Probad a
deleitaros con la sexta de Beethowen sin haber cenado
(Raimon, entre mecheros, en los años 60)
Los voluntarios del banco de sentimientos se
presentaron a la hora convenida. Debían hacer el reparto gratuito de emociones
que era habitual los martes. Llevaban raciones de amistad bien envasada, boles
completos con el amor rebosando esperanza, tupper herméticos para conservar la
ilusión y el cariño…
Tuvieron que marcharse, no había
nadie esperándolos. En el local contiguo, a reventar de indigentes, los
voluntarios del banco de alimentos repartían cocido ese mismo día. Donde va a parar, colega, menuda diferencia,
decía un harapiento exvendedor de pisos a su desheredado compañero, mientras le
veía caer –con envidioso sentimiento, eso sí- un hilillo de grasa de chorizo
por la comisura de los labios.
Me encanta este realismo crudo, aunque revestido de una irónica sonrisa que se parece mucho a la tuya.
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ResponderEliminarEl mayor contrario que el amor tiene es el hambre y la continua necesidad " ( Don Quijote, Capítulo 22, II parte ).
ResponderEliminarCierto: donde hay amor no hay hambre; donde hay hambre, no hay amor.
Uno, que ha recorrido tantos caminos, cual personaje de la más grandiosa novela española, sabe que no hay desgracia mayor que ser pobre en España. Así camina nuestra civilización. Hombres obsesionados en poner cerrojos en su alma para que nadie les robe las migajas de pan que tan avaramente han atesorado, hombres capaces de congelar el fuego...
La necesidad aprieta, cuando hay que elegir entre "comer por necesidad de supervivencia" o "recibir cariño, amor, comprensión,..." ¡Seguro estos voluntarios deberán corregir los horarios de entrega de su valiosa mercancía!
ResponderEliminarQuizás habrá más cariño en la olla de cocido que en el tupper hermético.
ResponderEliminarMe encanta el título.
El banco de sentimientos era una buena opción para estómagos saciados. En otro caso, la cruda realidad es la que has descrito estupendamente. Me ha gustado mucho. besos, Amando.
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