sábado, 31 de agosto de 2013

Del paralelismo en los amantes



Esta tortura de no abrazarte nunca,
de saberte tan cerca
sin sentir el rubor de una tangente,
esta ruta al azar donde transita
la sincronía esquiva de tu ausencia,
esta mirada de reojo
soñando cercanía,
                             -o tal vez, no-,
este peregrinaje                                    
de curvas exiliadas al presente,
esta similitud de las mentiras
sobre dos vías muertas,
este beso alineado en las fronteras
donde poder quererte,
                                    este sueño
aplazado otra vez al infinito,
esta condena de vidas paralelas…


lunes, 26 de agosto de 2013

Infanta soñando escritor

                 Intento escribir sobre un personaje medieval. Por ejemplo, una infanta que ve pasar las horas desde la torre del castillo paterno. Mientras da puntadas al hastío del bastidor, sueña con su caballero andante, ese ser valiente y justiciero que, una mañana, acudirá en su rescate y la guiará por la luminosa ruta  hacia la felicidad.

                 Lástima, el perfil del caballero -ahora que entro en los más recónditos anhelos de mi protagonista- no se parece en nada a mí. Si hubiera sido yo, al fin y al cabo el imposible de una dama solitaria, no existiría más que como héroe en su subconsciente. Sería simplemente, y nada menos que, una ensoñación. Alguien que nada sabe de la historia, y que es amado en la soledad de la distancia.

                Pero no, sigo siendo un puñado de vísceras y humores (malos) pululando por el siglo veintiuno. Sigo siendo el prosista que, unos párrafos después, habrá de describir con precisión sintáctica la llegada del vulgar conde pretendiente, con los ropajes teñidos de sangre y la piel lujuriosa. La arrastrará sin remilgos hasta el lecho, así lo escribiré, mientras maldigo mi existencia de triste literato que siempre sale derrotado de  las justas.

martes, 20 de agosto de 2013

LÁGRIMAS, SUPONGO

Hizo torrentera
                      una lágrima
por los surcos de tu rostro en barbecho.
                        yo no era dios, y sin embargo
me sentí amarga fuente de tu dolor, mejilla abajo.

Al día siguiente, en la penumbra
de un alba aún ignorado,
ensayaste el mismo
llanto, varada
ante el espejo de la desesperanza.

Sobre los adoquines heridos
del olvido,
                  exiliada de ti,
intentaste llorar
al sur de cicatrices sin destino,
                                                  y no pudiste…,
nada brotó de tus ojos ausentes.
                                                   No sabías aún
que la autoridad competente había prohibido
todo dispendio de líquido,
toda gota de vida
surcando esa aridez
-la soledad, acaso- de cauces infinitos. 

miércoles, 14 de agosto de 2013

El papel de mi vida

                 Iba a comenzar la ceremonia anual de premios cinematográficos. Esta vez no había duda, la estatuilla sería para mí. Había bordado el papel de mi vida, y no es un símil valorativo. Quiero decir que había interpretado mi propia vida, con todos los imposibles matices de quien se suplanta a sí mismo.


               El personaje creado -tan ajeno a mí, por otra parte- quedaría en la historia de la pantalla como un hito actoral. Sentado cómodamente sobre la butaca de mi vanidad, paladeaba de antemano el triunfo, repasaba de memoria la lista de agradecimientos que recitaría en el escenario.


            Ni me mencionaron, todo sucedió como si yo no existiera. Esos críticos de mierda no entienden de auténticas representaciones. No entienden de vidas, posiblemente. Dieron el premio al engreído de Marcial Ovejero, que lo recibió con la prevista impostura emocionada. En su detestable peli, el muy gilipollas pretende dar credibilidad a un inverosímil vendedor de biblias metido a detective aficionado, por supuesto en un entorno de crímenes y misterio. Ni comparación con mi historia, ustedes dirán.

jueves, 8 de agosto de 2013

Manual para retornos, premio en A Guarda


Volvíamos de aquel viaje por el norte
con jirones de niebla en las maletas
melladas de amargura,
y fotos que acechaba el desamor.
Al llegar a casa, la puerta no se abrió.
Comprobamos las llaves, por si el tiempo
había limado los dientes de la ausencia
con palabras huidas.
                                 Ninguna abrió
aquel hogar que almacenaba dentro
rincones de sonrisas infantiles,
fiestas de cumpleaños, y algún disfraz
de ilusiones vencidas.

