999 CARACTERES, O MENOS

  

BURLAR LA PESADILLA   

          Cuando Gregorio Sánchez se levantó aquella mañana, después de otra noche agotadora, celebró de nuevo no haberse, no verse, convertido en insecto. Bien, otro día salvado, pensó, mientras se afeitaba.
               Una sombra de pavor le rondaba, sin embargo. No sabía cuántas noches más podría resistir sin dormir. El escarabajo, desde el otro lado del sueño, acechaba. Y un día de éstos, sin duda, se encontrarían.



A OTRO CON ESE CUENTO

              Ayer por la mañana, mi padre me llevó al desfile de la comitiva imperial. De más está decir que el rey iba en bolas, como todos los grandes tiranos desde la época del conde Lucanor. Pensé descubrir la impostura, como el estúpido niño del cuento. Afortunadamente, me detuve a tiempo, preferí buscar alternativas más lúcidas. Más lucidas.             

              Mi plan resultó mucho mejor, ya les digo. Inspirado en los ejemplos de mis muy pragmáticos mayores, me incliné por chantajear a los tejedores. Me va bien, es evidente que acerté con mi decisión. Se puede comprobar, a diferencia de aquel imbécil desnudo, yo llevo ropa de marca. Por lo demás, vivo como un  rey.





                       LEVANTARSE TEMPRANO

   
 Cuando el insecto se despertó aquella mañana, después de una noche soñando que era Gregorio Sánchez, se dirigió velozmente al espejo. Para su desgracia, Gregorio Sánchez había madrugado más, y lo esperaba, desafiante y burlón. Tenía rostro ferozmente humano, y  blandía un frasco de insecticida en oferta.
           Así no hay metamorfosis que valga, caviló el escarabajo. Fue su último pensamiento, mientras percibía una marmórea frialdad obre la encimera del lavabo. Y ya no soñó más.  



YA NO QUEDA NADIE

             Como estaba previsto, hacia finales de 2012 se produjo el fin del mundo que había anunciado el calendario maya. Sólo se salvó una pequeña tribu, aislada en lo más recóndito de la selva. Herederos de un saber ancestral, sobrevivieron a la hecatombe. Eran felices, se sentían indestructibles, inmortales casi. 

           Pocos días después, se presentó en el poblado la navidad. Venía por correo certificado, con remite del llamado primer mundo. Lucía mucho, tan bien envuelta, con su lacito rojo y su felicidad de colorines.

            Los pilló desprevenidos.    




                                     TIENE SU GRACIA

            
        La otra noche, en la cena de nochebuena, dos langostinos se pelearon con mi primo Oscar. El abuelo, por su parte, se pasó la velada empeñado en dar lecciones de urbanidad al pavo  que, según él, paseaba gamberreando por la cazuela. A mi cuñada, en un escorzo para atrapar el último mantecado de limón, se le abrió un botón de la blusa y confirmó, como yo intuía, que no utiliza sujetador. Y mi padre, desolado, contemplaba como el jodío niño del belén, desde su pesebre de plástico, ejecutaba el inverso milagro de convertir en agua del grifo su mejor reserva del 96.
            Aunque me cueste un poco, debo reconocerlo. Estas movidas navideñas, a veces, tienen su gracia. Bien, amigos, estamos de suerte, aún nos quedan nochevieja y reyes.



                                    CALOR  FAMILIAR

          
           Ayer, en mi navidad paralela, me transformé en pavo. A media tarde, añorante del calor familiar, decidí retornar a casa. Mi madre, tan distraída a veces, no me reconoció.
            
                


 UNO, DOS, TRES FINALES DEL MUNDO

         Efectivamente, de madrugada se acabó el mundo. Pero sobrevivieron los humanos.

           Al alba, alguien probó a esbozar una sonrisa. Poco después, se iniciaron los ensayos para acariciar a otros supervivientes. Algunos pusieron a prueba el olvidado ejercicio de abrazarse. En el laboratorio de los sueños, a media mañana, se había destilado algo parecido a la esperanza. Aún podía ser.  
               
             Se creó una comisión de ilustres. Era prioritario reconstruir el mundo aniquilado. Trabajaron con rigor. Antes de anochecer, habían reinventado el misil tierra-aire y constituido el Banco Mundial. Menos mal.


  MUSAS ENROLLADAS


             Ayer, ante la falta de inspiración, no me quedó otro remedio que convocar a las musas. Busqué en las páginas amarillas, y llamé. Me costó un riñón, eso sí, porque en los barrios de la creación hay mala cobertura, y no me entendían bien. Sin embargo, acudieron enseguida. Y debo reconocer en su favor que son una peña de tías muy majas.
             Serviciales y ocurrentes, con un toque de originalidad, trajeron con ellas varios boles de fideos chinos, salmorejo de hiper y unos tarros de foie. Para beber, sangría de brick. Pusieron música indostaní, recitamos hasta la madrugada, lo pasamos de vicio rimbaudiano. Con las primeras luces, me doblegó el sueño y ellas partieron sigilosas, para no despertarme. Son musas, recalco enamoradamente, género femenino.
           Da gusto con gente así. Hoy no, porque tengo resaca (creativa y de sangría), pero el próximo día que me encuentre inspirado, escribiré sobre ellas. Si no me sale nada, las avisaré. Tengo su móvil personal, y me han prometido que, si llamo otra vez, bastará con que les haga una perdida.



                                  PULGARCITO  HUYENDO

                  Desde que era crío, don Pulgar Delamano Derecha soñaba con escapar de su jodida vida de cuento. Un día lo logró. Las fuerzas del orden lo detuvieron antes de llegar al apeadero de cercanías, más o menos a la altura del costado izquierdo. Había dejado un rastro de piedrecitas. O de migas de pan, si se piensa bien, en el fondo son la misma cosa. Fue devuelto a su espacio natural, junto al jodido índice que lo recibió con gesto reprobatorio.
                En estos tiempos de mierda, le reconvino hoscamente el oficial de guardia corporal, nadie consigue huir para siempre del brazo articulado de su memoria.


TIEMPO DE TELE (TDT, en acrónimo)

             En un lugar de la Mancha, cuyo nombre no aparece en los navegadores, vivía hace pocos años un tal Alfonso Quijada. Heredada de sus ancestros, tenía en la estantería del cuarto de estar una edición del Quijote, encuadernada en símil piel y con letras doradas en el canto. Ostentaba un lugar preferente en la librería de contrachapado, justo al lado de la pretenciosa cerámica de imitación con el texto estuveenbenidormymeacordédeti.
              Siempre tuvo la tentación de ponerse a leer aquel mamotreto. Afortunadamente, en el pueblo se instaló a tiempo la TDT, y ahora Alfonso es feliz siguiendo apasionantes vidas ajenas en los realitys de madrugada. Sólo Dios (y Vasile también, probablemente) saben cuántas desgracias habrían podido recaer sobre nuestro ejemplar ciudadano manchego si –en un absurdo arrebato- hubiera al fin leído aquella montonera de páginas predestinadas a rellenar baldas.
               Y luego dicen que la tele es mala, le comenta su vecino, el muy fondón de Sánchez, mientras admira golosamente las catódicas piernas de la presentadora.


                                               OROS

              No es oro todo lo que reluce, contestó displicente el atracador, cuando  –con su navaja presionando mi barriga- le ofrecí generosamente mi más que merecida Medalla al Mérito Civil, Militar, Religioso y Político. Resulta que, de joven, el muy cabrón había estudiado Químicas en la Universidad Pública que yo cerraría años después. También, me dijo, había trabajado de orfebre hasta que la crisis, tan diligentemente gestionada por mi equipo económico, lo relegó al paro.
           Y todavía, el muy imbécil, creía saber lo que es, o no es, el oro. Por su propio bien –es sobradamente conocida mi prodigalidad- creo que conseguiré que le asignen un curso de bisutería. Con una duracion de tres años y un día, alojamiento y manutención incluidos. Para que aprenda.


