martes, 28 de mayo de 2013

Blas Muñoz, a la sombra del limonero


Pero sólo hay silencio. Y esta luz que declina,
esta luz que aún insiste y afirma su presencia
proyectando la sombra fugitiva y veloz
de un ave, o del crepúsculo,
                                            en tu rostro furtivo.

Este bloguero (furtivo, también) ha encontrado, en las X Jornadas Manriqueñas, a Blas Muñoz Pizarro, poeta de emoción honda y verbo clásico, pero cuya osadía le impulsa también a sentarse en las florecidas cunetas donde brotan haikus y tankas.

Una flor seca
ha caído del libro
que te dejaste.
Señalaba un poema
que aún habla de regresos.


Allí, en Villamanrique, a la sombra del Limonero de Homero, su tertulia de amigos valencianos, hemos desgranado horas de versos y vinos, casi a partes iguales.

Esta ventana abierta no es espejo,
ni río detenido. No es ojo, ni camino.
Es una pausa ciega en un paréntesis oscuro.
Y, aunque a ti te conforta saber que no estás solo,
que hay otra soledad, frente a la tuya,
mas desvalida aún por estar sola,
empiezas a sentir que tu mirada, aún oculta y culpable,
es la mirada nueva del que comparte todo si comparte su nada.


Gracias, Blas, por estos poemas, por tu entrañable acogida, por el calor de tus amigos. Por compartir todo con la nada de este furtivo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Siete menos veinte...


                 Tras el fugaz encuentro, en el momento de la despedida, ella le pidió su número de teléfono. Pretendía llamarle todos los días, a las siete menos veinte, advirtió ilusionada. Consciente de las consecuencias, él facilitó un móvil equivocado. No quería correr riesgos. Ningún futuro de llamadas a hora fija podría superar la memoria de aquel instante, la magia del infinito sugerido.

             Desde entonces, a las siete menos veinte, ella llama a diario, teclea esa colección de cifras ajenas que conoce al dedillo. Y recibe respuesta. Cada tarde, otra voz, surgida del azar, contesta –y alimenta en la distancia- la ajena ficción de dos desconocidos instalada en ese ayer maquillado de imposibles.

               Todas las tardes, ajeno a la conversación inalámbrica que ella mantiene con el benevolente impostor, él recrea por un momento la magia furtiva de un recuerdo solitario. Intuye, con el móvil en silencio, la eternidad del amor. Un amor liberado de palabras, de llamadas diarias, de promesas cargadas de futuro. Un amor con el número correcto, tecleado en la agenda del pasado.

             Un amor a tres bandas, justo a las siete menos veinte, cuando alguien acepta generosamente esa llamada equivocada, y en algún lugar quedan parados todos los relojes del olvido.

jueves, 16 de mayo de 2013

Meditación del ocaso


Decidme, ¿debo seguir hablando
ahora que ya florecen
silencios a la orilla de los charcos?

¿Debo, acaso, podar las ilusiones
de las quinceañeras
que cogen al descuido el autobús?



Quizás me haya llegado,
sin darme cuenta, el tiempo
de sentarme a mirar desde el banquillo,
sentir que ya anochece
sobre las vanidades,
                                  intuir
que se está bien aquí, al resguardo
de ese relente umbrío,
de ese pavor que suele aparecer
a media tarde por las escombreras
donde arrojé  hace tiempo,
junto a un verso oxidado, el corazón.

viernes, 10 de mayo de 2013

De pronto, una tarde


          Volvía al pueblo, una tarde cualquiera, tachonada de olvidos, cuando oyó doblar las campanas. El sonido era inconfundible, lo había escuchado ya tantas veces, ese toque cadencioso. Puso el tractor en primera. Al alcanzar el palomar junto a los huertos, vio pasar la comitiva. Tan abatidos todos, tan formales, con ese gesto compungido de quien, en cierto modo, se siente avisado.

         Tan formales, todos, incluido él, con su traje menos raído, estirado de una forma impropia. Y rígido, constató además. Tumbado con ese gesto ausente, tan habitual en aquel impostor que tanto se le parecía. Torció hacia la fuente de los tres caños, pensó rociarse con agua el rostro convulso, que quizá no era ya su rostro. Demasiado tarde, sospechó, suele ocurrir siempre. Se había calado el motor. Quería creer que estaba vivo, un hombre más que vuelve de faenar en el campo.