                                      Era tarde,
y estábamos cansados
de esperar respuestas por las estaciones
donde habita el ayer. Entonces fuimos
en silencio a un hotel, como otras veces,
de esos donde nadie te pregunta
si quieres vista al mar.
                                     Mientras subía
hacia la planta quinta del hastío
y tú llamabas al futuro en móvil,
pensé en nuestra vivienda silenciosa,
los cuartos de los niños, y esas cosas
que habitan los pasillos sin memoria.

Luego anocheció, y un frío lento
fue tomando los muros de aquel cuarto
donde nada era nuestro. Es posible
que incluso me abrazara a tu recuerdo
en forma de almohada. Y nos dormimos
soñando besos que, quizá mañana,
abrieran los cerrojos al olvido.

             

                    2ª Premio Feliciano Rolán, A Guarda, Agosto 2013. Con mi agradecimiento por su entrañable acogida.




jueves, 1 de agosto de 2013

Cruz-y-grama

               
         Aprovechando la confusión, la nueve horizontal asesinó al experto en crucigramas. El tres vertical (definición segunda), que se cruzó con ella, no consideró oportuno delatarla.
              
         Ahora, ambos disfrutan, sin letras de por medio, la turbia liberación de cuadrículas en fuga. Desde la estantería de los pasatiempos sin resolver, ambos ven pasar el entierro de su enemigo.
         
            Perciben un aviso, sin embargo. Quizá una negra amenaza de rotulador rompiendo su sosiego. Son conscientes de su destino, para los enunciados de crucigramas la libertad suele resultar un placer efímero.


domingo, 21 de julio de 2013

Recuerdos, o la difícil elección

           

        Concluido aquel  verano adolescente, no la volvió a ver. Treinta y dos años después, la encontró en un azar de encrucijadas. No era la misma, por supuesto, pero también le sedujo. Dudó, apenas un instante, cuál de las dos le gustaba más.

            Se impuso la fidelidad. Ningún presente supera un amor destilado en la memoria.

Micro finalista del certamen Diversidad Literaria. Julio 2013

martes, 9 de julio de 2013

Objetos a declarar

                  Al llegar al arco detector, empecé a vaciarme los bolsillos. Primero, apareció ese niño vagamente atónito de las fotografías. Luego un mechero inservible, varios amasijos de ilusiones, y las llaves oxidadas de alguna cerradura que –a esas alturas- no sabía situar.

                  Instantes después, saliste tú del bolsillo interior, ése que se ubica al lado del corazón. Miré sorprendido, ya no recordaba que estuvieses allí. También fui depositando, como restos de un naufragio, la tarjeta sanitaria –ya poca utilidad podía tener-, las ambiciones profesionales y unas gafas de presbicia para leer la vida, que nunca supe limpiar bien.

                 A esas alturas, ya estaba casi desnudo. Fue entonces cuando me extraje a mí mismo de la trasera del pantalón. Me contemplé, atónito, un momento, sobre la bandeja de objetos que no podían seguir viaje. Quedé allí, confiscado junto a la cartera que escondía alguna foto amarillenta, y el carné con esa identidad falsa que ya no necesitaría nunca más.


jueves, 27 de junio de 2013

Modelo desnuda

                          La modelo del pintor joven no cobra, paga por posar. Todos los días recibe al artista en la antesala de su dormitorio, junto al enorme vestidor laminado de espejos. Cuando caballete, lienzos y pinceles están listos, la modelo del pintor joven se desnuda. Durante unas horas, sin querer reparar en el ajado aviso de la piel -esa tristeza de carnes en declive-, posa en actitud sugerente, aprendida en su largo devenir por los clausurados museos de la vida.

            Acabada la sesión, se vuelve a vestir, con ayuda de la empleada de hogar. Luego, la modelo del pintor joven observa como él recoge sus bártulos y cubre, para que no se vea todavía, el lienzo a medio terminar. Hay un pacto, no asomarse al cuadro hasta que esté terminado. Se despiden ambos con un gesto tibio, como de complicidad. La modelo del pintor joven lo ve partir, con el cheque en el bolsillo y esa incertidumbre de contratado en prácticas. Un día más.


            Un día más, o quizá un día menos, hacia la belleza por recuperar, piensa la modelo del pintor joven. Hacia esa belleza que algún día despilfarró, desnuda también, por otros cuartos con otros vestidores. Hace de esto muchos años, demasiados quizá. Sucedió en un tiempo de plenitudes, cuando era tan joven como ese artista que –está segura- sabrá impostar con arte su retrato. Ese artista que conseguirá pincelar, para su ajada mecenas, una mentira sutil y desgarrada, una efímera mueca a la supervivencia.