ALLÁ  ABAJO

              Joder, Martínez, aquí huele a chamusquina. Su ratio de productividad está cayendo en picado. Últimamente, sólo me consigue concejales corruptos, violadores de callejón, banqueros con traje a rayas o tertulianos a sueldo. Me temo, Martínez, que su bonus por cumplimiento de objetivos va a esfumarse este milenio.
              Como somos buena gente, Martínez, le vamos a dar una última oportunidad. Tendrá que volver a conseguir clientela de auténtico nivel, como la que hemos ido coleccionando durante toda la eternidad. Humanos que nos aporten realce. Ya sabe, genocidas, inquisidores, fabricantes de armamento y –con especial predilección- artistas y creadores en general…
             Y no me venga con aquello de que los pensadores curran de cajeros en el supermercado. Usted los conoce bien, Martínez, para eso le hemos financiado una beca en Miserias de la Humanidad. Póngase a ello sin perder un instante. El Gran Jefe me lo ha advertido, este negocio se va al diablo. O volvemos a ser un infierno como Dios manda, o directamente abrimos sucursal en la Tierra y le trasladamos, Martínez. Le iría bien, ahora que lo pienso, el puesto de asesor caído del Fondo Monetario Internacional. Usted mismo.

                            
EL LAMENTABLE FINAL DE GREGORIO SÁNCHEZ 

            Aquella mañana, Gregorio Sánchez no se despertó. Por la noche, mientras era un insecto, alguien –quizá su propia esposa- lo había aplastado contra las sábanas. Tuvo, eso sí, unas sentidas exequias, y un tal Kafka -un tipo enfermizo, de profesión empleado de seguros- basó en él la peor de sus delirantes noveluchas que nadie leería.

                                      SENTAR LA CABEZA

              Con-vencido por el tiempo, los desengaños y ese argumentario que los otros titulaban sentido común, decidió sentar la cabeza. Lo practicaba siempre que acudían amigos a casa, y en cuantas reuniones o actividades sociales asistía. Paradójicamente, dejó de recibir visitas y, etiquetado de loco, los mismos otros dejaron de invitarle a cualquier tipo de fiestas o  actos públicos.
               Ahora apenas abandona el tedio de su cuarto de estar. Hace tiempo que no sabe nada de los otros, ya poco les importa como se siente. Aburrido y solo, mira la tele –eso sí- con la cabeza convenientemente sentada. De vez en cuando, un ataque de nostalgia le recuerda aquellos días en que no se dejaba guiar por los demás, y lo único que sentaba, en raras ocasiones, era el culo.

          
GRAN ILUSO 
                                     Iluso: Soñador. (Del latín illusio, que significa engaño)

                  No te engañes, una ilusión cercenada no es un ilusón.
               




                         DE ILUSIONES Y CASTILLOS

            Habían pasado los años, y una mañana, la ilusión se le derrumbó como un castillo de naipes. Llamó entonces a su edecán, le ordenó buscar los mejores constructores y arquitectos del reino. Pidió también magos y titiriteros, incluso poetas. No solicitó canteros, sin embargo. Veintidós años después, cuando ya se encontraba al borde de la muerte, quedó terminada la más espléndida fortaleza que habían contemplado jamás ojos humanos.
           Se hallaba situada en la loma más elevada de todas sus vastas tierras. Allí, como había calculado en sus momentos de depresión, resultaría imposible derribarlo. Efectivamente, ningún ejército lo pudo abatir en el curso de los siglos vencidos. Hoy se visita de jueves a domingo, previa reserva, y a todos los turistas –paradójico logro de su fundador- contemplar el castillo con alma de baraja les hace mucha, muchísima ilusión.  


MI TIPO DE BASURA

                Hoy es martes y no toca recogida de contenedores amarillos. Tendré que aguantar otro día dentro de mi envase de emociones endurecidas, encerrado como si todavía tuviese algo que proteger. Mañana lo intentaré de nuevo. Lástima, me urgía ya un deseo inmenso de reciclarme.



                                                         SOLEDAD


             Tu soledad de espadaña, donde ni las cigüeñas se atreven ya a montar sus nidos.

     



IM-POSIBILIDADES


                En aquella mirada se dibujaba un imposible. Lástima que el AVE arrancara justo en ese mismo instante y, desde el vagón del tren opuesto, parado en la estación, nos dijera adiós la única posibilidad.


          
              AUTOMETAMORFOSIS



         Cuando Gregorio Sánchez se despertó aquella mañana, después de una noche extrañamente tranquila, se encontró convertido en Gregorio Sánchez. Había vuelto a la cruda realidad, lejos de aquel delicioso sueño donde, ahora lo recordaba con nostalgia, era un feliz insecto.





TUMBADA EN EL HOTEL

                Concluída su jornada laboral, la muerte solía descansar a la sombra, sobre una tumbona de aquel hotel de playa. Allí, en el jardín, junto al gin tonic con limón exprimido y unos ganchitos en forma de guadaña, recuperaba el humor perdido a lo largo de un día ajetreado.  El suyo era un trabajo aburrido, sin valor social ni relevancia alguna, un mero acompañamiento de caminantes agotados, en tortuosos paseos sin retorno.  Un trabajo, además -según tenía entendido en las encuestas- mal valorado por la clientela presente y futura.
                Cruzó las tibias con coquetería y exhaló un suspiro. Suspiro que, en su caso, desde luego, no sería el último, pensó con regocijo. Se estaba bien, disfrutando del ocio tras varias horas de curro extenuante. Esto sí que es vida, murmuraba la muerte para sí, mientras repasaba con desgana su agenda del día siguiente, esto sí que es vida.


                               INSPIRACIÓN CONYUGAL

                 Se encontraba en un callejón sin salida. Una vez más, le asolaba su incapacidad para componer la canción estrella de su próximo disco. Notas, acordes y compases parecían en rebeldía, sospechaba que se habían declarado en huelga. Como siempre que la inspiración se le negaba, recurrió a su mujer.
                Ella sugirió un crucero por los fiordos noruegos. Mientras navegaban por el lujo nórdico, paladeando un smorgasbord entre los vapores rojizos del sol de medianoche, celebró lo afortunado que era teniendo a su esposa siempre al quite. Ella sí sabía convocar a las musas.



MÓVIL-ES

          Anoche me enganché al móvil, como es costumbre. Respondí un puñado de mensajes, escuché reggaeton, chateé en varios foros, repasé fotos de la peña, miré si había ganado Nadal, cotilleé por el facebook, discutí con mi piba, descargué un par de archivos… Es posible –eso no lo recuerdo bien- que, incluso, hablase con mi madre.
          Con el ajetreo, me quedé dormido y se agotó la batería. Para colmo de males, había olvidado el cargador en la oficina. Bueno, al menos, ahora ya tengo un móvil para levantarme.


                                                    ACTOR


            En
el escenario, mientras era otros, vivía. Allí, sobre las tablas, entre ropajes y sentimientos ajenos, le parecía atisbar la difusa huella de aquel desconocido que colgaba cada día su mismo traje a rayas en el camerino. Sentía la identidad propia, no la de su carné, al fondo de ese alguien llamado con cualquier nombre inventado, al capricho del autor. Durante la obra, era. Y ser, en el teatro, resultaba fácil.
              Luego, tras los aplausos y la caída del telón, actuaba. Se movía entre otros con un guión impostado y la documentación en regla. En realidad, esta obra no le gustaba nada, pero –a diferencia del teatro- aquí no podía elegir. Por eso se esforzaba tanto. Se sentía rodeado de espectadores que ignoraban su función. Era su mejor representación, la más conseguida, la más difícil de improvisar, pero nadie del público lo sabía.


SABIDURÍA

           La primacía ontológica del ser en Heidegger exalta al límite el debate sobre la individualidad metafísica del ente, sus ojos profundos de un verde reineta qué superchería mística de renacimiento espiritual en la poesía de Hölderlin, la madeja de cabellos cayendo sobre sus hombros desnudos por descontado la mecánica cuántica brota de una diversidad de estados que alimenta las teorías más innovadoras sobre el fenómeno atómico, el nacimiento de sus pechos insinuantes al filo del escote  peligra la visión monetarista de la escuela de Chicago ante el cuantificable desarrollo de las interrelaciones derivadas del flujo de capitales, la besé, la besé con pasión, con un deseo transtornado, hasta dificultar su aliento, qué hermosa, así, con su lengua silente atrapada en mi boca y su sabiduría atenazada allá abajo, prisionera de mis labios incultos... 


