A un tal Vivaldi, a Landero, Sorrentino y Llamazares, por hacernos la vida más soportable
A Jose Ignacio, a Rafa, por seguir ahí
Verano. Restañando agravios, Jose
Ignacio García Ruiz, víctima en nuestra común infancia de un ejercicio
ético implacable, me sugiere escuchar a la Bartoli
en el aria Sposa son disprezatta. Forma
parte de la ópera Bajazet, del Prete Rosso, rescatada de algún arcón
polvoriento. Me trae un sopor de vidas en suspenso, el universo claretiano
donde nos conocimos, aquel preludio del futuro en unas aulas con pantalones
cortos y sueños infinitos.
Otoño. Doy recreo a mis sentidos –obligado verla varias veces, conviven múltiples
películas dentro de ella- en la revisión de La
gran belleza, ese impagable ejercicio de autolapidación creado por Sorrentino. Decadencia, abandono,
soledad. Lluvia amarilla, escribió hace
años Llamazares, hojarasca de urbes
sin destino, esparcida sobre nuestra común infancia de pueblos abandonados.
Invierno. Paseo bajo el bloque de viviendas de la calle Constancia, donde discurrió –escurrió, sería más apropiado- mi niñez, en el barrio madrileño de Prosperidad. Humedades del recuerdo bajo sus balcones, tan similares a aquel donde Luis Landero (El balcón en invierno) veía pasar la vida, de charla con su madre, y la muerte, alrededor de la poliédrica figura paterna. Rememoro nuestra común infancia de pupitres y sotanas, aquella lasitud de geranios suspendidos, los diferentes fríos de diciembre, aquí, en la Prospe.
Primavera. Lo resume con maestría novelística Rafa Caunedo, portador ya
en nuestra común infancia riazana de un lúcido sentido de la vida. En su
columna de El Cotidiano, 30 octubre 2014,
que titula precisamente “Nada y la
belleza”: Sé
que este mundo no es perfecto, sé que incluso parece estar pudriéndose, pero me
niego a que todo eso solape la belleza. Todo y…
Músicas, reflejos, paisajes, miradas…. Estaciones que se suceden en los márgenes del tiempo, hojas de almanaque con anotaciones a lápiz sobre el olvido, seres con los que compartimos ese extraño oficio de vivir. Hilos de infancias comunes, de sueños similares. Inasible el presente, deshojo en silencio el calendario: por todas sus fechas, pasadas y futuras, rezuma todavía un tiempo de belleza.