domingo, 18 de noviembre de 2012

Para los instantes solemnes


           Puede que también haya vida eterna para los destornilladores planos, pensé mientras estrechaba la mano del subdirector gerente, al que me estaban presentando con obligada ceremonia. Otra vez me pasa, comprobé con desagrado, otra vez.
             Es inevitable, me surgen frases incongruentes en los momentos que exigen comportamientos serios. Está comprobado que los aniones generan bilis en invierno, recuerdo que pensé mientras colocaban a mi hijo mayor la banda de graduado cum laude, la mermelada de arándanos se enrancia en las primaveras húmedas, discurrí mientras aquella danesa alcanzaba el orgasmo bajo mis labios…
            Y como éstas, toda una letanía de gilipolleces en los instantes más delicados. Por otra parte, me voy acostumbrando a ello. Sé que no tiene cura, no me voy a molestar en consultar al siquiatra. Además, ando algo justo de tiempo. Me está rondando por la cabeza un pensamiento rematadamente estúpido, el más delirante y absurdo que me haya asaltado jamás.
            Mi obra maestra. Ideal, ustedes se harán cargo, para la intachable solemnidad de ese ataúd que me aguarda.

1 comentario:

  1. Desde luego, eso es descolocar al personal, aunque tal vez, en muchas oasiones solemnes es lo que se debería hacer... Un saludo y ¿Buena semana, amigo!

    ResponderEliminar