Llueve en silencio desde el
borde superior de la pantalla. Llueve, también dentro de ella, sobre los
adoquines de un París herido y ceniciento, mellado por los sueños a deshora. Ronda
la medianoche por la sala oscura, tú me
hablas al oído de otros desgarros en nuestra historia rota, costurones en
las raídas camisetas, compradas al amor de mercadillo. Confundido y triste, te escucho a ti y –al mismo tiempo- escucho también
a esa francesa gris de celuloide, adolescente de melena corta sobre un rostro
mustio. Os escucho a ambas, quizá también a mí mismo, sin sentir nada, nada ya,
nada ahora, vacía mi memoria como un actor perdido en el rodaje.
Es un guión con palma de oro y
el aplauso de la crítica entendida. Los críticos elogian ese desencuentro fugaz
de un par de botas altas de cuero y unos mocasines por los bordillos de una
ciudad mojada. Me cuentas al oído que estás
harta, que se ha hecho tarde para recuperar el eco adormecido de nuestros pasos,
errantes huellas entre andenes polvorientos, surcados por trenes a deshora varados
con retraso en nuestro amor sitiado. Apenas entiendo tus palabras, tampoco tus
gestos de primer plano, casi prefiero el silente quejido de violines entre
Montmartre y el patio de butacas.
En aquel café parisino los rostros
se distancian, lo mismo que se alejan los nuestros en la fila siete. En su
mirada esquiva, dibujada con el oficio de una primera estrella, el actor vuelca
unas lentas gotas de hastío que caen sobre la taza desbordante de ausencias. Nos
arrastra, también, un travelling que viaja hacia el vacío, como aquel recuerdo
de otras tardes de entresuelo. Me repites otras vez que no me quieres, que te vas
para siempre. Que no compre otra vez dos
entradas en taquilla si la peli acaba mal, como la vida.
Sobre la mesa (plano cenital y
melodía desgarrada de acordeón) agoniza una moneda y dos vidas rasgadas por el
tiempo. Es lo que tienen, me consuelo, estas películas francesas intimistas.
Pero te gustan, lo sé, siempre te han gustado. Aunque tu recuerdo huya ahora
por la salida de emergencia. Llovizna otra
vez sobre los recuerdos, entre los que ya no estás. Quizá nunca hayas estado,
creo que lo preferiría. Renuncio a mirar
el reloj, su mensaje digital solo me mostraría un tiempo ficticio, como el
gesto de esperanza en el
protagonista mientras abre el paraguas. Me quedo a ver los créditos arropados
por un chelo en la penumbra, luego salgo despacio hacia la calle, bulliciosa de
risas bajo las farolas. Ya no estás, me repito.
Ya no estás y tiritan de olvido las aceras. Repaso los fotogramas
que anuncian los estrenos de otras salas. Para el próximo miércoles, quizá
elija una peli japonesa. O puede que iraní, son lo más en esto del cine de
culto y, además, allí siempre hace sol. Me quedo solo frente a la fachada
vestida de carteles en color, decidido a revisar la cartelera. Esta vez lo
conseguiré, me consuelo. Esta vez lo conseguiré, no quisiera perderte de nuevo
en un París lluvioso.
Tercer Premio Certamen Sierra del Pozo. Julio 2014
Repetiremos los miércoles. Buscando esa peli que nos abra nuevamente la memoria RAM de los mejores recuerdos que logramos atesorar, para, quién sabe, si embellecerlos entre la lluvia de las aceras que envuelven un cine.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué buenísimo este triple salto mortal literario premiado( ¡cómo no! ) por ventura para seguir pudiendo disfrutar de la mejor literatura, la de verdad, la que te llega y te llena de resonancias, la tuya, Amando, inigualable. ¡Enhorabuena por esta bellísima despedida de última sesión!.
ResponderEliminarAbrazos muy fuertes.
Nines.
Enhorabuena, muy bello relato Amando.
ResponderEliminarBesos.
Y mira que me gusta París!!! Aún triste y mojado, me lo quedo. He disfrutado con este premio tan bien merecido, como siempre sin lugar a dudas. Es triste la ruptura dentro y fuera de la pantalla, pero la has dibujado con una melancolía que no me cansa leer. Me ha encantado tu relato, con pinceladas de prosa poética.
ResponderEliminarSiempre abrazos, Amando.
Paul no soltaba su mano y ella se quería marchar... El tren lanzaba vapores mezclados con humo. Aquello era un ir y venir de gente en plena estación de Córdoba... Teresa soltó una lágrima y le dijo que no se llamaba Mary. Paul le dijo: yo me llamo Domingo.
