lunes, 3 de junio de 2013

Gallinas, picoteando

             Terminada la merienda, mi abuela se levantaba de golpe y sacudía con energía el manteo para que cayeran al suelo las migas acumuladas sobre la larga saya. En pocos instantes –lo intuyo más que lo asevero, porque en aquel tiempo no existían en mi vida segunderos- el suelo de barro recocido era un  hervidero de gallinas picoteando briznas de alimentos ajenos. Las había pardas, orgullosas, con una cresta levemente carmesí. Otras tenían una liviandad ocre, con plumas herejes en el dorso. Comían con ansia, conscientes de la urgencia de lo humano, de lo avícola, quiero decir. Algunas de ellas,  aún inconscientes de su futuro, oirían desde el caldero las campanas sonando a fiesta de la Virgen de agosto. 


            Como ahora tengo prohibido el pan, y además he acumulado la educación suficiente para comer encima del plato, ya no caen migas a mis suelos de parqué. Pero, ya ven, sigo fiel a mis comportamientos ancestrales, temeroso quizá de interrumpir la cadena sicoalimenticia. Sigo, seguimos, propiciando el atroz picoteo de la nada, devorando desechos de los otros, canibalizando sentimientos y miserias ajenas, viviendo flecos de vidas anteriores. Pero lo hacemos de forma rutinaria, sin ansia, convencidos de nuestra inmortalidad. Creyendo, en nuestra ignorancia, que el mundo gira alrededor de nuestra altiva cresta…        
      
         Tenían una carne prieta, las gallinas. Y propiciaban caldos opacos, intensos, llenos de aroma a miga candeal y placeres efímeros. Ahora el pollo viene envasado al vacío. Al vacío, recalco el término, y con fecha de consumo preferente. Es el único tipo de caducidad en que creemos todavía. Antesdefinde. Hay algo de velada advertencia en los envases de pollo, antesdefinde… Eso pienso, mientras sacudo las olvidadas migas de mi pantalón gris marengo, y admiro la sabiduría de mi abuela.    
          

29 comentarios:

  1. Como nos llevas del ayer al hoy. Aquellas migas que picoteaban alegremente las gallinas no tiene nada que ver con la tortura a la que están sometidas en la actualidad. Para ellas amanece tres veces por día. Todo el día picoteando pienso fabricado con restos de... Pollo y gallina!!
    Eso es canibalismo...

    Besos.

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  2. Excelso relato de lo cotidiano y de lo humano. La paradoja consciente de los restos del banquete en los estómagos perplejos de los que buscan, como gallinas insistentes, las migajas del mundo. Lo de la caducidad lo has clavado... caducos todos, tarde o temprano y antes de fin de... siglo? (con toda seguridad). Un abrazo amigo.

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  3. Que bien me siento al pensar que soy capaz todavía, en estos tiempos de la prisa y tu pollo envasado, de vivir como tu abuela...

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  4. Mi abuela hacía lo mismo, y había una gallina con muy mala leche que picaba a las demás para apartarlas del festín. Igualito que en la vida real.
    Abrazos migados

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  5. Un paseo de la niñez a la actualidad, pasando por las cocinas en que se se hacía vida a la prohibición de comer pan. genial. Saltos y brincos

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  6. Recuerdo esas gallinas de la casa de mi abuelo, aquella tranquilidad que reinaba en el pueblo, sus puertas de la calle abiertas, los vecinos en la puerta charlando... ¡cuánta calma y tranquilidad reinaba antes!! ¡y qué natural sabía todo!!

    Un beso.

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  7. Aquellas abuelas eran muy, muy sabias...Es de bien nacido,ser agradecido, dicen.

    Besos,

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  8. carmen garcia vega3 de junio de 2013, 20:29

    de las migas al picoteo de la nada..........genial.

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  9. Me recuerda el corral de mis abuelos en la granjita de antaño.

    Saludos.

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  10. Recuerdo que las gallinas eran un bien preciado y apreciado, un sistema de subsistencia cuya prioridad estaba por encima incluso de un buen vestido para el domingo. Huevos, leche y patatas hacían la riqueza sencilla en las casas de los abuelos. la complejidad del mundo actual, ha eliminado los olores, los sabores y los gustos por sustancias químicas que los imitan, sólo en nuestro recuerdo sensitivo regresamos a ellos. Muy buena entrada. Un saludo.

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  11. Qué maravilla.

    Estoy en mi patio de niña dando de picotear a mis gallinas tan escandalosas y urgentes.

    Entonces, todo tenía sello de autenticidad...

