Créanme, en mi barrio somos
especialmente hospitalarios. Nos gusta recibir a los visitantes con los brazos
abiertos, es una de nuestras señas de identidad. Otra, ahora lo recuerdo, es que el
camión de la basura sólo recoge aquí residuos generados por los no residentes, por los foráneos. Nosotros
no lo necesitamos, se diría que somos precursores del reciclaje humano.
Tenemos, por otra parte, en el
barrio, dos locales bien pintureros. Uno es la tienda de Don Baldomero, el
vendedor de adioses, que tiene la costumbre de secar almas ajenas en unas
cuerdas de nailon. Y sobre todo, el bar del Gorín, con su bien merecida fama de
poner las mejores tapas del mundo. Son únicas, algunos dicen que arrastran un
sabor a pasados perdidos, a sueños perdidos. A seres perdidos, en cualquier
caso.
Me gusta mi barrio, lo mantengo.
Lo mantendré también esta tarde, cuando vengan a visitarme el casero y el
oficial del juzgado, con la orden de desahucio. He avisado a algunos vecinos,
no hay problema. Fieles a nuestra consabida hospitalidad, los recibiremos con
los brazos abiertos. Por lo demás, el camión de la basura está preparado, y Don
Baldomero ha empezado a tensar dos cuerdas nuevas para la colada.
Mañana no me pierdo el aperitivo
en el bar del Gorín. Sospecho que habrá tapa doble.