             Hace demasiados años de todo, y la modelo del pintor joven no recuerda ya su figura de entonces. Esa figura que ahora cubre con un paño su desnudez entre el pavor del lienzo. Su desnudez de ayer, apenas desleída por los óleos de un presente en prácticas. 

viernes, 21 de junio de 2013

Haikus, sinkus, de Gimeno Montes

              Se ha entregado, también él, al haiku. Mi entrañable (el término es especialmente apropiado) Gimeno Montes se ha sumado a la haikumanía. Me lo explicaba el otro día, mientras admirábamos el florecimiento de adelfas en mi terraza urbana.

               
               

                   Hay notas en la                       
                sinfonía del sol
                que hablan de mí

                 

Danza festiva,
la sombra de la adelfa
mueve sus pies


     

                  Voluble, mi inseparable Gimeno Montes, como la primavera. Jarreaba sobre las aceras cuando, apenas un rato después, lo acompañaba al autobús. Se le había ocurrido estirar las versos del haiku (7-11-7) hasta estilizar su médula, inyectándolos además sentimientos en vena.  Mientras trataba de protegerle con el paraguas, me lo explicaba. Sinkus, los ha bautizado. GM es así. Por  cierto, acabamos empapados.

               


                  Me dejaste tu voz
                   en aquel mensaje de despedida,
                   la escucho todavía



                  Cabalgo en tu recuerdo
                  veredas de ausencia, me pierdo siempre
                  por las encrucijadas


sábado, 15 de junio de 2013

Semáforos, o De los azarosos efectos de la urgencia transeúnte sobre las (medias) naranjas




                Que no te recuerde no quiere decir, por supuesto, que no seas la mujer de mi vida. Simplemente, cuando los parpadeos del azar te iban a depositar en mi fugaz paso de peatones, el semáforo cambió a verde. Y yo, por aquel entonces, siempre tenía prisa por no llegar.

lunes, 3 de junio de 2013

Gallinas, picoteando

             Terminada la merienda, mi abuela se levantaba de golpe y sacudía con energía el manteo para que cayeran al suelo las migas acumuladas sobre la larga saya. En pocos instantes –lo intuyo más que lo asevero, porque en aquel tiempo no existían en mi vida segunderos- el suelo de barro recocido era un  hervidero de gallinas picoteando briznas de alimentos ajenos. Las había pardas, orgullosas, con una cresta levemente carmesí. Otras tenían una liviandad ocre, con plumas herejes en el dorso. Comían con ansia, conscientes de la urgencia de lo humano, de lo avícola, quiero decir. Algunas de ellas,  aún inconscientes de su futuro, oirían desde el caldero las campanas sonando a fiesta de la Virgen de agosto. 


            Como ahora tengo prohibido el pan, y además he acumulado la educación suficiente para comer encima del plato, ya no caen migas a mis suelos de parqué. Pero, ya ven, sigo fiel a mis comportamientos ancestrales, temeroso quizá de interrumpir la cadena sicoalimenticia. Sigo, seguimos, propiciando el atroz picoteo de la nada, devorando desechos de los otros, canibalizando sentimientos y miserias ajenas, viviendo flecos de vidas anteriores. Pero lo hacemos de forma rutinaria, sin ansia, convencidos de nuestra inmortalidad. Creyendo, en nuestra ignorancia, que el mundo gira alrededor de nuestra altiva cresta…        
      
         Tenían una carne prieta, las gallinas. Y propiciaban caldos opacos, intensos, llenos de aroma a miga candeal y placeres efímeros. Ahora el pollo viene envasado al vacío. Al vacío, recalco el término, y con fecha de consumo preferente. Es el único tipo de caducidad en que creemos todavía. Antesdefinde. Hay algo de velada advertencia en los envases de pollo, antesdefinde… Eso pienso, mientras sacudo las olvidadas migas de mi pantalón gris marengo, y admiro la sabiduría de mi abuela.    
          

martes, 28 de mayo de 2013

Blas Muñoz, a la sombra del limonero


Pero sólo hay silencio. Y esta luz que declina,
esta luz que aún insiste y afirma su presencia
proyectando la sombra fugitiva y veloz
de un ave, o del crepúsculo,
                                            en tu rostro furtivo.