                                                     CRIMEN  PLUSCUAMPERFECTO

         Entusiasta de las novelas policíacas, encontró sentido a su existencia en la búsqueda infructuosa del crimen perfecto. Lo imaginó de todas las formas posibles, planeó miles de variantes, arriesgadas situaciones que nadie podría intuir siquiera. Todo resultó inútil.
        Cuando comprendió que nunca alcanzaría su objetivo, la vida dejó de merecer la pena. En consecuencia, se dejó morir. Lo enterraron sin pompas y, por supuesto, nadie sospechó.


OTRA VEZ KAFKA

       Aquella mañana, el insecto se despertó convertido en Gregorio Sánchez. Cuando se miró al espejo, sintió un asco infinito, una insoportable náusea, un acceso de sórdida repugnancia. Por un momento, añoró aquel tiempo perdido donde tan sólo era un pequeño escarabajo.  Y eso que aún ignoraba casi todo de los humanos.


                                   ÚLTIMO  DICTADO
         Cuando iba a morir coma pidió que alguien copiara sus últimas palabras punto y seguido tardaron en encontrar papel y bolígrafo punto y coma entonces alguien ofreció teclear el postrer mensaje en su tableta punto y seguido así se podría difundir con mayor rapidez coma argumentó punto y aparte otras voces aconsejaron grabarlo con el teléfono móvil coma incluso hubo quien sugirió la filmación en cámara digital puntos suspensivos entre tanta discusión coma se escuchó un débil estertor dos puntos letra cursiva ése debía ser el mensaje fin cursiva coma supusieron punto lloraron con sincera aflicción coma nunca tendrían debidamente registrado el punto final punto final.


DOMINGO DE LIQUIDACIÓN

              Mañana de domingo sobre las solitarias aceras de la ciudad. Deambulas por las calles semidesiertas, sin prisa. De pronto, algo retiene tu atención. Te detienes ante una tienda de electrodomésticos, donde se expone un sugestivo muestrario de aparatos en promoción. Observas con especial atención un  televisor LCD de alta definición, ofertado en estupendas condiciones. Tu imagen desleída se refleja, al pálido sol matinal, en la transparente lámina del escaparate, se podría decir que contigua a la llamativa tele ofrecida en venta. Desde este lado del espejo, piensas un segundo en seguir tu camino, indiferente a todo, dormido espectro en la ciudad dormida...

             Si ahora viniese un transeúnte desnortado paseando también en esta mañana de domingo… Si se parase de pronto ante el escaparate rutilante, atraído por el increíble precio del televisor, y te viese allí, tan parecido a él mismo, y tan opuesto… Si  ignorase tu reflejo, prisionero tras el cristal, quizá también como alma en oferta… Si para él no fueras apenas otra cosa que un aparato doméstico innecesario… Si ese transeúnte siguiese su camino, indiferente a todo, a la excepcional oferta de la vida también, por la acera solitaria


ORIGEN DEL VERANO LABORAL


Planteamiento: En su chalé con parcela privada, Adán y Eva hacen vida como marital, mayormente porque están solos en aquel paraíso.
Nudo: Eva, se supone que por algún reparto divino de funciones, se encarga de la comida (de la plancha no era necesario, por el momento) y pilla una manzana.
Desenlace: Sudamos hasta para comprar una baguette, y no sólo por la frente. Los teólogos lo llaman pecado original, y los infelices descendientes de la feliz pareja, currar por mil euros en plena canícula.



PRIMERO, LA OBLIGACIÓN

                Esta vez, la paliza fue descomunal. Entre lágrimas, entumecida y rota, decidiste abandonar el hogar familiar, volver de momento con tus padres. Lo diferiste, tampoco era tan urgente, hasta la mañana siguiente. Te irías después de dejarle convenientemente preparado el desayuno. Sabes bien que sin su café y sus tostadas con mermelada, el pobre no rinde bien en el trabajo.



                                PECADOS IMPERDONABLES

    
       A punto de morir, aquel descreído tanteó la fe religiosa. Comenzó a frecuentar templos, practicar ritos teatrales, salmodiar oraciones con fervor. Fue el único pecado que su magnánimo Dios recién descubierto, no le pudo perdonar.



VACACIONES DIFERENTES

         
                   Llevaba varias semanas preparando las inminentes vacaciones. Aquella playa de arenas doradas que ilustraba el folleto de la agencia. Sentía por anticipado el placer de introducirse poco a poco en el tembloroso cristal de aguas rumorosas. Estremecido de gozo, decidió prolongar el baño, llegar quizás hasta el islote que coronaba el ángulo superior izquierdo de la página tres. Estaba ligeramente fría, daba gusto flotar ahora que nadie más estorbaba su aventura acuática. Rebasó el islote y siguió nadando, pese al agudo dolor  del brazo. Intuyó horizontes de mares imposibles.
         Cuando lo encontraron, a la mañana siguiente, expulsado por las olas y con los pulmones anegados, tenía aún abierto el folleto por la página final, donde figuraba, en letras negritas, el precio en oferta. Inerte sobre el sofá, sus dedos apresaban con fuerza el ansiado paraíso de vacaciones en papel couché. Cerraron con dificultad sus ojos rígidos, anclados sobre un texto con promesas de futuro. Porque en algún lugar hay una vida diferente, rezaba el eslogan.

POR  ELIMINAR  RASTROS


          En mi familia todos somos abstemios, menos mi hermano Rober. El pobre Rober, con su patibularia carga de retrogustos y redondeces en boca. Resulta digno de compasión, marcado por ese estigma aberrante, el fronterizo duelo entre crianzas y reservas.
          Muchas veces, durante la cena, lo observamos con indisimulada reprobación, medimos a distancia los sorbos enfermizos, calculamos con ansiedad la acidez del enemigo retozando por su paladar.
         Luego, cuando sale al jardín, apuramos por precaución cualquier huella del delito, vaciamos vasos y botellas. En estos tiempos, y siendo una familia de abstemios, no conviene dejar rastros que nos comprometan.


AQUELLO DE ESCRIBIR
                                                                  A J.Gil de Biedma, que siempre retornaba a Segovia

              Decidió, por una vez, irse por las ramas. Las encontró llenas de nidos, pobladas de frases huecas en estado embrionario. Volvió con las tijeras de podar. Los adjetivos caían, inertes, sobre el folio en blanco, con ese desolado aspecto que tienen los recuerdos al desangrarse sobre el balde de la memoria.
         Varias horas después, el árbol de la poesía estaba listo para rezumar vida. Desnudo y blanco, con el tronco firme, los versos amputados, y toda esa hojarasca de sentimientos por el suelo. Lo releyó, antes de olvidarlo en los ojos de otros. Puede que dijera algo como ésto:   Pero ha pasado el tiempo/  y la verdad desagradable asoma,/   envejecer, morir /  es el único argumento de la obra.


                                                                                   MÉTODO

           Día a día, me voy quedando solo. Han fallecido mis familiares, mis amigos, mis vecinos. Ayer mismo enterré a mi último jefe, y compañeros de trabajo apenas me quedan. Tampoco conocidos. Mi agenda va cambiando de color, con sus hojas llenas de muertos. Ya casi nadie me conoce, ni me recuerda. En cierta forma, lo reconozco, eso es un alivio.
           Bueno, ahora que recuerdo, aún me queda el panadero. Me crucé con él esta mañana, y me sonrió. Él aún sabe quién soy. No sé si me explico, pero a estas alturas, su presencia me resulta -¿cómo lo diría..?-… incómoda. En todo caso, debo ponerme cuanto antes manos a la obra. Este mediodía, a más tardar, arreglaré ese asuntillo.


AQUELLOS Y ESTOS JUEGOS

        Venga, tíos, ¿qué hacemos ahora?, varias veces se oyó la rutinaria pregunta entre la aburrida peña. Las chicas sugerían jugar al pañuelo, algunos de nosotros preferíamos montar en bici, los más abúlicos se inclinaban por el parchís…
        
           Seguimos así, un buen rato, discutiendo y proponiendo por propio placer. Sin intención de hacer otra cosa que proponer y discutir. Era lo habitual todas las tardes, en aquellos interminables veranos de otro tiempo. Al rescate, juguemos al rescate, propuso alguien. No, al rescate, no, clamamos la mayoría en un heroico grito de resistencia. Al rescate, no. En nuestra insensatez adolescente, aún aspirábamos a ser, de mayores, ministros de Economía.



