domingo, 10 de febrero de 2013

Bromistas con hogaza al fondo


                    De pequeño, me gustaba morirme los sábados por la tarde. Justo un momento antes de que llegara El Sierra, un panadero que acercaba al pueblo la semanal provisión de hogazas y tortas sobadas con aroma de anís. La elección de aquel horario tenía la ventaja de que todo el pueblo, reunido en espera del pan y los bollos, se enteraba en escasos minutos de mi precoz fallecimiento. Daba gloria oír, con los ojos cerrados y el cuerpo extendido, los pésames de dolor que toda la vecindad del pueblo derramaba sobre los cómplices oídos de mi abuela Clementa.
                              Desde entonces, me he muerto en martes, en viernes, incluso algún mediodía de domingo. Cuando hay puente, permanezco vivo hasta el día del retorno al curro, paradojas del destino. Por lo demás, todo ha cambiado con el paso del tiempo. Ahora sólo como biscotes integrales y recibo pésames de tertulianos cada vez que enciendo el televisor.
               Ya no gasto bromas, como entonces. Me asusta que al Sierra y a mi abuela Clementa no les haga gracia, y vuelvan de improviso. Además, tengo hijos pequeños y sé muy bien que con el pan de los niños no se juega.

17 comentarios:

  1. Es un buen texto metafórico. Sospecho que la falta de madre en la infancia requería esa llamada de atención. Me gusta ese ambiente de pueblo que se aromatiza con el pan. Luego viene el tedio del trabajo esa muerte por entregas si no te gusta. Jeje, me haces reír con el retorno de los orígenes.

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  2. Un historia entrañable de la infacia lejana. Morimos a cada rato en nuestros deseos, mejor así que no de verdad.

    Gracias por tu visita y por quedarte en mi rincón.

    Un abrazo grande,

    Eva.

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  3. O sea, eres un hombre experimentado en morirte y desmorirte. Un afortunado, diría yo, porque osadía semejante a mí me pondría los pelos de punta y seguramente me moriría de miedo... por si acaso.
    Aparte la broma, el relato es estupendo, para variar.
    Un abrazo.

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  4. Haces bien en morirte menos veces, ahora ya no hay sentido del humor, y llega el aguafiestas y te entierra. Saltos y brincos

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  5. Tu relato huele a leña y a hierba mojada. Me hace viajar al terruño y a campos recién arados.
    Armando ¡¡¡¡ estás "sembrao" !!!!!

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  6. Te lo dije y te lo reito, eres muy grande con la ficción?
    Besos con sabor a bollos anisados

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  7. Este niño era muy precoz, supo "sacar partido doble" de su disimulada muerte. Por un lado, cada sábado "le regalaban los oídos" y "se llevaba algún que otro panecillo".
    De adulto muere cada día en "su desmotivación laboral" y de vez en cuando muere también algún "domingo familar". Se libera de ella, en sus días de ocio, en los que decide que hacer o no hacer.
    En la infancia por regla general la salud es buena, a medida que vamos cumpliendo años... se va deteriorando (pan rico/biscotes integrales)No se siente el mismo placer al comer...Hay que cuidarse que sino viene "la muerte" (la de verdad).
    Y por último, que me emociono que no pongo fin...Nos guste o no el trabajo que realizamos, nos toca apechugar con él, debemos cumplir con responsabilidades...
    Paradojas del simbolismo de la muerte y sus connotaciones positivas y negativas, según convenga... Un abrazo.

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  8. Todos nos morimos un poco alguna vez, sobre todo cuando nos interesa. Muy sabio este niño que quiso ser protagonista de sus propia infancia.

    Besicos.

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  9. Qué bueno, me has recordado a los "rollos dormidos" que se hacían en navidad y
    duraban toda la pascua y más. . . "el olorcico a anis y el saborcico a almendricas
    de las buenas" que buenos estaban.
    Buen relato con su trasfondo de niño que quiere algo y lo busca y al hacerse mayor
    lo intenta pero se da cuenta de que ya no le toca hacerlo a él . . ..
    Un fuerte abrazo.

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  10. La libertad en la memoria de los panes y esa infancia perdida recuperada hoy por la sangre de los retoños que hace que nos desluzca un poco más el morirnos ahora. Yo también suelo morirme todas las noches al llegar del laburo diario. Muy bonito.

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  11. Haces bien en estar preparado Amando, un día nos vendrá a despertar el Sierra y nos vamos a reir a carcajadas. Pero no hay prisa...

    Un abrazo.

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  12. Ese pan como hilo conductor me gusta mucho. Y como transmites ese ir perdiendo las bromas con la asunción de responsabilidades, y como damos cada vez más para recibir cada vez menos.
    Un abrazo Amando.

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  13. Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida...
    Ten presente a diario la muerte y el destierro y todo lo que parece terrible, pero, sobre todo, la muerte. Y nunca pensarás en nada vil ni deseerás nada en exceso...

    Seguro que aquel niño conocía a Spinoza y a Epicteto.


    Un abrazo.

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  14. GENIAL!!!. TREMENDO RELATO, MUY CREATIVO. UN PLACER VISITAR SU ESPACIO.
    UN ABRAZO

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  15. Algunas cosas que me funcionaron cuando era niña, ya no me funcionan hoy porque tal vez no están las mismas personas a las que llamaba la atención; aunque sigo simulando estar paralizada y ver cuánto tiempo puedo estar sin mover los ojos fijos a la nada. ¿Es algo como morir por un rato? Pero lo mejor que me ha pasado es que ahora grande ya sé lo que es una muerte de mentira… ¿o no? Gracias por este relato entrañable.
    Te dejo un abrazo con olor a pan recién salido del horno, no para jugar solo para evocar un abrazo de aquellos, de los que nos daban de niños.

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  16. Vaya con la broma! Hacerme la muerta para llamar la atención, aunque la Muerte me espere con una mueca de desagrado.

    Buen fin de semana Amando, un abrazo

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