lunes, 16 de abril de 2012

El síndrome de ESTHER


               Esther entra en el hospital para un autotrasplante de médula ósea. Durante la operación, el médico encuentra dentro de su organismo el humor del buen humor. Extrae una pequeña porción, por fortuna regenerable, que va inyectando en sucesivos pacientes. En breve tiempo, el buen rollito se extiende, y todo el mundo quiere operarse en esa clínica. El ministro de Sanidad, preocupado por la súbita epidemia de buenagentismo, decide intervenir. Pero enferma y es él el intervenido. En esa clínica. Cuando sale, se nota diferente. Dimite y se dedica a ayudar a los demás, en vez de a joderlos. Lo llaman el síndrome de Esther. Y va creciendo.

(No es que este texto se base en hechos reales. Es que los hechos reales se han trasplantado -nunca mejor dicho- al blog. Ánimo, Esther.)

3 comentarios:

  1. Más allá del asunto real y concreto que te ha provocado este relato (y mucho ánimo también por mi parte a Esther), ojalá fuera cierto todo lo que se te ha ocurrido.

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  2. La idea es preciosa y buena falta que nos haría a todos... Todo el mundo necesita una Esther!

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  3. Lo mejor del mundo para Esther...

    Un abrazo.
    Pepe Gonce

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