    Besosinfechade

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  12. Una reflexión muy interesante y con mucho peso.
    Un abrazo, Amando.

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  13. En el mundo gallinil también hay sus mas y sus menos no te creas! Claro que no hay tanta vanal orgullo como el mundo humano.
    Bicos.

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  14. Siempre hay un marcado halo nostálgico en tus escritos que sacude la memoria y me dejo llevar gratamente,pero el "ahora",ayyyy el ahora....,consigues que me picotee a jirones.Admirable,abrazos

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  15. Qué gran relato. Lo encuentro cargado y casi a punto de disparar. Una pena que es ser humano en vez de aprender parezca que aprende a desaprender. Un abrazo.

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  16. Relato reflexivo con una poética metáfora de nuestra condición humana-urbana. Nos hablas de la pérdida de los valores, y no me refiero a los religiosos, de los ritmos de vida que llevamos, de las gallinas que desplumamos cada día con la gente que nos rodea. En fin, que escrito en prosa te entiendo más. Gracias por estar siempre ahí, con tus comentarios y tus letras. Y mi hija dice que soy poeta aunque no escriba versos, jeje.

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  17. Pero no somos inmortales; nuestra cresta es la que debería girar alrededor del mundo hasta que dejara de latir (parecemos tan inconscientes de nuestro futuro como ellas). 



    Si somos lo que comemos... estamos ingiriendo demasiado vacío sí, quizá por eso hay bulimia de sentimientos ajenos, el caso al parecer, es llenarse de algo, apenas sin saborearlo. 

Un mundo de cantidades.

    Me recordaste, casi hasta olerlas, a las migas que mi abuelo me hacía con pan candeal. Creo que vamos como cagrejos.

    Gracias por el texto, Amando. Un abrazo

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  18. Excelente.

    Lo que estás contando es la historia verdadera de muchos de nosotros, no es una parábola que tú te estés inventando para escribir esta entrada. Para mí es un símbolo de muchísimas cosas. Del coraje que todos deberíamos tener en nuestra vida. De las infinitas posibilidades de vida que hay en los hombres y en los seres vivos, sólo con que alguien se preocupe un poco de los unos y de los otros. Me has hecho descubrir algo en ti que sólo veía en mí: Que un olvido puede ser asesino.

    Un gran abrazo.

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  19. Un relato que raya lo genial. Lo juro.
    Vamos a ver, por partes:las gallinas siguen teniendo prisa por comer incluso dentro de las atroces jaulas en que las han puesto a "fabricar" huevos o a "rellenarse" de carne blanda y blancuzca. Las que, antaño, comían las migas con ansia es porque tenían mucha competencia, incluso si eran "gallina única" siempre había un gato o un perro igual de ansioso; muchos para repartir y poco que repartir.
    Si no comes pan, no pierdes nada. El de la abuela era de miga morena, como corresponde a todo pan que se precie. Ahora lo blanquean (me han dicho) con azulete. O sea, azulete que te evitas.
    Picoteamos y canibalizamos de todo: "vamos depositando carroña en papeles, en bocas, en conciencias" (Caballero Bonald en "Manual de infractores" muchísimo antes del Cervantes.
    Los caldos de las gallinas de la abuela, servían para las paridas, procuraba buena leche, abundante y nutritiva. Ahora ¿para qué? ni niños y si niños, biberones. Total... Y los potitos sirven de carne de pollo de antesdefinde.
    Sí, genial. Vuelvo a jurarlo. Algo hemos ganado, de todos modos. Más años de vida, eso sí, mucho peores que a los cuarenta nos duele hasta el aire.
    ¿Mejor o peor? La cara y la cruz.
    Un abrazo.

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  20. Dioses, me encanta por tantas razones... Para empezar, compone una bonita escena familiar. Una de esas evocaciones nostálgicas de la infancia que todos tenemos en mente (al menos, los que tenemos o hemos tenido pueblo, con su corral y sus animales). Una estampa acaso idílica, pero que fue, o es, harto real. Hace que me acuerde de mis propios abuelos... Siento tremendamente acertada la frase "En pocos instantes –lo intuyo más que lo asevero, porque en aquel tiempo no existían en mi vida", porque a menudo es así como acostumbramos a sentir el tiempo, cuando somos felices... aunque cuando el momento ha pasado, siempre nos damos cuenta de que ha pasado demasiado rápido. Cuán veloces han sido los años... si me doy cuenta, ahora que tengo veintidós... ¡no quiero yo imaginarme cómo será cuando tenga cuarenta! Me ha hecho sonreír esta otra línea: "Comían con ansia, conscientes de la urgencia de lo humano, de lo avícola, quiero decir", no sólo por lo divertido de ella (y no sé por qué me parece divertido), sino por la sutil metáfora y símil, o eso creo ver. Y cerramos el párrafo con la dulce ironía vital de "Algunas de ellas, aún inconscientes de su futuro, oirían desde el caldero las campanas sonando a fiesta de la Virgen de agosto". Toda preocupación de la existencia ahogada en el agua ardiente de un caldero...

