Cuando le dieron la
noticia del adiós, E. tuvo la sensación de encontrarse al final de un largo
puente. Algo la empujaba a mirar hacia atrás. Allí estaba él, excavando ayeres
bajo el olvido. Las tardes de colacao y puzzles, aquellos abrazos para auparla a los
columpios, los besos en la frente liberando un ardor de fiebres…
Entre un escozor de
lágrimas, E. intuyó que nunca ya desandaría el pasado. Que ambos se pertenecían para siempre. Con su ausencia, él
había construido al fin un puente sobre la memoria…
(Esos puentes tendidos entre abuelos y nietos, esa sonrisa etrusca bajo
las emociones, esa lección de vida esbozada en las arrugas de la ternura…Esa es su huella en ti, E. La marca indeleble de su amor)
Precioso texto, y muy oportuno el guiño a uno de los libros más hermosos que he leído.
ResponderEliminarPor supuesto, Paula, es un excelente momento para sumergirse otra vez en el libro de Sampedro, y dar unas brazadas. Como habrás imaginado, E. existe. Es una amiga que ha perdido a su abuelo hace unos días. Fue la primera en leerlo.
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