Aún resistiéndome al significado de tener que marcar un día en reivindicación de la dignidad de la mujer, como si el resto del año se nos olvidase, toda esa parafernalia me lleva a recibir hoy por la tarde el Premio de Poesía Villa de Arahal, con el poemario Lo dicen las portadas de las revistas, del cual adjunto el texto Repíteme otra vez. El final -no puede, no debe ser de otra forma- tiene un tono esperanzador, donde la opresión no alcanza, y los oídos ironizan sobre la libertad. Algún año no será necesaria la marca en el calendario. Mientras tanto, va por ellas, por vosotras, y por las que se dejaron la vida en el empeño.
Repíteme otra vez
cuánto me quieres
como quien plancha
sueños enterrados,
repíteme otra vez
que estaremos unidos
para siempre
excepto, por
supuesto, los domingos
de fútbol en la tele
y ausencias
derramadas en la cama,
cuéntame que trabajas
día y noche
para que nada falte
en los estantes
salvo en todo caso,
algunos sentimientos
carentes de
importancia,
o esa caricia en el
alma herrumbrosa,
repíteme, otra vez, o
no podría
soportar la hiel del
desayuno,
lo bien que me quedan
los cruasanes
que en el horno
tuesto a fuego lento
junto a mis ilusiones
medio crudas,
mientras duermes
arrullado en la rutina,
háblame sin parar de
mis desvelos,
de cómo te cuidaré si
caes enfermo,
repíteme, mientras
vomito hastío,
que una familia así,
comodiosmanda,
es el cimiento del
amor, y punto,
mientras, un poco más
adentro,
la soledad me
resquebraja lentamente,
dime que soy persona
porque lo soy en ti,
me gusta mucho,
repíteme, otra vez,
cuánto me quieres…,
lo echo en falta
ahora especialmente,
cuando por el camino
de silencio
que de tu voz me
aleja, y de tu amparo,
su eco se ha perdido,
y no me alcanza.