Aquel día no concluyó en la hora veinticuatro. Los relojes empezaron a deslizarse en la oquedad de un tiempo incógnito y misterioso. Millones de humanos, ante la desprogramación televisiva y el caos horario de los medios de transporte, huyeron a pie hacia un futuro que no figuraba escrito.
Cuando, a las dos y veintitrés, se restauró el horario correcto, los atrapó fuera de coordenadas temporales válidas. Fueron considerados legalmente desaparecidos, se hicieron funerales masivos, y –como emotivo homenaje- ese día pasó a considerarse festivo. Por decisión administrativa, se instituyó oficialmente una Jornada Anual de la Ausencia.
Cada aniversario se celebraba la
conmemoración. A las doce en punto de la noche, en honor a los ausentes, se
detenían los relojes durante dos horas y veintitrés minutos. Amigos y
familiares de los huidos juraban que, en ese lapso de tiempo, aquellos se les aparecían otra vez, vestidos con
la misma ropa de entonces, el gesto distraído, aparentemente (in)felices, como
si nada. Como si nada.
Una grieta en el tiempo que lleva a otras coordenadas... Me agrada esa no-muerte, espacio misterioso habitado por gentes que huyen de las manecillas del reloj, el gran tirano de nuestras vidas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gran imaginación. Buena trama de película. En realidad el tiempo siempre pasa como si nada. Como si nada. Abrazos Amando.
ResponderEliminarTienes, Amando, un tono como el de Saramago en sus ensayos. Interesante.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Se me rompió el reloj, se cayeron todas las horas y cuando sucedió que se perdió el tiempo, yo aun las estaba recogiendo y ordenando.
ResponderEliminarMe he acordado de “Ensayo sobre la ceguera”.
Amando sobrecogedor relato. Fisuras en el tiempo, agujeros negros...NO-AUSENCIAS.
ResponderEliminarBravo, amigo, mi reconocimiento
Besos muchos ♥♥♥
Una NADA entre paréntesis. Muy interesante.
ResponderEliminarEs como de relato de terror...una repetición anual, siempre igual! Qué sufrimiento!!
ResponderEliminarBeso.
Que bueno sería poderse recuperar de esas ausencias con solo parar un reloj, ni que fuera temporalmente.
ResponderEliminarAbrazando.
El tiempo no se para, ni siquiera tiene horas, se extiende en un continuum infinito por el que navegamos, aferrados a las manecillas de los relojes, hacia un futuro ignoto.
ResponderEliminarMuy buen micro, Amando.
Besazo
Admiro tu imaginación, estoy pensando que has sido rozado por una varita mágica otorgándote un don y aplaudo con entusiasmo ese don, amigo Amando.
ResponderEliminarUn abrazo.
COMO SIEMPRE, MUY GENIAL TEXTO.
ResponderEliminarUN ABRAZO
A veces, a mí me gustaría huir hacia algún futuro no escrito y en otros momentos, esa ausencia en la presencia -como si nada- in(feliz) se me aparece en el espejo (la mía propia) no sé si hacerme un funeral.
ResponderEliminarComo siempre... muy bueno Amando.
Be.S.O.S.
Lapsus infinito de vidas que no supieron o "no quisieron" volver, aún "existiendo".
ResponderEliminarUn poema metafórico de la vida, que da para reflexionar en profundidad.
Un abrazo
Misterioso y con gran imaginación.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Huir del caos en los programos televisivos y no esperar la salida del tren ... ya es un síntoma inquietante. No me extraña lo que sigue, es coherente.
ResponderEliminarMe encanta entrar en tus divagaciones
El tiempo es el tirano pero la televisión es la droga con que el tirano nos adormece.
ResponderEliminarEsa parada del reloj fue todo un acontecimiento, muchos aprovecharon para escapar del tirano.
No creo que vuelvan, ninguno.
Un relato para reflexionar.
Saludos.
si en algo estamos atrapados irremediablemente... creo que es en el tiempo...
ResponderEliminarqué bueno al menos atreverse a pensarlo entre fisuras!! besos,
Vaya ensayo sobre la falta de reglas te has marcado, amigo! Ni Saramago. Es sobrecogedor.Frases de antología y lo que aventuraban otros, parecen estar entre nosotros (in)evitablemente (in)felices.
ResponderEliminarBesos, por suerte, muy alegres!
Yo sé donde están: en el Congreso de los Diputados.
ResponderEliminarUn abrazo Amando
Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas,
ResponderEliminarse paró el aguacero ahora somos flotando dos gotas,
agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor,
me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor...
Abrazos compañero
Interesante relato Armando; y muy instructivo. Ya se que no debo pedirte nunca la hora.
ResponderEliminarSaludos.
Vaya historia inquietante, no voy a dejar de mirar el reloj, por si acaso.
ResponderEliminarBesos.
Asi se llevara a todo el gobierno actual!
ResponderEliminarAnda que no tienes tú imaginación Amando!
Bicos.
¿Y si paro mi reloj por dos horas veintitres minutos y se detiene la ausencia y vuelven mis días, sus días , así, como si nada, como si nada?
ResponderEliminarMaestro.
...y una ráfaga de realidad-otra, se escapó por una grieta y los arrastró...
ResponderEliminarC'est mgnifique!. Como tú sabes.
Abrazo
Relato de corte fantástico que mezcla algo de ciencia ficción y nos descubre las fisuras del tiempo. Me gusta tu forma de contarlo y cómo realzas ese día de jornada Anual de la Ausencia, para luego demostrarnos que los desaparecidos, se vuelven a aparecer, porque que desaparezca un trozo de tiempo no quiere decir que no existan.
ResponderEliminar¡Bravo! me encanta Armando.
Un beso desde Vitoria-Gasteiz.
Aterrador quedarse atrapado en una fisura de tiempo. Aunque vuelvas como si nada.
ResponderEliminarAbrazos muy de este tiempo.
La inmortalidad de dos horas y veintitrés minutos.
ResponderEliminarMe encantó !!
Abrazos.
Nunca pensé que para una vez que se para el tiempo fuera, desgraciadamente, en una grieta tan fea.
ResponderEliminarhttp://elchicodelmetro.blogspot.com.es/
En mi realidad las ocho son las cuatro. Creo que por economía. De tal manera que en ocasiones, me adelanto para que a las seis, las tareas se hayan ajustado a lo que está por pasar.
ResponderEliminarCuando quieras ponemos los relojes en hora, pero el relojero suizo Frau Linzt está de baja por trastorno bipolar de Sur a Norte. (mi respeto a esta dolencia)
Me ha gustado.
Un abrazo.
perderse en el tiempo, nunca mejor dicho.
ResponderEliminarHa sido genial este alarde de imaginación. Con lo que me gustan las novelas de cincia ficción.
ResponderEliminarMe ha recordado un poco a Assimov.
Me ha gustado mucho.
Besos.