sábado, 19 de mayo de 2012

Vivía en un segundo


        Subí corriendo los escalones, ahora sí tenía prisa. A estas alturas de lo nuestro, me urgía llegar pronto a la cita. Ella vivía en un segundo y no merecía la pena esperar el ascensor. Cuanto apreté el pulsador del timbre, un incierto temblor me percutía desde los gemelos hasta la coronilla. Lo atribuí a los muy empinados tramos de escalera. Ella respondió, como siempre, diligente. Antes de que yo pudiera recuperar el resuello, abrió la puerta.
        De cerca, resultaba algo diferente, más cálida y sensual. Aún sonreía cuando me invitó a entrar. Intuí algo parecido a unos dedos acariciando mi espalda con ternura. Las imágenes que circulaban de ella no le hacían justicia. Era, desde luego, mucho más atractiva de lo previsto. A estas alturas, yo había dejado ya de resoplar. Antes de que la cosa fuera a mayores y apareciera el primer síntoma de erección, quién sabe si de enamoramiento, alcancé a descubrir un detalle que me pareció anómalo.
        -Verás, pensé que para nuestro asuntillo de hoy… Bueno, no sé…, llevarías una guadaña.
        -Es cierto, la olvidé -balbució una disculpa, y ahora sí me pareció hermosa de verdad-. Si esperas un momento, iré por ella.
(Podría continuar, o no)

4 comentarios:

  1. Amando, aunque veas la firma del comentario como Flamenco Rojo, en realidad soy Pepe Gonce.

    Un abrazo y enhorabuena por el texto.

    ResponderEliminar
  2. Siempre hay que preguntar, por si acaso. A veces las apariencias engañan.

    ResponderEliminar
  3. Una subida al segundo cielo.

    ResponderEliminar
  4. Qué sorpresa este micro tuyo. Me ha gustado muchísimo. Me alegra asimismo, llegar de viaje y encontrar aquí en tu rincón, el estupendo texto y mejores amigos.
    Muchos besos con sabor a mar, vivos!

    ResponderEliminar