                                CONDENADO A SEGUIR

                Desertó. Lo atraparon a tiempo. Casi desangrado. Un jurado de notables y expertos lo juzgó. Tras sesudas deliberaciones, fue condenado a seguir.
           Le dieron el alta a las pocas horas. Con varias paralelas dibujadas en las muñecas y un neceser repleto de ansiolíticos. Apto para el combate, dijo el médico de planta. Y lo colocó, con cuidado eso sí, en la casilla P5AR.


NI MUERE PADRE, NI CENAMOS

           Ni muere padre ni cenamos, sentenció con impaciencia. Sin que nadie lo advirtiera, se dirigió a la cocina y logró freir dos huevos con panceta. Los comió de la misma sartén, de pie junto a la placa vitrocerámica, con un insatisfecho ansia de tiempos perdidos.
           Cuando, unos minutos después, entraron sus hijos, lo miraron con inaudita sorpresa. Había que joderse, medio moribundo, y mojando yemas como si fuera lo último que iba a hacer en su vida.



                   LA SUFRIDA SENDA HACIA EL ÉXITO

          La muerte de su madre fue el punto de inflexión. No porque le resultara dolorosa, más bien al contrario. Durante toda su vida había soportado la rutina castradora del cariño, la exigente preparación para el triunfo, la decepción envejecida en el gesto de ella… Ante la pequeña urna con cenizas, modeló su venganza.
          Olvidó rápidamente todo el conocimiento acumulado, desaprendió normas y conductas, dejó de escuchar a los demás, fomentó un vergonzante egoísmo… Ahora podía ser escoria sin escuchar cada noche la maternal reprimenda.
           Los resultados llegaron pronto. Triunfó con rotundidad. Fue elegido doctor honoris causa en tres universidades, lo invitaron a dictar conferencias, y la mejor revista cultural del país le dedicó un número especial. El autor remataba la reseña laudatoria imaginando a la madre del homenajeado, tan orgullosa, allá en el cielo.
          Cuando lo leyó, esbozó una mueca de desagrado. Un decepcionado gesto de rabia, puede que incluso de odio. En el espejo, se vió a si mismo, enfurecido… Y, poco a poco, el rictus agresivo se trasmutó en exultante sonrisa. Ahora resultaba perfecto. Prepotente, inculto, visceral, y además, violento. Ya podía ser tertuliano.


SOBRE LA CIENCIA DEL PUNTO FINAL

      Mientras una escuadrilla de cirujanos y enfermeras combatían con  su cuerpo moribundo, descubrió la mentira. Ni luz al final del túnel, ni gilipolleces de ese corte. Neurólogos, sicólogos, filósofos  y curas llevaban toda una vida (¿una vida precisamente?) debatiendo si se trataba de escaso aporte de oxígeno, designio fatal, relectura ética del pasado, o visión áurea de la vida eterna… Una mierda. No había nada de eso, la ciencia y la fe se habían burlado, una vez más, de nosotros.
       Como venganza, decidió morirse. Eso los mantendría desorientados durante un tiempo. Se regocijaba tan sólo de pensar las interpretaciones que inventarían ahora esos sabihondos.



FECHAS DE ALMANAQUE

           Le atraía aquel almanaque, obsequio del carnicero, con fotos de paisajes impostados y  el santoral del día bajo cada cifra. Todos los años se lo regalaba con la compra del medio lechal navideño. Había colocado su sillón favorito frente a la pared donde colgaba el calendario, y allí veía caer lentamente los días con sus números negros, y amontonarse junto al rodapié. Cada cierto tiempo, barría las fechas desparramadas por el suelo, y empezaba una nueva etapa.
            Al principio de aquel invierno, descubrió con inquietud que la carnicería había cerrado. La crisis económica guillotinaba ese tipo de pequeños negocios. Subió lentamente a casa, se sentó en el sillón y ya no volvió a levantarse.
            Lo incineraron la mañana de Año Nuevo. Sus herederos, dando un repaso a la casa, descubrieron un extraño almanaque del año anterior. Tenía las mismas fotos de paisajes impostados, pero las hojas mensuales estaban en blanco. Las fechas ordenadas, con su santoral al pie, habían desaparecido. No miraron en el interior de la pequeña urna, las habrían encontrado allí, reducidas también a ceniza.

LA NADA, EN POCAS PALABRAS


                                         R. PÉREZ, O LAS PARADOJAS

            A la salida de consulta del ilustre médico estomatólogo Dr. R. Pérez, donde recalan quienes acaban de perder una pieza dental, hay un sofá con cojines a modo de almohadas. Allí se sientan los pacientes, aún doloridos, mirando de reojo la extraña foto del dentista, mientras la enfermera desliza la tarjeta de crédito por el lector del datáfono. Algunos sienten que les asoma la nostalgia por el hueco desolado de su boca. A veces, incluso, musitan algo, generalmente profundas reflexiones sobre las paradojas de la vida.


MERIENDA JUNTO AL PRECIPICIO

          Desalentado, V. tiró la toalla. Aquel penúltimo asalto le resultaba demasiado duro. El sudado retal de lienzo cayó sobre el tapiz. Enseguida, un hombrecillo insignificante, con bigote canoso, lo recogió. Aprovechando tres asientos vacíos de primera fila, montó con ella un mantel improvisado. Desplegó encima los alimentos que extrajo de una tartera abollada, e invitó a V. a compartir su comida. Había filetes rusos, una especie de empanada de chorizo, y mejillones de lata. Comieron, bebieron un vino opaco, de cosechero, con muchos taninos. V. percibió el descenso de algun jirón de angustia, viajando esófago abajo. De pronto, no tenía prisa. Ahora no.
           Cuando recogieron el improvisado picnic, la toalla tenía manchas de embutido y salsa americana, también cercos de vino. En algún rincón del recinto, sonó un gong. El hombrecillo había desaparecido con su tartera mellada. V. deslizó sus dedos por los rugosos rizos de algodón, impregnados ahora de restos de comida. Pensándolo bien, si la lavaba con ese detergente que anunciaban en la tele, podría servir otra temporadita.
         


                          MONEDA EN LA FUENTE


         Lanzaste un euro al agua. Era, claro, una fuente de los deseos que se cumplen. La moneda golpeó un instante la superficie, desvió su rumbo, y luego se sumergió hasta  el fondo, arrastrando en su caída, a cara o cruz, una amenaza para mí.
        Esperé a que dieras la vuelta para sentarte a tomar un café en la terraza cercana. Entonces, le di una propina de cinco euros a un chaval que lo había visto todo. La extrajo, empapada, al instante. Se le adivinaba la pericia.
         Ya puesto, le regalé también la moneda. El chico se fue tan contento, con seis euros en el bolsillo. Yo respiré aliviado. Tú, que no te habías enterado, sonreías en la silla del bar, confiada en que siempre se cumplen los deseos sumergidos en las fuentes públicas.




PRUEBAS  ESCRITAS


               Leyendo aquella ingente cantidad de pruebas, tomos y tomos de testimonios acusadores, descubrió que albergaba en casa a un asesino. Lamentó no haberse dado cuenta antes. Todo podría haber resultado de otra forma. Ahora no tenía ya otra alternativa, había que tomar medidas…
              Se deshizo de su mayordomo sin dejar rastro. No podía permitirse un criminal bajo su mismo techo. Luego, mientras esperaba la llegada del juez de guardia y del forense, se sentó tranquilamente a leer. Novelas policíacas, claro. Allí se aprendía mucho.


                               PALABRAS DE ADIÓS


            Guardaba en la nevera las palabras que pronunció su madre aquel día, mientras le envolvía el bocadillo en papel de aluminio. Ella no estaba ya cuando regresó del colegio, por la tarde. Le pareció que el rodapié del pasillo tenía un desconchón de ausencias. De vuelta del trabajo, horas más tarde, su padre no pareció extrañarse. Ninguno dijo nada. Salieron a cenar a un grill.
            Años después, buscando un pimiento para hacer algún refrito, encontró aquel paquetito en el frigorífico. Apenas un puñado de susurros para sus oídos infantiles. Le decía que se marchaba porque aún los quería a ambos. También que perseguía otra vida, la que, en algún momento, le habían robado. Le pedía que la recordara de vez en cuando, y que se lavara las manos antes de comer.
            Se habían quedado resecas, las palabras. Una finísima capa de moho cubría las vocales que ella solía pronunciar tan despacio. Volvió a cerrar el ajado paquete y, sin mirar atrás, cogió el pimiento. Mucho mejor así, se justificó, con la nostalgia el refrito sale algo dulzón.