         Un hombre emergiendo entre un secano de ayeres agostados, un hombre que ve pasar la muerte junto al palomar. Un tractor que se cala, vacío de pronto, sin nadie a sus mandos. Una tarde cualquiera, tachonada de olvidos. 

martes, 23 de abril de 2013

SEXTOBÉ (y 2)


             ... Bebo otra vez, y dejo caer el resto de cerveza, lentamente, sobre la fotografía. Debo despedirme de la mentira de los sextobés. En un instante apenas, se desdibujan los recuerdos entre un charco dorado. Quizás, a estas alturas, Gómez Recio está enfermo, sometido a radiaciones en algún cuarto aséptico. Merino puede ser un honrado y triste padre de familia, Juárez un divorciado en crisis, y Heras, un empresario que, cada día, elige una corbata a juego con su traje gris de superviviente. ¿Qué decir del padre Ródenas?  Deduzco que estará muerto, pero de vivir tendría más de cien años, y ya no podría levantar al flaco León –ahora menos flaco y menos rebelde- agarrándole por las patillas.

 

         Quizá, de una forma u otra, todos, también yo, que no me reconozco en la foto, estemos muertos. Es muy posible, cavilo mientras saco otro botellín de la nevera y degüello su chapa como si fuera un recuerdo. A tres metros de mí, sobre la mesa lacerada, esa cartulina del pasado se retuerce en humedades, desdibujando para siempre aquellos rostros de sextobé. Buenos tiempos, aquellos, aunque entonces no fuéramos capaces de comprenderlo. Bebo, ustedes comprenderán.

miércoles, 17 de abril de 2013

SEXTOBÉ (1)


             Bebo un botellín y veo la foto de 6ºB. Fueron buenos tiempos aquellos, con su tabla periódica de moratones, y las ilusiones examinándose de reválida. Ignoro qué ataque de nostalgia ha puesto en mi mano esta imagen descosida, que mira con recelo hacia la otra mano exultante de cerveza. Reconozco a Merino, tan espigado y huraño, al cachondo de Juárez, a Heras, con su jersey gris a rayas horizontales. Puedo encuadrar sus rostros, y otros varios, en ese instante fugaz, previo al recreo. El gesto irónico de Gómez Recio y –en el ángulo superior derecho del grupo- la impronta vigilante del padre Ródenas, unos minutos antes, posiblemente, de elevar un palmo del suelo al flaco León, siempre tan rebelde, agarrándole por las patillas.


           
            Doy un sorbo, alejo mis ojos presbiciados para afinar detalles. Podría, aunque no lo haré, rememorar todos los nombres, afincarlos en sus rostros atónitos, emergidos entre los bancos escalonados para decir aquí estamos, aquí estuvimos. Podría revivir aquel año sin telarañas, donde los hiposulfitos tenían el aspecto de esas tías en pelotas de las páginas impresas. Podría, pero no lo haré, no quiero llegar a ese esbozo de hombre que sonríe, sin saber por qué, el tercero a la izquierda de la fila superior. A ése, lo sé muy bien, no lo reconocería. Hace años que desertó de su pasado, que vagabundea, como un exiliado de sí, por apartamentos donde no quedan ya cajones que acunen en su interior las delatoras fotos del pasado... (continuará)


sábado, 13 de abril de 2013

Juegos de mesa, probablemente



Pensando en ella, una mañana

rescató el viejo scrabble polvoriento

del fondo del arcón,

                                 hacía tiempo

que nadie lo retaba, y no sabía

si ahora el resto de los jugadores

aceptarían la palabra amor.




martes, 9 de abril de 2013

Escenas en el parque


              Resbala balón ante hombre sentado en banco. Proyección en algún parque de esta película que casi nunca nos apetece ver. Pasa un niño detrás, con deportivas a listones negros y la mochila de los recuerdos aún vacía. Travelling de aromas a lilo y descubrimientos al filo de la esperanza. Una pareja de jubilados discuten en pantalla, reafirman el deterioro de cuanto los circunda, todo hundiéndose a su alrededor, mientras caminan a paso gimnástico, receta del dietista de la supervivencia emocional. Fundido en verde, y castaños de indias jugando al escondite con la luz esquiva.

