Y el verbo amar en tiempo de desconjugación
(Ángel
García López)
Mañana volverás a recordar todo lo que me
quieres. Lo murmurarás, coincidiendo con el pase de Iniesta o la tarjeta
amarilla a Sergio Ramos, imagino. Porque mañana hay partido, no lo olvides.
Dirás -muy bajito, eso sí- que me quieres y, mucho más alto, que no entiendes
como Villar puede ser tan imbécil. Bueno, imbécil también soy yo, por creer que
puedas olvidar el clásico de mañana, si llevo veintisiete años compartiendo tu
felicidad de tardes muertas y noventa minutos más descuento.
Mañana volverás a gritar que soy injusta, como todas las mujeres. Luego,
gritarás que fue penalti, mientras estiras ese dedo acusador que me conozco, ya
ves, falange a falange. Esta vez, el destinatario de tu índice no seré yo, ya
sólo te quedará para enmarcar tu odio ese tipo de negro que aún soportará tus
desprecios desde su rectángulo de plasma. Soy injusta, además de inculta futbolísticamente,
porque ahora también los árbitros van de amarillo, o de rosa pálido, cómo
cambia todo…
Cómo cambia todo, incluso yo, que no estaré a tu lado cuando Messi sea
zancadilleado al borde del área de las desilusiones. Que no estaré planchando
tus camisas, yencimaquemepongoyomañana,
pensarás mientras cuentan los pasos de la barrera. Que no estaré planchando, tampoco, esos recuerdos de un
tiempo fugado. Ya ves, las soledades se fraguan igual que los goles en campo
contrario, la ausencia es un marcador en blanco, y tú sin nada caliente que
cenar…
Mañana volverás a extrañarme, en tu silente desprecio de noches insomnes
y radio con auriculares. Te atravesarás en la cama como te atravesaste en mi
vida, ocupándola como un derecho, desbordándola como un extremo por la banda.
Pero québientesaleelbacalaoalpilpil, ignorabas
que las lágrimas del desamor traban mucho mejor la salsa, a esas alturas
Cristiano Ronaldo lanzaba un trallazo al poste izquierdo, y resonaba en la
madera toda aquella tristeza en bandolera, a las mujeres no hay quién nos
entienda. Con lo ocupado que estabas tú trayendo a casa tu jornal de marido
ejemplar y tus silencios hoscos en el sofá de orejas.
Mañana volverás a mirar con suficiencia esa
foto sobre el aparador. Estarás seguro de que volveré, cómopodríavivirsinmíesazorra, a aceptar esa tangana de codazos y
tarjetas rojas. Los moratones en la piel eran lo de menos, acaban por
disimularse, y al fin y al cabo son lances del juego, seguro que los centrales
leñeros también pegan a sus parejas. Los otros cardenales, ésos que se iban
incrustando en la agonía de los días muertos, no estaban hechos para tu vista
de pantalla LHD y moviola a cámara lenta. En el fondo, en ese fondo al que
habíamos llegado, nos queríamos mucho, más o menos como Xavi y Casillas,
abrazados al final del partido.
Mañana, el final de partido será diferente. Esta vez no habrá prórroga
para los imposibles que se fueron deshaciendo como azucarillos en la
indiferencia de los años. Ahora quedarán las tertulias porquélastíassiempreestánconlomismo, sobre sistemas tácticos. Somos
complicadas, cierto, es mucho más fácil el cuatro-dos-tres-uno y el doble
pivote. ¿Sobre qué pivotó nuestro amor mientras se resquebrajaba? Mañana, el
final del partido será diferente. No tirarás el mando de nuestro ayer sobre la
mesa, entre restos de patatas fritas y esos
cercos resecos de abandono. Esta vez, no habrá prórroga.
No
hay prórroga, pienso en silencio, mientras el aire me orea los sueños y se abre
un futuro en la terraza soleada del bar. Es más, no volveré a escuchar el
alarido del gol para un amor anulado por el tiempo. Tampoco te volveré a
escuchar a ti. A cambio te dejo esta carta que habla, básicamente, de fútbol. O
no. Quizá hasta decidas leerla, aunque yo nunca escriba nada importante, ni
comparación con los periodistas deportivos. Por cierto, te informo, el
televisor ha sufrido un inexplicable accidente. Está para el desecho, igual que
nuestro amor. Pero no te preocupes, habrá más clásicos del siglo, al menos para
mí. Todo pasará, lo mismo que has pasado tú. Dejando el marcador a cero, y un amargo
final en el olvido.
Accésit Roquetas. Abril 2015