Este bloguero (furtivo, también) ha encontrado, en las X Jornadas Manriqueñas, a Blas Muñoz Pizarro, poeta de emoción honda y verbo clásico, pero cuya osadía le impulsa también a sentarse en las florecidas cunetas donde brotan haikus y tankas.

Una flor seca
ha caído del libro
que te dejaste.
Señalaba un poema
que aún habla de regresos.


Allí, en Villamanrique, a la sombra del Limonero de Homero, su tertulia de amigos valencianos, hemos desgranado horas de versos y vinos, casi a partes iguales.

Esta ventana abierta no es espejo,
ni río detenido. No es ojo, ni camino.
Es una pausa ciega en un paréntesis oscuro.
Y, aunque a ti te conforta saber que no estás solo,
que hay otra soledad, frente a la tuya,
mas desvalida aún por estar sola,
empiezas a sentir que tu mirada, aún oculta y culpable,
es la mirada nueva del que comparte todo si comparte su nada.


Gracias, Blas, por estos poemas, por tu entrañable acogida, por el calor de tus amigos. Por compartir todo con la nada de este furtivo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Siete menos veinte...


                 Tras el fugaz encuentro, en el momento de la despedida, ella le pidió su número de teléfono. Pretendía llamarle todos los días, a las siete menos veinte, advirtió ilusionada. Consciente de las consecuencias, él facilitó un móvil equivocado. No quería correr riesgos. Ningún futuro de llamadas a hora fija podría superar la memoria de aquel instante, la magia del infinito sugerido.

             Desde entonces, a las siete menos veinte, ella llama a diario, teclea esa colección de cifras ajenas que conoce al dedillo. Y recibe respuesta. Cada tarde, otra voz, surgida del azar, contesta –y alimenta en la distancia- la ajena ficción de dos desconocidos instalada en ese ayer maquillado de imposibles.

               Todas las tardes, ajeno a la conversación inalámbrica que ella mantiene con el benevolente impostor, él recrea por un momento la magia furtiva de un recuerdo solitario. Intuye, con el móvil en silencio, la eternidad del amor. Un amor liberado de palabras, de llamadas diarias, de promesas cargadas de futuro. Un amor con el número correcto, tecleado en la agenda del pasado.

             Un amor a tres bandas, justo a las siete menos veinte, cuando alguien acepta generosamente esa llamada equivocada, y en algún lugar quedan parados todos los relojes del olvido.

jueves, 16 de mayo de 2013

Meditación del ocaso


Decidme, ¿debo seguir hablando
ahora que ya florecen
silencios a la orilla de los charcos?

¿Debo, acaso, podar las ilusiones
de las quinceañeras
que cogen al descuido el autobús?



Quizás me haya llegado,
sin darme cuenta, el tiempo
de sentarme a mirar desde el banquillo,
sentir que ya anochece
sobre las vanidades,
                                  intuir
que se está bien aquí, al resguardo
de ese relente umbrío,
de ese pavor que suele aparecer
a media tarde por las escombreras
donde arrojé  hace tiempo,
junto a un verso oxidado, el corazón.

viernes, 10 de mayo de 2013

De pronto, una tarde


          Volvía al pueblo, una tarde cualquiera, tachonada de olvidos, cuando oyó doblar las campanas. El sonido era inconfundible, lo había escuchado ya tantas veces, ese toque cadencioso. Puso el tractor en primera. Al alcanzar el palomar junto a los huertos, vio pasar la comitiva. Tan abatidos todos, tan formales, con ese gesto compungido de quien, en cierto modo, se siente avisado.

         Tan formales, todos, incluido él, con su traje menos raído, estirado de una forma impropia. Y rígido, constató además. Tumbado con ese gesto ausente, tan habitual en aquel impostor que tanto se le parecía. Torció hacia la fuente de los tres caños, pensó rociarse con agua el rostro convulso, que quizá no era ya su rostro. Demasiado tarde, sospechó, suele ocurrir siempre. Se había calado el motor. Quería creer que estaba vivo, un hombre más que vuelve de faenar en el campo.