             Zoom hacia dentro. Cámara ante el espejo de un estanque vacío, un cartel avisa que hay una fuga en el circuito que recicla las aguas tapizadas de angustia. Primer plano de hombre en el parque, aspirando el murmullo de madres primerizas y perros girando –también ellos- en círculo. Antes de que la pantalla pase a la siguiente escena, pongamos vermú desde terraza al sol, el hombre arroja a la papelera azul el último recuerdo.

           Podría ser una lágrima eso que se desliza en eslalon por las arrugas de su presente. La iluminación contrastada lleva a cierta confusión. Podría ser una lágrima, o quizá no. En todo caso, un imprevisto sin importancia, nada imposible de arreglar con un toque sutil de maquillaje. El hombre abandona el parque, remendado. Sigue el rodaje, cámaras. Sigue la farsa, acción.

viernes, 5 de abril de 2013

Trampas para perder



                                               A Nuria Lobo, entre resplandores de queimada

          Me gusta hacer trampas cuando juego. Trampas para perder. Esconder un as bajo los sueños, por ejemplo. O arrojar al olvido la mano ganadora. Me gusta hacer trampas para perder. Resulta tentador el gesto del vencedor cuando abandonas, la palmada condencesdiente por la espalda, el hilo de ternura destilado en la mirada triunfante de quien ignora el precio de su victoria... 
         Me gusta hacer trampas para perder. Es mi táctica preferida, y me va bien con ella, incluso he alcanzado un cierto prestigio en los casinos de las relaciones. No va más. Lo pone en la solapa del instructivo Manual sobre ludopatía de los sentimientos: En el azaroso juego de la vida, todo vale.                                         

jueves, 28 de marzo de 2013

Madre medio filósofa


               Murió, o eso creía, mientras escuchaba Eye in the sky. Durante el tránsito -por cierto, en AVE y con zumo de brick- recordó ese último detalle, un disco sonando en el vacío. ¿Qué pasa, después de todo, con las canciones que se quedan a medio escuchar, los libros a medio leer, los vasos a medio beber…?  ¿Quién desmiembra los abrazos a medio dar? ¿Dónde se almacenan los recuerdos a medio compartir?


           Demasiadas preguntas, resucitó antes de mediodía. Tenía aún muchos (medios) cabos por atar. Mientras escuchaba, todavía, el reclamo progresivo de Alan Parsons, entró su madre. Le recordó el tantas veces relegado propósito de recoger el cuarto. Siempre lo dejas todo a medias, sentenció, con un benevolente tono de reproche,  siempre a medias.

           Filosofía de madres. Lo saben todo, las tías.    

domingo, 24 de marzo de 2013

Sobre los Down, un tal Bach, y los poéticos ombligos


Texto desaparecido el pasado jueves de ese proscrito cajón de ausencias donde se desangra, sin pena ni gloria, mi heterónimo Gimeno Montes:


        Veintiuno de marzo. Poetas, poetastros y aprendices varios de ese llamado don, al parecer divino, no dejan de mirarse el ombligo durante toda esta jornada. Día Mundial de la Poesía, dicen. Y se lanzan a la calle -Amando García Nuño entre ellos-, anegan las redes, declaman sin compasión alguna hacia el resto de los mortales, que nada entienden, ni falta que los hace, de metáforas. Pueblan internet de versos naufragados,  invaden, con sus voces engoladas, salas de recitales y estrados literarios, dedican poemarios como quien firma cláusulas hipotecarias sobre su conexión con lo innombrable.

   Ignoran, por supuesto, tan autocomplacidos ellos, que hoy también podría ser -es, de hecho- el Día Mundial del Síndrome de Down, lo cual debería ocuparnos, y preocuparnos, más que seguir inundando de torpes ripios y metáforas vacías las castigadas páginas en blanco. Me cuelo en el rincón más íntimo del desnortado Amando para saludar a Jesús (el  chico de la foto), a Teresita, a Pepe Varona, sus amigos de la Fundación Betesda. Ellos sí son poesía, este día, y todos.

