Vio, y ayudó a ver, en aquellos tiempos de oscuridad obligatoria
(Galeano, a propósito de Galileo. Extraída, precisamente, de su libro Espejos)
Los amigos, la familia, algunos seres vagamente amados…
Esencia de otredades pulverizada en espray sobre las cuarteadas axilas de
nuestra existencia. La vida sin ellos –aseveran los manuales- resultaría incompleta,
un puzle con las piezas desencajadas. Por pura cobardía, admitimos el axioma de su imprescindibilidad.
Aceptémoslo, son necesarios, además de convenientes. Aunque no tanto por su función como por su ubicación: la latitud exacta de nuestra miseria.
Los otros, ese infierno sartriano, siempre en medio. Se interponen, y eso nos salva, entre nuestra mirada y el espejo.
Los otros, ese infierno sartriano, siempre en medio. Se interponen, y eso nos salva, entre nuestra mirada y el espejo.