Intento escribir
sobre un personaje medieval. Por ejemplo, una infanta que ve pasar las horas
desde la torre del castillo paterno. Mientras da puntadas al hastío del
bastidor, sueña con su caballero andante, ese ser valiente y justiciero que,
una mañana, acudirá en su rescate y la guiará por la luminosa ruta hacia la felicidad.
Lástima, el
perfil del caballero -ahora que entro en los más recónditos anhelos de mi
protagonista- no se parece en nada a mí. Si hubiera sido yo, al fin y al cabo
el imposible de una dama solitaria, no existiría más que como héroe en su subconsciente.
Sería simplemente, y nada menos que, una ensoñación. Alguien que nada sabe de la
historia, y que es amado en la soledad de la distancia.
Pero no, sigo siendo un puñado de
vísceras y humores (malos) pululando por el siglo veintiuno. Sigo siendo el
prosista que, unos párrafos después, habrá de describir con precisión
sintáctica la llegada del vulgar conde pretendiente, con los ropajes teñidos de
sangre y la piel lujuriosa. La arrastrará sin remilgos hasta el lecho, así lo
escribiré, mientras maldigo mi existencia de triste literato que siempre sale
derrotado de las justas.
Es terrible no estar en el momento histórico preciso, pero siempre cabe el consuelo de esta vocación "voyeur" que nos dan las letras.
ResponderEliminarAbrazos.
Fantástico cómo nos presentaste la escena y los anhelos reales y ficticios, paralelos, destinados a no encontrarse.
ResponderEliminarAbrazos virtuales.
Es una gran cosa ser una ensoñación. O tenerla, acompaña mucho.
ResponderEliminarLiterato, ¿sabe Ud. que siempre hay princesas que sueñan con un príncipe salvador? Claro, cuando no se palpa todo es maravilloso. Ahora, también hay condes pérfidos con cara de buena gente... Muy bueno amigo. Anna
ResponderEliminarQuizás eso es lo que desea tu dulce infanta , sensaciones de verdad...
ResponderEliminarAbrazos escritor!!!
El título me ha recordado un anuncio por palabras, pero veo que era solo un desvarío de mi cabeza recalentada por los calores. El desdoblamiento de autor y personajes es una artimaña suculenta y una trampa muy interesante.
ResponderEliminarUn saludo
Juan M
Cuando se escribe se pueden crear ensoñaciones y una que otra realidad... en alguna dimensión desconocida.
ResponderEliminarAbrazo.
Todos tenemos algo de caballero, o de dama en apuros, tal vez lo escondemos en ese afán de autoprotección o de ¿cómo llamarlo? caracterización impuesta por este siglo en que vivimos.
ResponderEliminarPero sabes? no todos pueden ser literatos con clase y estilo.
Así mientras sigas escribiendo historias continuarán existiendo caballeros y pretendientes villanos que nos roben a la dama.
Incluso, en este siglo.
Gracias por estar ahí a pesar de mis espacios en blanco.
Besos mediterráneos.
Si pensamos que la clásica infanta soñadora -aparentemente frágil y pudorosa-, reservase bajo su toca un fuerte erotismo seductor y, no esperase al fino caballero sino que al brioso y nervudo caballero ansioso de pasión. ¿Por qué no señor escritor?, todo puede ser y el literato saldría vencedor...
ResponderEliminarUn abrazo Armando.
Muy interesante y original escrito en una máquina del tiempo de letras, fantástico juego de palabras.
ResponderEliminarUn abrazo y te sigo.
No decaigas, quizás en tu próxima vida te reencarnes en un apuesto Caballero cuya Dama more en un maravilloso ático con vistas a mar.
ResponderEliminarNúnca se sabe....
Un besito
Me quedó dando vueltas eso de amado en las distancia...
ResponderEliminarsi a veces creemos a este tiempo en príncipes...pero de eso en verdad solo es un ilusión pasajera....
como dicen siempre eso de amores lejanos nunca resultan , mejor es lo presente y como venga...
muy interesante esto!
¡Qué bueno! Sentirse desgraciado no solo porque le gustaría ser el caballero de la dama, si no que además debe describir las escenas con el otro. Nunca te enamores de tus personajes, dirían.
ResponderEliminarCómo han cambiado las Infantas con los tiempos, y cómo los escritores que las glosan. No te veo yo a ti escribiendo sobre Cristinas y Urdangarines. (ríome)
ResponderEliminarNamasté.
Un relato donde el personaje " prosista" se entremezcla en el interior y forma parte del mismo, se compara con el personaje "caballero andante" (al que supuestamente no se parece)que debería ser cortés y galante. Se introduce en el sueño de la dama y quizás le gustaría ser el anhelado, pero necesita saber de ese amor a distancia, no tiene indicios. Luego vuelve a su realidad y se deja vencer por un vulgar conde que actúa por impulso de necesidad, dejando su lado romántico fuera del lecho. En fin, un personaje curioso el literato. Qué será? caballero o conde. Un abrazo.