POR EL BOSQUE


           El hombre que camina por el bosque lleva la ropa sucia, y tiene arañazos en la cara. Camina con paso inseguro, sin una dirección definida. Es muy temprano aún, y aprovecha las sombras encubiertas para localizar sus presas. El hombre que acecha por el bosque tiene la mirada alerta de los fugitivos, la tensión de quién ignora qué sorpresa le deparará el destino. Se mueve con sigilo de maleante. Desanda sus pasos otra vez, y se interna en la espesura del pinar…
           El hombre que encuentra lo que busca por el bosque emite un gruñido de satisfacción. Acaricia con disimulo el arma que esconde en el bolsillo, y comprueba su afilada hoja. Los níscalos, el hombre que recolecta setas por el bosque lo sabe bien, se cogen con cuidado, sin arrancarlos de cuajo. Con un corte limpio de la vieja navaja en su tronco sonrosado. El hombre que acuchilla a los seteros furtivos por el bosque, es obvio, lo practica a menudo.




                                            LO MISMO

          Sería increíble lo que ocurrirá mañana, si no ocurriera que mañana será más o menos como hoy, y hoy ocurre exactamente lo mismo que fue ayer.


                  
          FILOSOFÍAS DE AYER Y HOY

           Es hora ya de darte las gracias, papá, por transmitirme de forma tan ejemplar tu filosofía. Ya sabes, ser antes que estar, ver antes que mirar… Gracias también por contarme de forma tan exhaustiva lo mucho que –tú y los de tu época- hicísteis por derribar muros, socavar dictaduras y mejorar el mundo. ¡Cuánto os debe la humanidad por vuestra rebeldía de pana y vuestra solidaridad desgravable!
         En justa correspondencia, papá, voy a transmitirte yo mi filosofía. Verás, el jueves que viene es mi cumple. Sé que ese día encontraré en mi cuarto el nuevo Iphone W7. De lo contrario, podría etiquetar a mamá en facebook las fotos que saqué el viernes cuando fui a buscarte en tu fiesta del curro. Estabas tan simpático añorando los 70 entre chupitos de garrafón y mirándole las tetas a la supervisora de ventas…asícambiamosnosotroslasociedadtía…
            Vale que hice las fotos con mi móvil de mierda, y la calidad no es buena. Pero se te reconoce bien, sobre todo en ésa donde supervisas a la supervisora  la razón pura bajo su minifalda. Las próximas fotos, estoy segura, saldrán mejor. Por cierto, han abierto una tienda de Phonehome en la esquina. Ya ves, gracias a ti he aprendido a filosofar. Heidegger dixit.



AL  OTRO  LADO

          A consecuencia de una operación de miopía, empezó a verse por dentro. Cuando se miraba en un espejo, éste le devolvía la imagen de su alma desnuda, sus arrugadas dudas, las  caducas miserias de tantos años esparcidas como cremas...
      Rompió el cristal del lavabo, intentando escapar. Fue inútil. Seguía viendo al otro lado su yo in(an)terior, ahora cuarteado y roto, más horrible todavía. Sin siquiera peinarse, huyó a la calle.
          Murió atropellado frente al portal. La conductora del turismo, atribulada, intentaba explicar que el fallecido se le echó encima. Más exactamente se echó encima del parabrisas, al que miraba fijamente, hipnotizado, como si hubiera visto un espectro.                   




ANTES DEL DELIRIO    

          No había nada que hacer, y lo sabías. Circulabas hacía tiempo por las cañerías de la angustia. Poco podías esperar de un futuro que se asomaba por la barranquera de la desolación. Alrededor de tu muñeca paseaba un sicario del punto y final. Te percutía con su tictac de aviso.

         Miraste a tu alrededor. Sólo viste el rictus desolado de los otros condenados ante un cadalso de encapuchadas manecillas. Ya poco se podía esperar. Era el momento de arañar las costras del vacío, la supurante cicatriz del desespero. Intuiste el pavor de las turbias horas sin sentido, las horas del olvido y de la muerte.

        Entonces, justo entonces, Iniesta marcó, y aquello fue el delirio. Con la emoción, derramaste un cubata y le manchaste el pantalón a Kierkegaard. Se marchó a  casa, muy serio, sin despedirse. Molesto como siempre, ese danés resentido.


                                                    CON  ÉL


           Con el tiempo, se estaba acostumbrando a mirar hacia otra parte para seguir vivo. Con el tiempo se estaba acostumbrando a mirar hacia otra parte para seguir. Con el tiempo se estaba acostumbrando a mirar hacia otra parte. Con el tiempo se estaba acostumbrando a mirar hacia otra. Con el tiempo se estaba acostumbrando a mirar. Con el tiempo se estaba acostumbrando. Con el tiempo, se estaba. Con el tiempo. Con él.



                                           CAÍN NO BAJA EN TRIBUNAL
             Ayer encontré a Caín en el metro.  Mendigaba céntimos de descanso eterno en la línea 10. A cambio, enseñaba la cicatriz de su frente, con forma de árbol, y contaba su historia. El Génesis es una milonga, gritaba entre la desidia de ebook y mp3. Al parecer, Abel se suicidó con la jodía quijada. Tenía prisa por ser el primer humano en llegar al paraíso, por si regalaban una batidora. Sus padres presentaron coartada, estaban recogiendo manzanas para la cosecha de sidra. Por exclusión, dado que Cioran no había inventado el suicidio aún, el juez de primera instancia lo incriminó a él. Inconvenientes de ser cuatro monos en un edén de mierda, decía Caín mientras pasaba la gorrilla.
     Fue sentenciado a abandonar sus campos y vagar por la tierra. Ahí sigue, el hombre. Lejos de su huertita ecuatoriana, en un subsuelo de vagones, cumpliendo su condena. Entretanto, las ovejas de Abel se reúnen en el G-20 y adoptan sinuosas formas de mercados a cuatro patas. Antes de bajarme en Tribunal, le dí veinte céntimos y un sandwich que enrolló en la portada del Marca. Mientras iniciaba mi transbordo, aún alcancé a ver como dos seguratas lo arrinconaban en el andén y, muy probablemente, le pedían los papeles.

MENTIRAS

Los mentirosos suelen decir que las cifras no mienten. Es mentira, mienten. Las cifras. No los mentirosos, las mentirosas cifras lo demuestran.


                                                  

                                                       OKUPAS EN EL ROPERO

                 No recuerdo con exactitud en qué momento mi armario empezó a estar habitado. De pronto, los vestidos, los trajes de chaqueta, y hasta los impermebles, se empezaron a rellenar con sus respectivos cuerpos. Con sus respectivas versiones de mi cuerpo, para ser más precisa. Ahora, al abrir la puerta corredera con espejo incorporado, me recibían, colgadas de unas atónitas perchas, las sucesivas imágenes de quien fui o pude ser. Las imágenes de mi yo huido, muy serias ellas, cada una en el renglón del tiempo correspondiente a su estreno.
                Como, además, no me gusta tirar nada, el número de ocupantes del ropero empezó a resultar incómodo, casi asfixiante. A veces, murmuraban entre ellas, sonreían condescendientes, o miraban con ironía el estrago de los años sobre mi piel y, acaso también, sobre mi alma. La situación se volvió insufrible. Mi asistenta polaca me recomendó unas vacaciones en el Caribe.
                 Tampoco era buena idea. Tendría problemas con el equipaje. La ropa habitada ocupa mucho en las maletas. Además, me cobrarían suplemento en el pasaje de avión. Al final, tras diez días reflexionando con los mismos vaqueros, he tomado una decisión mejor. A partir de ahora, alquilaré mi nuevo vestuario, y lo devolveré tras la primera puesta. Respecto al fondo de armario, se lo he regalado a mi asistenta polaca. Se ha puesto tan contenta, la pobrecilla. No sabe lo que le espera. Tan frágil, ella, y con toda esa ropa habitada por el cuarto.




