Llegaremos más tarde, hacia las cinco,
mi alma y
yo, según
estaba
convenido, ella buscando
otro nuevo
armazón donde encajarse,
yo
convencido
de ser al
fin un hombre des/almado,
cada uno
intentará
archivar por
fin las soledades
de muchos
años juntos, simulando
después de
tanto tiempo
que aún
puede ser, que (aún)
(
puede)
(ser)…
Coincidimos
en algo, eso sí
-mi alma y
yo-, en la costumbre
de ejecutar
con gracia
esos gestos
de hastío tan marcados
en cualquier
relación de conveniencia,
somos así,
por eso
vamos a contemplar el simulacro,
la sutil desazón
que acecha a
los becarios del olvido.