           No ignorarán los poetas, -o quizá sí, ellos se permiten todo tipo de ignorancia- que también ese día es el Aniversario del nacimiento de Bach, un 21 de marzo (mutación de calendarios por medio) de 1685, apenas un mes después de que naciera otro desarrapado, un tal  Haendel. Este mordaz heterónimo se vuelve por un momento generoso, y os obsequia el portentoso aria de la Cantata 182, titulado Leget euch dem heiland unter. Incluso Amando García Nuño, que pertenece al género de los poetas pretenciosos y presuntamente geniales, oirá este verso musicado por los dioses, y confesará que cambia las inútiles toneladas de sus palabras por una sola de estas notas. Pinchad y escuchad, no vale otra cosa. Hoy, DOWN y BACH, se puede elegir la solidaridad, la belleza. Dejemos los poéticos ombligos para otro día. 


                               

miércoles, 20 de marzo de 2013

Besar la vida entre los soportales, premio en Frías


Voy a creer, porque el recuerdo es largo,
que habitas tu pasado de muñecas,
aquella desazón de unos susurros
de infancia tableada, y de pupitres…,
voy a creer que no tiñen tus ojos
la soledad de vidas compartidas,
que planchas desazones
los lunes por la tarde, mientras borras
niñas trenzando un mundo en las baldosas,





voy a creer, porque el futuro es corto
que nunca poblarás tus soledades,
la rutina mellada de esos días,
un marido, dos hijos, mil ausencias,
y la certeza de que vivir es falso,


voy a creer que es tiempo todavía
de salir al mercado de los sueños,
que te pondrás mañana los tacones,
esbozando de anhelos tus pestañas,
y saldrás a la acera,
                                por si acaso
tu perfil de mujer retando al tiempo
                besa la vida entre los soportales.


Tercer Premio X Certamen Ciudad de Frías, Marzo 2013

sábado, 16 de marzo de 2013

Paisaje sin hombres


             Papá, ¿en estos cuadros no salen personas? La niña, calculo, puede tener alrededor de diez años. Arrastra su defraudada curiosidad por la exposición Impresionismo y aire libre, Museo Thyssen, Madrid. Telón de fondo con gestos admirados y quintales métricos de québonitos entre los bañistas de esta Costa Impresionista en que se ha convertido el eje Prado-Recoletos. La niña sigue buscando rostros humanos. En vano, claro está.

          Extraviado entre nenúfares y alamedas al ocaso, la observo de reojo, sus deportivas levemente raídas a la altura del talón, sus ojos vivaces anhelando ese perfil de seres humanos. Recuerdo el poema de Alberti, musicado hace años por Aguaviva. Racimos de turistas  en torno a guías abúlicos van tomando la sala, seducidos por el reclamo de prados y estanques. Se interponen con descaro entre la naturaleza, presuntamente viva, y mis ojos atónitos, cada vez más muertos. Gentío, hoy toca cultura. ¿Pero, dónde los hombres?  Titubeo, enceguecido al pronto, incapaz de descubrirlos.
          Desaparecen, la niña y su pregunta sin responder. ¡Ah, éste sí es maravilloso, qué preciosas tonalidades verdes!, comenta un bolso acompañado de señora, justo delante de mí. Quizá la pincelada, intuyo, ha usurpado el hueco de la piel, quizá el paisaje ha desterrado a sus habitantes, hasta convertirse en un muestrario de colorines en busca de aplauso. Entre Monet y Manet, mucho más que una vocal de diferencia. Me pierdo en el agujero verde de esas campiñas, en sus matices carentes de alma, dónde estará aquella niña... Québonitoooooo.
         Ad-miran, y cuando admiran parece que están solos. A-sienten, y cuando asienten, parece que están solos. Con aspecto de hombre viven, o eso parece. ¿Pero dónde los hombres?