CITAS
         Aquella tarde, él faltó a la cita. Resentida, ella entró en el bar de enfrente y no tardó en ligar con un estudiante que se hacía el despistado. Quedaron para el día siguiente. Ella, como cabe suponer, no acudió. El humillado estudiante telefoneó a un antigua amiga que le miraba con rubor, y la convocó para el día siguiente. La antigua amiga esperó en vano, luego se vengó quedando esa misma noche con el hijo de su portera que la perseguía hace tiempo sin éxito. Tampoco lo tuvo esta vez, buscaría a alguien para salir mañana, decidió el joven aspirante a conserje en la soledad del plantón…
     Así podría comenzar una tetralogía de dos mil folios. Lo dejamos, si les parece, en puntos suspensivos… Baste decir que hace tiempo las citas son ya una superchería. Nadie cree a estas alturas en su cumplimiento, aunque seguimos aceptándolas cuando somos requeridos. En los cafés, las mesas sólo tienen una silla, las almas y almos pasean solitarios por la acera, y los bancos de los parques se diseñan ahora con reposabrazos individuales…
              En mi disculpa, debo aclarar que, además, no puedo terminar mi tetralogía porque he quedado con alguien dentro de diez minutos. Es obvio que mi convocante no acudirá. Pero yo, como soy la parte citada, no puedo excusar mi asistencia. Las reglas del juego, así nos enseñaron, son para cumplirlas.




RUMORES SIN CONFIRMAR

               Primero, el individuo áquel de traje gris marengo. Mirándote desde el otro lado del cristal, sus codiciosas pupilas prendadas de ti. Luego, un balanceo sutil  que te transporta fuera de tu silente mundo cotidiano. Te sientes afortunada, siempre te gustó viajar. Una ducha rápida y al fin, te tumbas a descansar sobre una algo parecido a una toalla de algodón teñida de colorines. A tu lado, un paisaje de aromas y sabores donde avivar los sentidos susurrantes. Unas manos mimosas te acarician sin prisa. Recuerdas los absurdos rumores que circulaban entre los recelosos.

              Presagiaban turbias amenazas. Nunca creíste en ellos. Todos te saben optimista, vital, alguien capaz de hacer de la necesidad virtud. Qué felicidad, al fin, cuando te introduces lentamente en el jacuzzi. Será un baño placentero, piensas mientras te vas adormeciendo. Las pinzas delanteras se contraen, intuyes que de puro gusto. No, no eran ciertos lo rumores, ahora lo puedes confirmar. Además, el agua está calentita, ésa es tu última sensación. A cien grados, más o menos.
       


CARRERA  INÚTIL

               Un día oí comentar que la felicidad corría por mi barrio. Decidí salir a perseguirla. Tardé el equivalente a varios maratones en comprender que era más rápida que yo. Obviamente, ella no fumaba. Sudoroso, agotado, con los primeros síntomas de flato, me detuve. Qué le den, se puede vivir bien siendo infeliz, simulé consolarme, justo a la puerta del bar de Félix.

         Cuando me vió parado y no sintió mi aliento en su cogote, la muy puñetera dejó de huir. Me miró, condescendiente. Paso a paso, sin ninguna prisa, deshizo el camino, se acercó, y se sentó a mi lado, sobre el bordillo.

            Luego entramos a tomar unas cañitas. Félix la saludó como a una parroquiana habitual. Solía acodarse en la barra con quienes sabían abandonar a tiempo. Bebimos como si se acabara el mundo. Ya habíamos corrido bastante.




LA  SUBASTA  DE  DAMIAN  J.

Para pagar tres meses de alquiler, Damián J. subastó su alma por Internet. Varios chats después, lo atraparon unos ojos de mar helado y vivió clicados esbozos de amor. Un tardío amanecer intuyó, tras los celestes ojos, el resquemor de un archivo oculto.
Ya era tarde. Se había completado una troyana venganza. Entre las teclas lechosas de la joven de ojos gélidos, Damián J. perdió la razón.  Meses después, con el desamor en pause, su antiguo alma le arrebató también el disco duro. De paso, arrampló con sus escasos bienes y su precaria salud. Harapiento y enfermo, Damián J. vaga ahora por un mundo ajeno. Ajeno, como su alma en la pantalla azul.




 ABURRIMIENTO DE LOS OTROS
               En el piso de enfrente al mío vive una pareja de mediana edad. Su vida se reduce a salir al trabajo, volver a casa, cocinar, ver la tele, irse a dormir hacia las doce… Tedio programado. Una vez a la semana, casi siempre en viernes, hacen el amor. No necesito verlo, conozco sus rutinas. Van al súper los sábados y discuten por el mando a distancia. A finales de mes, viene a visitarlos su hija, que es separada y vive en el sur. Trae con ella los dos nietos de la pareja. Salen a comer a un italiano, por los niños.
          Tienden la colada los martes, les gusta la ensalada con atún, en agosto marchan quince días al pueblo de la familia de ella. La misma forma de vestir, los mismos ritos, las mismas palabras sobre lo mal que anda el mundo… Aburrimiento en formato scope.
           No soporto a este tipo de gente. Me resultan tan repetitivos…Yo, sin embargo,  soy muy activo, me dedico a observar a mis vecinos. Los vigilo por la ventana, escucho tras los tabiques, espío cada uno de sus movimientos. Vivo la vida a chorros desde mi sillón junto a la ventana, cerca del muro medianero que me separa –o me une- con su hogar. Ustedes, que entienden de esto, admitirán sin duda que soy un tipo francamente divertido.



¿ESCAMPARÁ?

               Llueven primas de riesgo, los charcos financieros e inmobiliarios nos manchan los zapatos de barros amenazantes, siguen las bajas presiones en los mercados de opciones y futuros, una riada en forma de apocalipsis se desliza por los canalones hasta caer a chorros sobre las aceras del estado de bienestar…
               Siempre que llueve, escampa, decían las abuelas en tiempos de penuria, cuando no había prensa salmón. Ese supuesto, en tiempo presente, y en los presentes tiempos, es empíricamente incierto, han corregido ahora las agencias de rating. Al menos, durante todo el tiempo que la lluvia permanece.  No hay opciones ni futuros. Pues vaya.   




                                               DESPRECIO ETERNO

           
  Te dirán que estoy loco por ti. Es mentira… Que te adoro con pasión, a pesar de tu desdén reiterado. También es falso… Que mi amor de perfil adolescente me lleva a sufrir toda clase de humillaciones por tu parte. Se equivocan, por supuesto.

              Es más sencillo. Lo de quererte es como un farol con dos cincos, un juego donde nada tengo que perder. Para ser sincero, apenas me gustas. Si te persigo tanto, si te he elegido, es, precisamente, porque me desdeñas. De esta manera, sé que mi amor durará toda la vida. Y no me provocará desengaños. Será impostado, pero eterno. Siempre el desprecio ha resultado más duradero que el cariño. Y más cómodo.



COMPRAR A ÚLTIMA HORA


En los mercados, al caer la tarde,
se instala la nostalgia entre los puestos,
hay lotes de sonrisas en rebajas,
lubinas con los ojos oxidados…
Alguien barre despojos en silencio
almacenando acaso un tiempo huido
entre los cierres. De cuando en cuando,
el pulso de la vida entra abrazado
a una mujer con prisa en la mirada… 


Para ese hombre, que acaso sea yo
o incluso usted, si se alumbra por dentro,
puede que el día aún tenga remedio.
Quizá el azar susurra por las noches
para los que acechamos esperanzas
bajo el serrín silente… O paseamos,
mientras duermen en paz los embutidos,
sueños raídos, ya sin precio de venta,
sobre los mostradores del olvido.
    (Del poema Comprar a última hora. Accésit S.Fdo.Henares. Febrero 2012)



                                   PENSAR, VIVIR… 
               Sin haber vivido podría pensarse, siendo vívidamente pensante, que quienes vitalmente pensaban que vivimos menos cuanto más pensamos, lo que quizás pensarían –vívidos pensadores ellos- es que si se piensa menos se vive más. 
          Eso vivo y pienso, en mi pensado vivir, mientras  –pensando- voy viviendo de mis vivos pensamientos, esos pensativos vividores que piensan que viven sin pensar durante toda su poco pensada vida.

