Puede que
también haya vida eterna para los destornilladores planos, pensé mientras
estrechaba la mano del subdirector gerente, al que me estaban presentando con
obligada ceremonia. Otra vez me pasa, comprobé con desagrado, otra vez.

Y como éstas, toda una letanía de
gilipolleces en los instantes más delicados. Por otra parte, me voy
acostumbrando a ello. Sé que no tiene cura, no me voy a molestar en consultar
al siquiatra. Además, ando algo justo de tiempo. Me está rondando por la cabeza
un pensamiento rematadamente estúpido, el más delirante y absurdo que me haya
asaltado jamás.
Mi obra maestra. Ideal, ustedes se
harán cargo, para la intachable solemnidad de ese ataúd que me aguarda.
Desde luego, eso es descolocar al personal, aunque tal vez, en muchas oasiones solemnes es lo que se debería hacer... Un saludo y ¿Buena semana, amigo!
ResponderEliminar