Fotos rancias en el tercer cajón del
alzheimer. Rostros velados por el recuerdo de quien creímos ser. No va a
resultar, me reafirmo. Bueno, coleccionar pisapapeles valdría, si hubiese
papeles que pisar. Papeles, papeles… Pero quién no actúa en estos tiempos,
quién no borda el papel de los afectos, quién no recibe el aplauso de ese
rincón de la claque al que hemos regalado entrada en nuestras vidas. Entrada
con derecho a todo, y sin puerta de salida.
Lo
tengo decidido, sobrecitos del azúcar de los bares donde me emborraché de mí
mismo. Puede ser una colección dulce, sobre todo si no se rasga nunca el papel
que aprisiona las renuncias. Ocupa poco y -si agitas con nostalgia los
paquetitos- se oye un rumor como de vidas ajenas, impostadas. Y, algún día,
cuando ya vaya a partir el autobús sin final de línea, haces una montaña y
dejas que una gota de café, levemente amargo, los convierta en esquela. Y en
olvido.
Pura prosa poética. Me ha encantado.
ResponderEliminarLo repito exactamente como tu tocayo. Así lo he pensado, con las mismas palabras. Un beso
ResponderEliminarPrecioso! Un placer conocer tu blog. Te visitaré siempre que pueda.
ResponderEliminarSaludos
tengo 14 azucarillos. Desclasificados.
ResponderEliminarTrescientos ojales. Desclasificados.
Y un torrente de deseos. Desclasificados.
Entre ellos, que no pares de urdir propósitos. Un abrazo. Inclasificable.
Un gusto encontrar este resquicio por donde mana algo, mucho más, que una gota de café. Prometo ser asiduo. Ya te tengo fichado.
ResponderEliminarUn gusto encontrar este resquicio por donde mana algo, mucho más, que una gota de café. Prometo ser asiduo. Ya te tengo fichado.
ResponderEliminarLo que veo en la imagen es un caracol alegre. Es grave doctor Rorscach?
ResponderEliminarSacudir a los paquetitos de azucar me hace pensar en las bolitas de nieve, objetos de colección. Nieva todo el año sobre la torre Eiffel, el Alhambra o la torre de Pisa, pura ilusión.
Las entradas de la vida nueva son cada vez más sorprendentes. Se acabaron? Pues, me voy a la montaña el viernes a reflexionar sobre el deporte, el humo y otra cosa de que ya me he olvidado (es grave?) y sobre lo que esconden. Reflexionar en la montaña, en la nieve verdadera es el mejor sitio y todo un lujo con la ayuda de los fieles del bistro enfrente del ayuntamiento. A bientôt,esperando que no te habràs huido por una puerta de salida.
Vas a coleccionar algo que se te va humedecer?
ResponderEliminarAyyyyyyyy amigo no sabes que lo dulce no se conserva mucho tiempo?
Un abrazo.
He comenzado a coleccionar de manera exquisita y privilegiada aquellos momentos en los que mis amigos han hecho posible ¡QUÉ MI SONRISA VUELVA A SER LA DE ANTES! Será una colección de lujo, edición limitada y con sello de garantía
ResponderEliminarEsas bolsitas de azúcar que antes eran gozo de acumulación terminan convirtiéndose en algo útil aunque viejo. También me gustó tu entrada donde hablas de dejar el cigarrillo, entiendo eso de que te sientas humo, uno a veces puede convertirse en lo hace, literalmente hablando, podemos ser cualquier cosa si queremos, hasta polvo minúsculo, aunque todos nos vean físicamente constantes podemos ser miles de cosas que no son precisamente humanas. Besos, te sigo.
ResponderEliminarMe gusta tu estilo. despojado e irónico. Saludos dulces
ResponderEliminarY en un festín para las hormigas.
EliminarNada se pierde.
Un abrazo
A veces me gustaría guardar ciertos recuerdos para cuando no los tenga a mano. Los recuerdos más dulces son los que recordamos con más amargura... la idea de esconderlos en saquitos de azúcar me seduce.
ResponderEliminarun abrazo