Enlace al tema de Aguaviva, Poetas andaluces de ahora:
http://www.youtube.com/watch?v=CoADWowiOyg

martes, 12 de marzo de 2013

ABIERTO 24 HORAS

                                         A Mer, siempre tan generosa, que me regaló la idea

             Mi barrio anda mal de bares. Por suerte, la cafetería del tanatorio abre 24 horas. Cada noche, cuando acecha ese vacío de cierres metálicos, peregrinan hasta allí parroquianos algo serios, vestidos con traje oscuro, como de domingo. En sus blancas sillas de peuvecé, beben chupitos y corean canciones de juventud, para ser conductor de primeraaaaaaa…. Aceleran, también ellos, no les queda ya otro remedio.



            Antes de la alborada, pago la cuenta y los acompaño, de vuelta por los pasillos desolados. Quedan en sus lechos, durmiendo la mona, tan ausentes de todo, borrachos de nostalgia y orujo. Para mí, es hora de empezar a currar. Cuando paso otra vez frente a la cafetería, empiezan a llegar los primeros familiares, aroma a gel de hipermercado y un brillo de herencia en sus miradas. No me interesan hoy, paso de largo hacia la calle, hacia la vida.
             Sobre el mostrador de algún bareto recién abierto, planifico mi agenda, soy una comercial concienzuda. Es curioso, medito mientras mastico un cruasán plastificado, es curioso, a estas alturas, la mayor parte de mis próximos clientes de francachela nocturna, beben café con leche y se sienten inmortales.


viernes, 8 de marzo de 2013

Repíteme otra vez, premio en Arahal

            Aún resistiéndome al significado de tener que marcar un día en reivindicación de la dignidad de la mujer, como si el resto del año se nos olvidase, toda esa parafernalia me lleva a recibir hoy por la tarde el Premio de Poesía Villa de Arahal, con el poemario Lo dicen las portadas de las revistas, del cual adjunto el texto Repíteme otra vez. El final -no puede, no debe ser de otra forma- tiene un tono esperanzador, donde la opresión no alcanza, y los oídos ironizan sobre la libertad. Algún año no será necesaria la marca en el calendario. Mientras tanto, va por ellas, por vosotras, y por las que se dejaron la vida en el empeño.

Repíteme otra vez cuánto me quieres
mientras plancho la ropa
como quien plancha sueños enterrados, 

repíteme otra vez
que estaremos unidos para siempre
excepto, por supuesto, los domingos
de fútbol en la tele
y ausencias derramadas en la cama, 

cuéntame que trabajas día y noche
para que nada falte en los estantes
salvo en todo caso, algunos sentimientos
carentes de importancia,
o esa caricia en el alma herrumbrosa, 

repíteme, otra vez, o no podría
soportar la hiel del desayuno,
lo bien que me quedan los cruasanes
que en el horno tuesto a fuego lento
junto a mis ilusiones medio crudas,
mientras duermes arrullado en la rutina, 

háblame sin parar de mis desvelos,
de cómo te cuidaré si caes enfermo,
repíteme, mientras vomito hastío,
que una familia así, comodiosmanda,
es el cimiento del amor, y punto,
mientras, un poco más adentro,
la soledad me resquebraja lentamente, 

dime que soy persona
porque lo soy en ti, me gusta mucho,
repíteme, otra vez, cuánto me quieres…, 

lo echo en falta ahora especialmente,
cuando por el camino de silencio
que de tu voz me aleja, y de tu amparo,
su eco se ha perdido, y no me alcanza.

lunes, 4 de marzo de 2013

Morir una mañana así


Retornó al cuarto donde le soñaba,
quién podía morir una mañana así,
tan temprano
y con Purcell sonando en el pasillo,
rasgó la última llama en el mechero
donde encendía ayeres,
                                      e hizo arder
sin tristeza, los ajados restos
de aquellos viejos diarios, y las cartas ,
promesas, claro está, de amor eterno, 




quemó también,
al tibio sol que velaba su impostura,
la palabra empeñada,
                                   complacida, acaso,
de ver su juramento hecho cenizas, 

quién podía morir una mañana así,
                                                       pensó
mientras bajaba en ascensor hacia el olvido,
tan temprano
y con Purcell sonando en el pasillo.