    Después de esto te vuelves más existencial y triste, como acostumbras a ser, pero eso no te hace menos genial, si acaso, más todavía. "Antesdefinde" El espacio que no se deja entre las sílabas ya nos habla del ritmo frenético de este mundo vacío de emociones. Qué sabia era tu abuela (como todas las abuelas, supongo, aunque de las mías creo que no puedo decir mucho). Qué sabio eres tú mismo, Amando.

    Muy agradecido quedo por esta pequeña lectura. Un saludo, como siempre.

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  21. Me encanta leer tus entradas, Amando. Disfruto enormemente con el regusto auténtico que me deja. Hay tanto sucedáneo...

    Un abrazo

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  22. Consuélate, tiene su encanto comer sin oler a gallinero. Pocas cosas más apestosas, francamente, y es que lo bucólico siempre tiene su contrapartida.

    En serio, me quedo con esta espléndida definición de esas gallinas recordadas...

    "Las había pardas, orgullosas, con una cresta levemente carmesí. Otras tenían una liviandad ocre, con plumas herejes en el dorso."

    tan poética como realista.

    Namasté.

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  23. Me gusta muchísimo como has traído el pasado tan intenso, cotidiano, paciente y natural a un presente superficial, interesado, rápido y artificial. La vida del pueblo (la de antes) y la vida de la ciudad (la de ahora).Me encanta la comparación: gallinas ansiosas ajenas a su destino//personas codiciosas por costumbre como forma de vida indiferentes a su destino, girando alrededor de sí mismos, viviendo a costa de las desgracias de otros, dejando todo a medias, como si el tiempo no pasase por ellas. No siempre conservar durante más tiempo es sinónimo de bueno "mejor". Poner fecha de caducidad aproximada de lo que nos sustenta en la vida, puede ser contraproducente. A veces es bueno, muy bueno saborear los pequeños instantes, momentos; ese vivir en tiempo real pues no sabemos cuanto tiempo podremos disfrutar de aquello que nos hace felices. Ahora, el instinto de supervivencia tiene otro matiz. Un fuerte abrazo.

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  24. Me has hecho retroceder hasta hace unos pocos años cuando iba corriendo detrás de las gallinas en en corral que tenían mis abuelos para asustarlas a modo de juego y a la vez era yo la que salía corriendo cuando venían a picarme. Son tantos los matices y la magia que guardan los pueblos... "–lo intuyo más que lo asevero, porque en aquel tiempo no existían en mi vida segunderos-", comparto esa frase. Antes no entendíamos de relojes, ni de minutos ni segundos; nos dejábamos llevar por la luz del día. Y frente a esa comparación de las gallinas con la codicia, a veces creo que somos buitres.

    Encuentro en tus letras una bonita máquina del tiempo con la que sonreír en días raros.

    Un abrazo fuerte, Amando.

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  25. Se leen montones de blogs. Puedo decir que entre tanto y tanto, encontré a alguien que no solo tiene cosas para decir, sino que además las dice muy bien. Tanto las prosas como los poemas son cuidados, armónicos, con voz propia y por lo tanto me pasé un buen rato leyendo, que es lo que una busca cuando encuentra qué leer.

    Besotes

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  26. Excelente texto Amando, me trajiste de vuelta a mis abuelos y quedo pensando en las fechas de caducidad de estos momentos.
    Abrazo.

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  27. Las actitudes en la vida siempre dependen de la forma de vivir. En un piso las migas que caen al suelo, se barren con rapidez.

    Saludos.

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  28. Qué bueno el tiempo que no tenía segundero, y la vida sin fecha de caducidad predefinida.
    Abrazos Amando.

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  29. Yo tuve la gran desgracia de no conocer a mis abuelas, pero mi infancia y mi vida aún están ancladas a la misma casa. Donde corrían las gallínas de mi niñez ahora se acumulan trastos, los sabores no son lo mismo ni los olores y mi reloj sí que tiene minutero.

    Gracias Amando por tu comentario, por darme estos instantes de emoción mientras te leo.

    Un abrazo grande,
    Eva.

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