         Un hombre emergiendo entre un secano de ayeres agostados, un hombre que ve pasar la muerte junto al palomar. Un tractor que se cala, vacío de pronto, sin nadie a sus mandos. Una tarde cualquiera, tachonada de olvidos. 

martes, 23 de abril de 2013

SEXTOBÉ (y 2)


             ... Bebo otra vez, y dejo caer el resto de cerveza, lentamente, sobre la fotografía. Debo despedirme de la mentira de los sextobés. En un instante apenas, se desdibujan los recuerdos entre un charco dorado. Quizás, a estas alturas, Gómez Recio está enfermo, sometido a radiaciones en algún cuarto aséptico. Merino puede ser un honrado y triste padre de familia, Juárez un divorciado en crisis, y Heras, un empresario que, cada día, elige una corbata a juego con su traje gris de superviviente. ¿Qué decir del padre Ródenas?  Deduzco que estará muerto, pero de vivir tendría más de cien años, y ya no podría levantar al flaco León –ahora menos flaco y menos rebelde- agarrándole por las patillas.

 

         Quizá, de una forma u otra, todos, también yo, que no me reconozco en la foto, estemos muertos. Es muy posible, cavilo mientras saco otro botellín de la nevera y degüello su chapa como si fuera un recuerdo. A tres metros de mí, sobre la mesa lacerada, esa cartulina del pasado se retuerce en humedades, desdibujando para siempre aquellos rostros de sextobé. Buenos tiempos, aquellos, aunque entonces no fuéramos capaces de comprenderlo. Bebo, ustedes comprenderán.

miércoles, 17 de abril de 2013

SEXTOBÉ (1)


             Bebo un botellín y veo la foto de 6ºB. Fueron buenos tiempos aquellos, con su tabla periódica de moratones, y las ilusiones examinándose de reválida. Ignoro qué ataque de nostalgia ha puesto en mi mano esta imagen descosida, que mira con recelo hacia la otra mano exultante de cerveza. Reconozco a Merino, tan espigado y huraño, al cachondo de Juárez, a Heras, con su jersey gris a rayas horizontales. Puedo encuadrar sus rostros, y otros varios, en ese instante fugaz, previo al recreo. El gesto irónico de Gómez Recio y –en el ángulo superior derecho del grupo- la impronta vigilante del padre Ródenas, unos minutos antes, posiblemente, de elevar un palmo del suelo al flaco León, siempre tan rebelde, agarrándole por las patillas.


           
            Doy un sorbo, alejo mis ojos presbiciados para afinar detalles. Podría, aunque no lo haré, rememorar todos los nombres, afincarlos en sus rostros atónitos, emergidos entre los bancos escalonados para decir aquí estamos, aquí estuvimos. Podría revivir aquel año sin telarañas, donde los hiposulfitos tenían el aspecto de esas tías en pelotas de las páginas impresas. Podría, pero no lo haré, no quiero llegar a ese esbozo de hombre que sonríe, sin saber por qué, el tercero a la izquierda de la fila superior. A ése, lo sé muy bien, no lo reconocería. Hace años que desertó de su pasado, que vagabundea, como un exiliado de sí, por apartamentos donde no quedan ya cajones que acunen en su interior las delatoras fotos del pasado... (continuará)


sábado, 13 de abril de 2013

Juegos de mesa, probablemente



Pensando en ella, una mañana

rescató el viejo scrabble polvoriento

del fondo del arcón,

                                 hacía tiempo

que nadie lo retaba, y no sabía

si ahora el resto de los jugadores

aceptarían la palabra amor.




martes, 9 de abril de 2013

Escenas en el parque


              Resbala balón ante hombre sentado en banco. Proyección en algún parque de esta película que casi nunca nos apetece ver. Pasa un niño detrás, con deportivas a listones negros y la mochila de los recuerdos aún vacía. Travelling de aromas a lilo y descubrimientos al filo de la esperanza. Una pareja de jubilados discuten en pantalla, reafirman el deterioro de cuanto los circunda, todo hundiéndose a su alrededor, mientras caminan a paso gimnástico, receta del dietista de la supervivencia emocional. Fundido en verde, y castaños de indias jugando al escondite con la luz esquiva.

             Zoom hacia dentro. Cámara ante el espejo de un estanque vacío, un cartel avisa que hay una fuga en el circuito que recicla las aguas tapizadas de angustia. Primer plano de hombre en el parque, aspirando el murmullo de madres primerizas y perros girando –también ellos- en círculo. Antes de que la pantalla pase a la siguiente escena, pongamos vermú desde terraza al sol, el hombre arroja a la papelera azul el último recuerdo.