DESAMOR EN EL TERCERO


           Subirás despacio la escalera. Para que no te delate el sonido del ascensor al detenerse en nuestro descansillo. Así, en silencio, tendrás más posibilidades. Y, al fin y al cabo, vivimos tan sólo en un tercer piso. Sigiloso, apagando apenas la respiración entrecortada con aspecto de estertor, te pararás frente a la puerta blindada. Unos segundo de indecisión. Luego, el ensayo…

           Cuando entres, yo estaré rellenando la vertical nueve del crucigrama. Conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra…. El movimiento de los visillos del ventanal me advertirá del fracaso. Una ráfaga de corriente aventará la palabra buscada, que huirá por una rendija, entre la hoja entreabierta y el impasible marco. Cuatro letras lanzadas al abismo, otra vez, escaleras abajo.
         Nos miraremos con resignada frustración. Tú me saludarás con un rutinario quétalcómofueldía. Simularemos un roce de labios en conserva. Y yo comentaré, mientras doblo, abatida, el crucigrama, que ahora anochece pronto, y que el hastío bate bien con el gazpacho.


MELODÍAS  ADECUADAS
        La distancia entre dicha y desolación es muy tenue. Apenas audible. Un crujido a pleno día, una esquiva palabra entre torpes balbuceos, el rasgueo de folios con letras en negrita sobre cualquier fondo de batas blancas. Un sonido imprevisto, un teléfono a deshora, las más de las veces…

          
             Por eso, cada vez que cambio de móvil, elijo con suma prudencia la melodía del politono.


CARRETERAS COMARCALES

                Abandonó la autovía, intentando evitar el esperado atasco. Torpe decisión, pensó luego. La comarcal, que poco a poco se iba estrechando, le transportó a un difuso erial, pardo de soledades y encinas retorcidas. El firme era cada vez más irregular, y los baches recordaban la  raída alfombra de cualquier vida.
                De pronto, divisó un pueblo. Media docena de casas sostenidas por adobes. Humo en alguna chimenea. Reductores de velocidad a la entrada. Con el coche a veinte, se fijó en detalles que nunca hubiera sospechado. La humedad caprichosa por los muros, dos ramas de lilo junto a un tapial derruido, el perezoso devenir de un gato…
                 El embrague se rompió en un recodo del camino, junto al brocal de un pozo abandonado. El coche quedó atravesado, frente a un pajar donde aún rebotaba algo de aquel sol de los ocasos. Sentado en un poyete de piedra desleída, un viejo dibujaba imposibles con su cachaba sobre el suelo polvoriento.
                 Cuando, aturdido, bajó del automóvil, lo adivinó. Había llegado. Con algo de retraso, claro. También en las desviaciones hay atascos.


NO TODO SUBE
                
            No todo sube, aseveró rotundo el responsable de Economía y Hacienda, mientras abandonaba el ascensor en el piso bajo, camino del coche oficial. Tengo pruebas, añadió, desafiante.
                 La frase alumbró inicios de informativos y tintó primeras páginas de los diarios, desplazando así las poco relevantes noticias sobre subidas en los precios de medicinas, luz e impuestos. El ministro baja, añadía el titular.


DE MILITARES Y PLOMOS
            El cabo J. desertó un día cuando, en el rancho, pusieron conejo al chilindrón. Detenido en las cercanías del cuartel, y sometido a Consejo de Guerra, fue interrogado sobre los motivos de su incomprensible huída.
                 -En uno de los muslitos que había en mi fiambrera, encontré un perdigón.  -respondió con aplomo, como si no pudiera contestar de otra forma-  Comprenderán ustedes que no pueda ser partícipe de tamaña atrocidad, de tan primitivo estilo en la eliminación de seres vivos.
                 Fue absuelto. Efectivamente, matar conejos a perdigonadas está muy feo. La sistemática de aniquilación militar ha evolucionado mucho.  Aún así, y por si acaso, el capitán médico –que tenía probados conocimientos de la siquiatría moderna- le atiborró de ansiolíticos durante tres semanas.


PRÓJIMOS



             Al ver aquellas imágenes por televisión, decidió muy seriamente entregarse para siempre a los demás. Dedicaría su vida al prójimo. Luego, se fue a dormir, tan satisfecha.


                  Sin embargo, el muy ingrato del prójimo no apareció. tos se vulgares suelen resultar así de desagradecidos. Bueno, la voluntad es lo que cuenta, se justificó mientras en la peluquería le hacían las uñas de los pies

DE MOROSOS SITIADOS 


       Llamaste a mi puerta para cobrar una antigua deuda de amor. Pero no te quise abrir. Soy un reconocido moroso en materia de sentimientos. Decidiste, entonces, acampar en el descansillo de la escalera y esperar mi salida.



               Ahora estoy aquí, en mi hogar solitario. Sitiado. Apenas me quedan víveres para un par de días. Luego no tendré más remedio que abandonar el refugio. Tú te sorprenderás de ver salir a un desconocido. Esa persona por la que pregunta ya no vive aquí, huyó a algún lugar lejano, mentiré a medias.


                No me reconocerás. Los estragos del tiempo me sirven de disfraz para no pagar recuerdos con intereses. Y cruzaré con mi cobardía el descansillo donde aún sueña tu esperanza.


      Aún así, no puedo negarlo. El otro que me habita te quiso mucho.     



LLAMADA     

                Cuando descolgó el teléfono, la voz de ella supuraba odio a través de la espiral del cable. Le insultó, le despreció, amontonó reproches sobre tantos años de deudas impagadas. No le permitió defenderse, ni siquiera balbucear una disculpa. Desde la trastienda de su voz se recreaba la vergüenza, el desamor, incluso el ulular de un odio adulto. Finalmente, de un golpe seco y doliente, la mujer colgó.  
     
         Sintió alivio. Como cuando el tiempo te absuelve. Al fin y al cabo, dejarla hablar había sido una terapia oportuna. Y, después de todo, ¿quién le dice a una mujer escorada hacia el abismo que ha llamado a un número equivocado?



PARA NO PERDER NUNCA
               Al enfilar la última curva, su caballo galopaba en cabeza. Lo espoleó, sin embargo, con la fusta ansiosa. A menos de trescientos metros, le aguardaba la gloria. Oyó el vocerío frenético desde la valla. El animal bufaba, sudoroso. A punta de látigo le exigió más. Y más. Y máááááásssssss….Al fin, victorioso, cruzó la meta…
               Los gritos no cesaron. Aunque él no los escuchaba. Nunca escuchaba. Por eso declaró no ser consciente de que los jueces habían anulado la salida. Había corrido solo.
               No era tonto. Conocía muy bien la manera de no perder.


RENOVACIÓN  DE  VESTUARIO
               Cada cierto tiempo, hacía limpieza de armarios. Revisaba lo almacenado en la última etapa, medía el deterioro del material usado, desechaba todo aquello que ya nada le sugería. Liquidación por fin de temporada, se justificaba.
              Luego, con la agenda vacía y la memoria en blanco, salía a la calle. En el primer  bar, buscaba sobre el mostrador nuevas sonrisas que guardar en el cajón,  ambiguos sentimientos para colgar de perchas expectantes, voces silentes que almacenar por los altillos…
              Lo que nunca hacía era esperar a las rebajas. Las almas en oferta, lo había comprobado muchas veces, duraban poco y se planchaban mal.