                  Premio Rodrigo Manrique, en Siles (Jaén). Agosto 2010

  Seleccion de Dido y Eneas, con la Royal Opera House, y Sarah Conolly:

https://www.youtube.com/watch?v=p8Vkq5xKkHQ&list=PLF6FAB95E05A5420F

viernes, 1 de marzo de 2013

PEREGRINAJE


              Levántate y anda, le dijo aquel visionario de barba enredada y ojos anunciando divinidad. Lázaro, harto de mentiras sobre la vida y la muerte, se puso a caminar. A media tarde, estaba ya lejos de todo, del pueblo tapizado de adobes, de los ajados huertos, de sus hermanas confusas.  Incluso, de sí mismo.
          Echó la vista atrás. De buena gana le hubiera dado las gracias a aquel tipo estrafalario. Pero no había retrovisor desde la memoria polvorienta. Además, el barbado dios, aprendiz a la fuerza de lo humano, estaba pasando la reválida colgado de un madero. Suele ocurrir, cuando se recomienda caminar a la hora de la siesta, antes que amodorrarse en el sillón de orejas.
         Bebió  un sorbo de la cantimplora, y miró hacia el horizonte incierto. Había pasado ya el tiempo gris de los de sudarios, y nadie lo conocía por estas tierras. Peregrino, al fin. Se desperezó, hacía tiempo que no se sentía tan liviano. Se levantó y siguió andando.

lunes, 25 de febrero de 2013

Panadería Ramírez, poema en el horno


              Frontera portuguesa, tierras de Alcántara. El poeta recibe otro premio. Más de lo mismo, lo contará otro día. La ermita de Santa Ana, a rebosar de gente, muchos escuchan en pie la lectura. Emotivo, pero. Alcalde, concejales, jurados, restantes premiados. Valioso esfuerzo por la cultura en tiempos grises, se agradece. Laureles, aplausos, trofeos, pequeñas glorias, fanfarrias destinadas al olvido.
          Esa noche, en su cama cortijera, el poeta siente un extraño resquemor, el hálito de lo incompleto. Si la felicidad fuese un soneto, faltaría la rima perfecta. No es él, aún no es él, diría Humet si viviera. Ladra un cachorro negro sobre las vanidades.
          Ciervos, dehesas, promesa de sol la mañana siguiente. De pronto, el instante. De camino al tren, el bueno de Antonio (Finca La Tora, S. Vicente de Alcántara,) se detiene a comprar pan en el milagro de Ramírez. La nave tiene hornos cálidos y aroma de hogazas. Emilio, el patriarca, la enseña con justificado orgullo. Acaba la visita junto a una mesa, puñado de amigos tomando el aperitivo. Comparten bolla –sublime hornazo alcantareño- torreznos, vino de la tierra, con el poeta. Cambian, a este hombre reencontrado, su texto ya caduco por un pan candeal aún caliente.
           La pieza que completa el puzle de la vida. El verso con la métrica de lo imposible. El momento para la magia, para la gloria recibida de quienes todo lo entregan, de quienes te abren su corazón y lo rellenan de embutido. Del otro premio, del formal, ya hablará otro día. Ahora se queda con la memoria de esa bolla y el cariño de estas gentes. Junto a una mesa, unos amigos. Panadería Ramírez, poema en el horno.

viernes, 22 de febrero de 2013

Recordatorio



Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son (Lincoln)                                                                                    
                                                         
                   Ya todos somos iguales, dijo alguno
desde el nicho de la fila once
al cuerpo cuatro sepultado en tierra,
era lo que querías, según creo… 

Éste movió en silencio su osamenta
cambiando de postura, no lo creas,
yo aún tengo un hueco por los corazones,
y a ti te han sucedido en los despachos
donde se mata gente a plazo fijo, 

no lo creas, repitió, en mi caso hay alguien
que aún me lee poemas de algún tiempo
rescatado al recuerdo, en mi caso
hay alguien todavía,
                                  pero a ti
ya te habrán anulado los decretos,
tapizado el sillón y sepultado
bajo olvidos de flores tu memoria,
ésa que siempre solías maquillar
porque no conjuntaba con la vida.
Incluido en el poemario Tiempo de fingirse parecidos. Premio del Certamen de Poesía Social Julia Guerra, Algeciras.
Imagen, Cementerio en Montmartre, de Rusiñol

martes, 19 de febrero de 2013

Andalucía de premios

 
        De vuelta a casa tras un largo fin de semana de certámenes literarios por Andalucía. El viernes, en la portuaria y fronteriza ciudad de Algeciras, los miembros del Ateneo Republicano me premiaron en el Certamen de Poesía Social Julia Guerra, por el poema Tiempo de fingirse parecidos.

