Mi barrio anda mal de bares. Por suerte,
la cafetería del tanatorio abre 24 horas. Cada noche, cuando acecha ese vacío de
cierres metálicos, peregrinan hasta allí parroquianos algo serios, vestidos con
traje oscuro, como de domingo. En sus blancas sillas de peuvecé, beben chupitos
y corean canciones de juventud, para ser conductor de primeraaaaaaa…. Aceleran,
también ellos, no les queda ya otro remedio.
Antes de la alborada, pago la
cuenta y los acompaño, de vuelta por los pasillos desolados. Quedan en sus
lechos, durmiendo la mona, tan ausentes de todo, borrachos de nostalgia y
orujo. Para mí, es hora de empezar a currar. Cuando paso otra vez frente a la
cafetería, empiezan a llegar los primeros familiares, aroma a gel de
hipermercado y un brillo de herencia en sus miradas. No me interesan hoy, paso
de largo hacia la calle, hacia la vida.
Sobre el mostrador de algún bareto
recién abierto, planifico mi agenda, soy una comercial concienzuda. Es curioso,
medito mientras mastico un cruasán plastificado, es curioso, a estas alturas,
la mayor parte de mis próximos clientes de francachela nocturna, beben café con
leche y se sienten inmortales.
Es una pena que esa sensación de inmortalidad nos acompañe toda la vida. Para no ser verdad, se lo ha montado muy bien. Supongo que será un absurdo método de defensa. Un abrazo.
ResponderEliminarAmando he leído el texto un par de veces, a ver si encontraba un resquicio para saber quién era ella... al final me he dado cuenta, y es que ella tiene clientes en todos sitios, borrachos y abstemios, dormidos y despiertos...
ResponderEliminarMe gustó tu forma de recrear a la que nos visitará a todos tarde o temprano.
Un abrazo grande,
Eva.
Quiza si abandonamos esa sensación nos daremos cuenta de que no somos nada. Yo procuro prepararme para luego, como mucho dulce, pasteles y gominolas, para que puedan hacer chupachups para los niños
ResponderEliminarjaja me hizo gracia lo de que aceleraban jajaja
ResponderEliminarHay humor soterrado, crítica y mucha iamginación es este estupendo texto.
Me has echo sonreir, :)
Un abrazo.
Yo pienso que es un normal comportamiento de la mente, puesto que si de verdad fueramos conscientes de que morimos, creo que moriríamos de verdad del susto
ResponderEliminarBesos . Me ha gustado mucho tu entrada de hoy
Ella, siempre es ella la que nos vigila y la que decide.
ResponderEliminarEs original tu relato, Amando.
Saludos.
La verdad, es que no la tenemos muy presente (yo sí) pero me dicen que hable de otra cosa, como si eso fuese a decidir que ella no nos visite, y de eso estoy segura, ella vendrá queramos o no, y se paseara junto a nosotros en el ultimo día.
ResponderEliminarTu entrada hace pensar, he leído varias veces, no por no entender, solo por entender demasiado. Buen trabajo. Un abrazo.
Cafeterías de Transilvania? No, en todos los otros países los clientes nocturnos tienen que arregarselas como pueden. Resuelves su problema con imaginación y humor negro. Me reío todavía escribiendo.
ResponderEliminarMe encanta el "paso de largo hacia la calle, hacia la vida." Nos recuerda que a veces somos esclavos de ella, porque morimos en el aburrido trabajo para sobrevivir. Qué irónico que solamente descuidando la vida es cuando realmente se viva...
ResponderEliminarLa guadaña asoma por el bolso, y eso nos hace cerciorarnos de ante quien estamos. Es trabajadora, y no le faltan clientes ni en época de crisis.
ResponderEliminarEl " aroma a gel de hipermercado...", tan real y tan irónico a la vez.
Supremo Amando
Creamos mecanismos de defensa para "sobrevivir o mal vivir" y uno de esos elementos escogidos es creernos inmortales, pensar que tenemos asegurado el futuro y hasta la eternidad, olvidándonos que ella siempre está esperando por sus próximos clientes.
ResponderEliminarComo siempre es enriquecedor pasar por aquí y aprender
Abrazos
Preso en la subjetividad, preso en el tiempo, el hombre se realiza cuando se trasciende: cuando se hace otro. La muerte nos realiza cuando, lejos de morir nuestra muerte, morimos con otros, por otros y para otros. Hasta que la miremos cara a cara...
ResponderEliminarUn abrazo.
Tal como lo cuentas tiene mejor pinta la vida "nocturna" no creas, je je.
ResponderEliminarQue la dama negra gestione las entradas y salidas de un bar puede perfectamente entrar dentro de mi imaginario Amando.
Agradecer a Mer que te diera la idea, y a ti desarrollarla de esta forma.
Un abrazo.
Prefiero la abstemia a naufragar en uno de esos bares tristes. Un abrazo Armando.
ResponderEliminarme gusta la frase que dices, paso de largo hacia la vida. estamos tan ajenos a todo que a veces no sabemos vivir
ResponderEliminarun abrazo
Sí que a veces todos parecemos inmortales, jeje. Nos basta sentirnos vivos y en paz, como ese café con leche que reconforta.
ResponderEliminarBuen relato.
Un beso.
Conozco esa cafetería y la alborada en esa cafetería. Vi a tu comercial. Es irresistible.
ResponderEliminarUn abrazo Amando.
La señora Muerte es una comercial extraordinaria, "se sabe vender bien...", casi nunca falla, donde pone el ojo, pone la bala. Primero, recibe y acompaña ¡Eso sí! exige etiqueta ¡Pues no faltaba!. Además ofrece servicios "post-mortis" que incluye bebida y jarana, al final de la noche, acabada la excursión... deja a cada uno en su "cama". Últimamente, según su previsión... los futuros clientes se "toman su tiempo" y alargan el último sorbo de vida, saboreando una buena taza de café con leche, ya no quieren un "cortado"... Excelente Amando. Un abrazo.
ResponderEliminarMsss qué mal rollo dan esos bares, son demasiado tristes...
ResponderEliminarTú, como siempre, no nos dejas de sorprender.
Tú, como siempre, tan increíble, aunque te lluevan otros las ideas, y es que tú tienes un don para moldearlas a tu antojo y te queden tan únicas...
Un abrazo.
Siempre que se menciona la palabra cafetería, me inunda el aroma del café.
ResponderEliminarSugerente post.
Saludos.
ResponderEliminarMuy buen relato. Desdramatizar la muerte, de una manera tan brillante, siempre es de agradecer.
Un abrazo.
Pagar por morir, abogado del diablo, es un absurdo. Yo lo entendí así, qué raro.
ResponderEliminarSonrisas y un abrazo de humor negro
Impactante relato.
ResponderEliminarSiempre a nuestro lado y siempre ignorada, hasta que no queda otra que mirarla a la cara.
Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno.
Tu personaje -nuestra amiga inevitable- es muy sabia e ingeniosa.
Besosnocturnos.
En mi pueblo hay bares que no cierran de noche y tanatorios que no abren. Ella se adapta a todo.
ResponderEliminarUn abrazo :)