           Podría ser una lágrima eso que se desliza en eslalon por las arrugas de su presente. La iluminación contrastada lleva a cierta confusión. Podría ser una lágrima, o quizá no. En todo caso, un imprevisto sin importancia, nada imposible de arreglar con un toque sutil de maquillaje. El hombre abandona el parque, remendado. Sigue el rodaje, cámaras. Sigue la farsa, acción.

viernes, 5 de abril de 2013

Trampas para perder



                                               A Nuria Lobo, entre resplandores de queimada

          Me gusta hacer trampas cuando juego. Trampas para perder. Esconder un as bajo los sueños, por ejemplo. O arrojar al olvido la mano ganadora. Me gusta hacer trampas para perder. Resulta tentador el gesto del vencedor cuando abandonas, la palmada condencesdiente por la espalda, el hilo de ternura destilado en la mirada triunfante de quien ignora el precio de su victoria... 
         Me gusta hacer trampas para perder. Es mi táctica preferida, y me va bien con ella, incluso he alcanzado un cierto prestigio en los casinos de las relaciones. No va más. Lo pone en la solapa del instructivo Manual sobre ludopatía de los sentimientos: En el azaroso juego de la vida, todo vale.                                         

jueves, 28 de marzo de 2013

Madre medio filósofa


               Murió, o eso creía, mientras escuchaba Eye in the sky. Durante el tránsito -por cierto, en AVE y con zumo de brick- recordó ese último detalle, un disco sonando en el vacío. ¿Qué pasa, después de todo, con las canciones que se quedan a medio escuchar, los libros a medio leer, los vasos a medio beber…?  ¿Quién desmiembra los abrazos a medio dar? ¿Dónde se almacenan los recuerdos a medio compartir?


           Demasiadas preguntas, resucitó antes de mediodía. Tenía aún muchos (medios) cabos por atar. Mientras escuchaba, todavía, el reclamo progresivo de Alan Parsons, entró su madre. Le recordó el tantas veces relegado propósito de recoger el cuarto. Siempre lo dejas todo a medias, sentenció, con un benevolente tono de reproche,  siempre a medias.

           Filosofía de madres. Lo saben todo, las tías.    

domingo, 24 de marzo de 2013

Sobre los Down, un tal Bach, y los poéticos ombligos


Texto desaparecido el pasado jueves de ese proscrito cajón de ausencias donde se desangra, sin pena ni gloria, mi heterónimo Gimeno Montes:


        Veintiuno de marzo. Poetas, poetastros y aprendices varios de ese llamado don, al parecer divino, no dejan de mirarse el ombligo durante toda esta jornada. Día Mundial de la Poesía, dicen. Y se lanzan a la calle -Amando García Nuño entre ellos-, anegan las redes, declaman sin compasión alguna hacia el resto de los mortales, que nada entienden, ni falta que los hace, de metáforas. Pueblan internet de versos naufragados,  invaden, con sus voces engoladas, salas de recitales y estrados literarios, dedican poemarios como quien firma cláusulas hipotecarias sobre su conexión con lo innombrable.

   Ignoran, por supuesto, tan autocomplacidos ellos, que hoy también podría ser -es, de hecho- el Día Mundial del Síndrome de Down, lo cual debería ocuparnos, y preocuparnos, más que seguir inundando de torpes ripios y metáforas vacías las castigadas páginas en blanco. Me cuelo en el rincón más íntimo del desnortado Amando para saludar a Jesús (el  chico de la foto), a Teresita, a Pepe Varona, sus amigos de la Fundación Betesda. Ellos sí son poesía, este día, y todos.

           No ignorarán los poetas, -o quizá sí, ellos se permiten todo tipo de ignorancia- que también ese día es el Aniversario del nacimiento de Bach, un 21 de marzo (mutación de calendarios por medio) de 1685, apenas un mes después de que naciera otro desarrapado, un tal  Haendel. Este mordaz heterónimo se vuelve por un momento generoso, y os obsequia el portentoso aria de la Cantata 182, titulado Leget euch dem heiland unter. Incluso Amando García Nuño, que pertenece al género de los poetas pretenciosos y presuntamente geniales, oirá este verso musicado por los dioses, y confesará que cambia las inútiles toneladas de sus palabras por una sola de estas notas. Pinchad y escuchad, no vale otra cosa. Hoy, DOWN y BACH, se puede elegir la solidaridad, la belleza. Dejemos los poéticos ombligos para otro día. 