ResponderEliminarMe gusto mucho ese mix de tiempos y de protagonistas que creaste. Un mismo deseo desdoblado en dos mundos. La verdad, me gustó mucho, mucho (así dos veces) Saludos desde Buenos Aires, mi amigo!
ResponderEliminarBueniiiiiisimooo, bravo y bravo, que personalidad le das al escritor que atrae más que cualquier caballero que te llegues a imaginar.
ResponderEliminarFantastico,
Besos muchos ♥♥♥
La pluma es tuya, y ya que te asomas en el tiempo reescribe el pasado, alguna infanta te lo agradecería. Saltibrincos
ResponderEliminarDesde Homero y Penélope los lectores se enmoran de la dama. Hay que ser literato para querer que la protagonista te ame.
ResponderEliminarTe propongo otro tema: lectora soñando autor, contestar en este mismo blog con un corto.
Muy bueno, Amando.
Un caballero de nuestro siglo no tiene las mismas características que las de uno medieval. Y tampoco la dama. Así que prosigue tu historia que seguro que te sale un caballero digno de este nombre.
ResponderEliminarUn abrazo,
Anne
Bueno, por lo menos te trasladas a otra época con tus letras, aunque estemos ea el siglo XXI.
ResponderEliminarBesos, gracias por tu visita a mi blog, un abrazo.
Feliz semana.
¡Fantástico trabajo, Armando! Aplaudo esa destreza para enseñarnos la dualidad de sentimientos, desde una aparente lejanía emocional hasta lo más hondo de una celotipia virtual poco susceptible de ser compartida.
ResponderEliminarUn abrazo,
¡Bravo!
ResponderEliminarMe pregunto qué se sentirá siendo la ensoñación de otra persona... cómo héroe, dama o cualquier otro anhelo... (desde luego, no seríamos nosotros mismos nunca).
ResponderEliminarEn estos tiempos, de autarquía emocional, las vísceras ganan (imagino que a veces para bien, otras no tanto... a veces las manos palpan demasiada pulsión anti-soñada).
Por cierto, yo prefiero los derrotados de las justas a esos vencedores que al final, siempre miran desde lo alto de su caballo.
Un abrazo.
La sutil lejanía que el prosista debe mantener con sus personajes, forma parte de la implícita ética. Por más que signifique muchas veces la derrota en las justas con aquellos. Se trata de tragar sin demasiado esfuerzo lo que pudo haber sido y no fue.
ResponderEliminarBreve pero sustancioso texto el tuyo.
Un abrazo.
Claro, es que ser escritor y más en estas tierras no es muy resultón que digamos, ni ahora ni entonces.
ResponderEliminarPor tanto, en la Edad Media tendrías que haber empuñado lanza y batirte con tus enemigos para ligar con princesas medievales.
Y en la actualidad, tal vez solo necesitaras unas facturillas falsificadas que en cierto modo tienen cierta relación (aunque muy lejana) con el triste oficio de escribir.
Saludos.
FULLL MI HERMANO, USTED ES MUY CREATIVO.
ResponderEliminarUN ABRAZO
Hoy con tu pluma nos has hecho retroceder en el tiempo, en el que tu texto, nos traslada a la época medieval, no está nada mal, retroceder hasta allá, amigo mío.
ResponderEliminarUn beso.
ResponderEliminarY si el prosista cambia el perfil de la dama? En la época medieval, habría infantas casquivanas y "mas coquetas que las clásicas gallinas"...
Besos, héroe medieval
Siempre vemos (por lo menos yo que siempre he sido una romántica empedernida) una historia deseable, manipulable e interesante, en otras épocas pasadas. ¿Será cierto que en tiempos pasados la vida gozaba de tanta intensidad? Puede que por lo efímero de la existencia y esa mortalidad tan alta, no sé. de todos modos lo que escribas será interesante seguro. Besos.
ResponderEliminarMe ha gustado ese cruce de perspectivas y tiempos Amando, aunque me deje sabores contradictorios. Se me ocurre que si no se parece el que escribe al caballero, por qué tener celos y justas con el pérfido conde. También se me ocurre que en esos tiempos remotos de la elucubración existían también los literatos,,, qué sería de ellos, ¿todos maricones? ¿no dignos de amor de la dama? (perdón por mi tono bronco) En fin, se me ocurre que tu relato en el tiempo, tan bien trenzado y sugerente, no está terminado, a no ser que asuma el literato su derrota, su batalla... Un abrazo y garcias
ResponderEliminarMe encanta¡¡¡¡
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