ResponderEliminar- Aún así, Paul, no trates de entenderme, soy demasiado complicada y poco o nada previsible. Los silogismos conmigo se convierten en sofismas… Y sobre todo y ante todo quiero y debo ser leve.
Mary soltó su mano y Paul cerró el puño para retener aquella calidez; como si algo fuera suyo ahora; como si el corazón de aquella mujer se hubiera quedado impregnado en la palma de su mano y viviera en ella durante unos segundos. Aquellos labios, fresas en una película en blanco y negro, le decían el adiós más definitivo. Un final esperado
porque Paul, hombre cabal, sabía de las fronteras de la amistad.
El silencio empañó la estación. Mary dejó el pañuelo en el suelo para que el viento se hiciera cargo de toda la soledad y subió al tren. Pero la despedida no podía ser definitiva, porque lo que dejaba a medias jamás cesaría de rondar en su cabeza. Las ruedas de la vida se movían con el tren, y con ellas el corazón de quien lo deja todo en Córdoba.
Lejos, en la distancia, un niño corría detrás de un pañuelo.
Paul y Mary.
Enhorabuena por el premio, el relato merece ese reconocimiento y París aun cuando llueve, que es casi siempre también. Abrazos
ResponderEliminarMe gustó mucho este relato, Amando, cómo tramaste el juego entre la peli francesa y los que están en la fila siete. El final es excelente.
ResponderEliminarLo comparto en google+
Un abrazo y felicitaciones por el premio.
Relato empapado de melancolía y poesía. Mi enhorabuena, Amando. Sí, una pena no haber coincidido, lo pasamos muy bien.
ResponderEliminarAbrazos, muchos.
Pasear por aquí es igual que introducirse en ese bosque repleto de musas, ahí justo, ahí.
ResponderEliminarFelicidades poeta...
Abrazos, siempre.
Me quedo sin palabras. Enhorabuena, eres enorme!
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
http://elchicodelmetro.blogspot.com/
Dentro y fuera de la pantalla la vida es un drama/comedia, y nosostros siempre de protagonistas o actores secundarios.
ResponderEliminarBien desarrollada la idea con ese fondo de tremendo lirismo que tú manejas como un maestro.
Felicidades por el premio!
Un largo abrazo.
Revisa la cartelera, Amando. En las pelís de Guediguian encontrarás este intimismo en una Marsella soleada. Con las pelís de Mongolia que hablan de camellos o de perro amarillo para contar la vida podrás charlar con tu acompañante durante los largos momentos de silencio.
ResponderEliminarUn texto muy tuyo, con cine, andenes, meteorología del amor y tu estilo inimitable.
Abrazos.
FULLLLLLLLL. TODAS ESAS IMÁGENES...! GENIAL!!!!!!!! CON RAZÓN EL MERECIDO RECONOCIMIENTO!!
ResponderEliminarUN ABRAZO
Todo un mundo extendido alrededor del cine, el amor hecho añicos en el patio de butacas. Genial. Cuando llega el The End con el último abrazo y la llovizna como una salmodia nos cubre con lenta desesperanza.
ResponderEliminarEnhorabuena. Un abrazo.
Excelente este relato Amando.
ResponderEliminarCada uno de nosotros formamos parte de un guión cinematográfico escrito por no se sabe quien y que casi nunca nos gusta. Tal vez por eso nos gusta el cine, nos permite olvidarnos de nuestra propia película mientras vemos la de la pantalla.
Mi enhorabuena por ese nuevo reconocimiento a tu labor.
Un abrazo
C´est magnifique. Bisous.
ResponderEliminarLos créditos pueden ser incluso más intimistas que una película francesa...
ResponderEliminarGenial como siempre.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Ambos lados de la pantalla nos arrastran suavemente. Como siempre, sublime.
ResponderEliminarUn saludo
JM
yo ye hubiera dado el primer premio
ResponderEliminarabrazo
" Ya no estás y tiritan de olvido las aceras. Repaso los fotogramas que anuncian los estrenos de otras salas. Para el próximo miércoles, quizá elija una peli japonesa. O puede que iraní, son lo más en esto del cine de culto y, además, allí siempre hace sol. Me quedo solo frente a la fachada vestida de carteles en color, decidido a revisar la cartelera. Esta vez lo conseguiré, me consuelo. Esta vez lo conseguiré, no quisiera perderte de nuevo en un París lluvioso."!Qué delicia ,todo él empapado de lirismo!!Nunca te has planteado escribir una novela?Me quedo con ganas de saber más....Abrazos.
ResponderEliminarEmocionante y hermosa prosa poética. Enhorabuena, Amando.
ResponderEliminarFelicidades por el premio! Un gran escritor, sin dudas.
ResponderEliminarBuen relato y trama.
ResponderEliminarSaludos.
Genial... como siempre. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo Amando.