                               

miércoles, 20 de marzo de 2013

Besar la vida entre los soportales, premio en Frías


Voy a creer, porque el recuerdo es largo,
que habitas tu pasado de muñecas,
aquella desazón de unos susurros
de infancia tableada, y de pupitres…,
voy a creer que no tiñen tus ojos
la soledad de vidas compartidas,
que planchas desazones
los lunes por la tarde, mientras borras
niñas trenzando un mundo en las baldosas,





voy a creer, porque el futuro es corto
que nunca poblarás tus soledades,
la rutina mellada de esos días,
un marido, dos hijos, mil ausencias,
y la certeza de que vivir es falso,


voy a creer que es tiempo todavía
de salir al mercado de los sueños,
que te pondrás mañana los tacones,
esbozando de anhelos tus pestañas,
y saldrás a la acera,
                                por si acaso
tu perfil de mujer retando al tiempo
                besa la vida entre los soportales.


Tercer Premio X Certamen Ciudad de Frías, Marzo 2013

sábado, 16 de marzo de 2013

Paisaje sin hombres


             Papá, ¿en estos cuadros no salen personas? La niña, calculo, puede tener alrededor de diez años. Arrastra su defraudada curiosidad por la exposición Impresionismo y aire libre, Museo Thyssen, Madrid. Telón de fondo con gestos admirados y quintales métricos de québonitos entre los bañistas de esta Costa Impresionista en que se ha convertido el eje Prado-Recoletos. La niña sigue buscando rostros humanos. En vano, claro está.

          Extraviado entre nenúfares y alamedas al ocaso, la observo de reojo, sus deportivas levemente raídas a la altura del talón, sus ojos vivaces anhelando ese perfil de seres humanos. Recuerdo el poema de Alberti, musicado hace años por Aguaviva. Racimos de turistas  en torno a guías abúlicos van tomando la sala, seducidos por el reclamo de prados y estanques. Se interponen con descaro entre la naturaleza, presuntamente viva, y mis ojos atónitos, cada vez más muertos. Gentío, hoy toca cultura. ¿Pero, dónde los hombres?  Titubeo, enceguecido al pronto, incapaz de descubrirlos.
          Desaparecen, la niña y su pregunta sin responder. ¡Ah, éste sí es maravilloso, qué preciosas tonalidades verdes!, comenta un bolso acompañado de señora, justo delante de mí. Quizá la pincelada, intuyo, ha usurpado el hueco de la piel, quizá el paisaje ha desterrado a sus habitantes, hasta convertirse en un muestrario de colorines en busca de aplauso. Entre Monet y Manet, mucho más que una vocal de diferencia. Me pierdo en el agujero verde de esas campiñas, en sus matices carentes de alma, dónde estará aquella niña... Québonitoooooo.
         Ad-miran, y cuando admiran parece que están solos. A-sienten, y cuando asienten, parece que están solos. Con aspecto de hombre viven, o eso parece. ¿Pero dónde los hombres?

Enlace al tema de Aguaviva, Poetas andaluces de ahora:
http://www.youtube.com/watch?v=CoADWowiOyg

martes, 12 de marzo de 2013

ABIERTO 24 HORAS

                                         A Mer, siempre tan generosa, que me regaló la idea

             Mi barrio anda mal de bares. Por suerte, la cafetería del tanatorio abre 24 horas. Cada noche, cuando acecha ese vacío de cierres metálicos, peregrinan hasta allí parroquianos algo serios, vestidos con traje oscuro, como de domingo. En sus blancas sillas de peuvecé, beben chupitos y corean canciones de juventud, para ser conductor de primeraaaaaaa…. Aceleran, también ellos, no les queda ya otro remedio.



            Antes de la alborada, pago la cuenta y los acompaño, de vuelta por los pasillos desolados. Quedan en sus lechos, durmiendo la mona, tan ausentes de todo, borrachos de nostalgia y orujo. Para mí, es hora de empezar a currar. Cuando paso otra vez frente a la cafetería, empiezan a llegar los primeros familiares, aroma a gel de hipermercado y un brillo de herencia en sus miradas. No me interesan hoy, paso de largo hacia la calle, hacia la vida.
             Sobre el mostrador de algún bareto recién abierto, planifico mi agenda, soy una comercial concienzuda. Es curioso, medito mientras mastico un cruasán plastificado, es curioso, a estas alturas, la mayor parte de mis próximos clientes de francachela nocturna, beben café con leche y se sienten inmortales.