpretación de sí mismo, hizo mutis en mitad del entremés, nadie supo apreciar desde la platea qué tipo de obra (qué tipo de muerte, en su caso) estaba representando. En consecuencia, el esperpento triunfó. Obtuvo un gran éxito de crítica y público, suficiente para huir entre ovaciones por la tramoya del Olimpo escénico.
              Contiguo al escenario se encontraba el camerino para  desmaquillaje de imposturas. Abrió la puerta, se quitó la máscara, desertó para siempre del melodrama. Vagó, debutante por los ensayos, como un novel actor de entreacto. Para él, primera figura en el libreto de la nada, jamás se volvería a levantar el telón.
              Ahora representa sesiones dobles en la barra del ambigú.  Vive, al fin, fuera del teatro.