          El día siguiente, oséase el sábado 16, retorné, aunque posiblemente nunca me había ido del todo, a la sevillana villa de Paradas, en Sevilla. Allí recibí el Primer Premio de su XVII Concurso de Declaraciones de Amor. Prosa y verso fundidos y confundidos, dejo unas líneas:

            .

Es mentira que te amara, bien lo sabes,
mentira
como el bosom de Higgs
o aquellas tardes en el jardín umbrío,
pero qué sabíamos nosotros
de carbono catorce y soledades


jueves, 14 de febrero de 2013

Amor en tiempos de wasap


Se enamoraba de las hojas de excel,
del carmín olvidado
en huesos de cereza, de las marcas
tatuadas por los labios temblorosos
en la esquina norte de los vasos,
y de las alcayatas que acunaban cuadros, 

aquella mujer
                      se enamoraba a menudo
de esa lágrima de vino
resbalando hacia el borde de la copa,
de esa espiga en el rincón umbrío
que semeja un alma en desbandada,
de algún reloj parado
a la una menos veinte, y de los mapas
en rancias ediciones
sin curvas autovías al destino, 

era su manera de intuir, acaso,
el vaiven del amor en estos tiempos,
tiempos de aristas
donde cupido besa por wasap

domingo, 10 de febrero de 2013

Bromistas con hogaza al fondo


                    De pequeño, me gustaba morirme los sábados por la tarde. Justo un momento antes de que llegara El Sierra, un panadero que acercaba al pueblo la semanal provisión de hogazas y tortas sobadas con aroma de anís. La elección de aquel horario tenía la ventaja de que todo el pueblo, reunido en espera del pan y los bollos, se enteraba en escasos minutos de mi precoz fallecimiento. Daba gloria oír, con los ojos cerrados y el cuerpo extendido, los pésames de dolor que toda la vecindad del pueblo derramaba sobre los cómplices oídos de mi abuela Clementa.
                              Desde entonces, me he muerto en martes, en viernes, incluso algún mediodía de domingo. Cuando hay puente, permanezco vivo hasta el día del retorno al curro, paradojas del destino. Por lo demás, todo ha cambiado con el paso del tiempo. Ahora sólo como biscotes integrales y recibo pésames de tertulianos cada vez que enciendo el televisor.
               Ya no gasto bromas, como entonces. Me asusta que al Sierra y a mi abuela Clementa no les haga gracia, y vuelvan de improviso. Además, tengo hijos pequeños y sé muy bien que con el pan de los niños no se juega.

sábado, 9 de febrero de 2013

Disfrazado


               Sábado de Carnaval. Alguien, tras la máscara, pregunta por ti. 



  Abrirás la puerta 
                              y no me reconocerás
  aun sabiendo que vendría a visitarte,
  pero me mirarás con simpatía,
  me dejarás entrar, sentarme en mi sofá,
  mirar al otro lado de la tele,
                                              este disfraz
  de sueño en bandolera
  resulta bien para empezar de nuevo,
  luego te perderás conmigo, al fin y al cabo
  hace una vida que nos ignoramos.

jueves, 7 de febrero de 2013

Olvido circunstancial


                                      A Juan, por la idea, y por su conocimiento...
                  De pronto, el hombre con traje a rayas recuerda. Ha dejado la llave del gas abierta, y una vida sin vivir.  Frenazo, giro de ciento ochenta grados, retorno fugaz a lo que pudo ser…

                 Ahora sí, de nuevo al volante, y con la llave del gas convenientemente cerrada, el hombre con traje a rayas se aleja para siempre. Y ya no recuerda nada.