AULA  DE  FILOSOFÍA

              ¿Cuál es la razón de nuestra existencia? ¿Dónde se esconde el sentido de la vida? ¿De qué profundas raíces se alimenta el árbol de nuestro destino?, preguntó, con aquella mirada ausente de quien ausculta los grandes enigmas…

               Pagas el último gin-tonic y te largas, respondió la voz, acaso sobrenatural, del maestro, desde el otro lado de la sabiduría.  Que tengo que cerrar…


                                      
EL GORDO DE LOS MARTES
            Para todos los demás, era un hombre moderadamente afortunado. Todas las semanas le tocaba el reintegro. Tampoco más. Pero eso le permitía reinvertir la apuesta que hacía en nombre de su grupo de amigos. Mantener en ellos la ilusión y la probabilidad del premio liberador.
             Eso, para todos los demás. Para él, cada martes era el momento de sentirse  millonario. Cuando canjeaba en la administración de loterías los décimos premiados. Allí, tras un mampara de cristal antibalas, dos ojos color café cortado. Allí, cada martes, con voz de niño de San Ildefonso recitando el gordo, ella murmuraba…
             -Esta semana acaba en cuatro, corazón…


PENITENCIA




                     El día había resultado un desastre. Todo empezó en la misa matinal, cuando no halló al padre Matías en el confesionario. Al parecer, estaba enfermo y le sustituía un cura joven, con granos en la cara y un toque de desaliño. Recibió como penitencia la obligación de preocuparse por los demás durante veinticuatro horas, de atender sus demandas, compartir sus cuitas…


 Ya con las amigas del taller de manualidades, intuyó que no iba a funcionar. Soportó a duras penas la quejumbrosa conversación, su recurrente vulgaridad. Cuando volvió a casa, ayudó a su hija a maquillarse para una fiesta. Comprobó, con ambigua decepción, que la niña nunca heredaría su clase ni su estilo. Por la tarde, concedió permiso a la empleada de hogar para que acudiera al médico.


            Preparó la cena por sí misma. Su marido criticó la torpeza culinaria y le reprochó tanta benevolencia con el servicio. Ya en la alcoba, se ofreció, solícita y sugerente, aunque apenas llegó a cuajar una faena de aliño. Luego, mientras le oía roncar, decidió que no volvería a confesar hasta que se recuperara el padre Matías.


                   Y nunca, nunca jamás, aceptaría otra penitencia que no fuera de un padrenuestro y tres avemarías. Como Dios manda.    




CON RENGLONES TORCIDOS

           
               La Biblia en verso, le dijeron… Y se puso a escribirla. Al principio, la composición fue relativamente fácil. En los primeros tomos se le respetaba. Se le temía, más bien. Como Yahveh era alguien… Pero al llegar al Nuevo Testamento, todo cambió. Los escribas se sindicaron para exigirle cuotas de poder, y los seguidores de su hijo –recién enviado al ring- se reducían a un gay, una puta convertida, varios cobardes mentirosos y hasta un traidor por un pulado de denarios que, al cambio, no pasarían de dos mil euros. Eso no había dios que lo versificara.
                Delegó entonces la tarea literaria sobre los humanos. Ahí llegó la gran debacle. Éstos  se dedicaron a emborronar páginas con títulos como El extranjero, La montaña mágica o El Aleph. Había que intervenir... Creó entonces al editor de best-sellers. Desde entonces, sus criaturas leen como corresponde, sin exprimirse el coco ni cuestionar el vacío de esas intrigas baratas.

                No son la biblia en verso, pero como tochos, valen. Nunca mejor dicho, Dios escribe derecho con renglones torcidos.   


PORQUE RESULTA TRISTE RECORDARTE...                        


          Porque resulta triste recordarte           
 en un viernes de ayer hecho jirones
donde compró billete el desencanto
sin asiento en las almas de ida y vuelta...

Fragmento de "Camino de ti, puede que un domingo" Segundo premio. Cartagena, marzo 2012



ESCRÚPULOS

               Era aún temprano cuando se produjo el asesinato múltiple. Su despiadado autor, así se comprobó minuciosamente luego, había torturado con saña a las víctimas, ensayado atrevidas fórmulas sobre la disposición final de los cuerpos, retorcido el puñado de cadáveres con las tenacillas de la violencia...

               Asomaba un sol pálido y delator entre la niebla expectante. Era el momento de presentarse ante las autoridades competentes. Tomó un café. Contempló por última vez la magnitud de la tragedia perpetrada. Luego salió a la calle, poseedor de un secreto abismal. Esta vez sí, el despreciable tribunal de mediocres le prestaría la atención merecida. Entregó su confesión y esperó el veredicto.
                Le dieron un accésit. En el mundo de los premios literarios, siempre hay otros asesinos de palabras con menos escrúpulos.  
                                          
                                                                                    

ESA MUJER, QUE EN EL ANDÉN ESPERA...


Esa mujer, que en el andén espera

el tren hacia una vida diferente,

tiene el alma colgada de un pendiente,
ropa de plancha al albur de una quimera...

              (De  "Esa mujer, que en el andén espera..."
                                                                    2º Premio Poesía Ciudad de Frías 2012)



DIFÍCIL  ELECCIÓN
          Aquella tarde, se despidió de ella, como siempre, con un hasta pronto. No la volvió a ver.
          Cuarenta y dos años después, la encontró. Un azar de dedos bajo las intercostales. No era la misma, por supuesto…
           Pero también le sedujo. La misma ilusión en la ribera de aquellos ojos. Se instaló la duda sobre cuál de las dos le gustaba más.
           Al fin, la fidelidad se impuso. Nada supera a un amor destilado en la memoria. Sin embargo, es amigo de la actual. Y de vez en cuando, recuerdan juntos a la otra.
           O comentan, sin nostalgia, aquella tarde, cuando se despidieron. Como ahora, como siempre, con un hasta pronto.
                                                          (Relato para tiempos a-morosos)                                    

MOMENTO DE GLORIA

               Créanme, fue una tarde conmovedora. Allí, conmigo, mi familia, mis amigos e infinidad de conocidos. Todos los que me quieren, los que dicen quererme, los que simulan su cariño y hasta los que lo fingen con impudicia. Durante media hora, fui protagonista. Hablaron de mis muchos valores, disputaron mi cariño e incluso pelearon por la pole position en mi supuesta escala de afectos. La emoción nos contagió a todos. En otra circunstancia me habría llegado al corazón, ustedes lo entenderán, sin duda.
               Luego, llegó la tranquilidad. Me dejaron en mi nuevo hogar, mi actual domicilio. Confieso que ya me apetecía un poquito de intimidad. Penumbra, soledad, silencio… Se alejaron todos. Volverán, algunos de ellos con un recuerdo en forma de flores secas. El dos de noviembre, más o menos.

                                                                                                                  
ERA DOMINGO
         
   El séptimo día, descansó. Pero resultó ser domingo, y había fútbol. Aprovechando la dejación divina, un puñado de figuritas, recién creadas el día anterior, enarboló banderas y acabó clavando las astas en el barro, aún informe, de sus compañeros de creación.
 
            Ese domingo fue declarado por los agnósticos el diasindiós. Para los antropólogos, ha significado la aparición en la tierra del homo sapiens.
                       

INVITACIÓN AL REENCUENTRO


                 En el mismo momento, justo en el mismo momento en que me sumergía bajo tus ojos de café, en aquella esquina del zoco de Bagdag, una bomba inteligente, de esas que no dañan edificios ni monumentos, estalló a tus pies. Ignoro si aquel último gesto hacia el infinito reflejaba tu asombro ante las metálicas esquirlas de la muerte.
                 Prefiero pensar que era una mueca de invitación al reencuentro. La cita apresurada en ese lugar donde ahora me encamino. Alá es poderoso y todo lo consigue.
                                               

SIN FINAL FELIZ


                          Casi todas las historia de amor acaban mal.
           Casi todas, pero, especialmente, las que parecen acabar bien.

                                                
                                    TRAS  LA  FRONTERA
                                                    
                  Al final de aquel imprevisto viaje, la carretera le dejó al borde  de un puesto fronterizo. Estaba enclavado en lo alto de una loma y, al otro lado, esperaba encontrar aquel país del que tanto le habían hablado. Estaba mirando hacia allá cuando los policías de la aduana le pidieron la documentación. Balbuceó algún olvido fingido, retrocedió sobre sus pasos, deshizo el camino…
                  Los médicos comentaron que era sorprendente cómo había regresado del coma. La familia asintió, entre confusa y aliviada. Nadie le preguntó. Tampoco podía hablar, por el momento…
                  De haberle preguntado y de haber podido contestar, aseguraría sin duda que retornó porque descubrió de pronto que no tenía el pasaporte en regla. Que le faltaban aún muchas hojas por rellenar. Y que nunca era tarde para comenzar de nuevo. Se habría callado, sin embargo, el verdadero motivo…
                 Al otro lado, ahora estaba seguro, no había nada.                                              
                                          
                                                                                                                                                                                                                                                                                                     DESEOSAURIO


       Cuando se durmió, su pareja todavía estaba allí. Monterroso y el deseo se habían ido.
                    
                          (Microrrelato postcoitum)