jueves, 28 de marzo de 2013

Madre medio filósofa


               Murió, o eso creía, mientras escuchaba Eye in the sky. Durante el tránsito -por cierto, en AVE y con zumo de brick- recordó ese último detalle, un disco sonando en el vacío. ¿Qué pasa, después de todo, con las canciones que se quedan a medio escuchar, los libros a medio leer, los vasos a medio beber…?  ¿Quién desmiembra los abrazos a medio dar? ¿Dónde se almacenan los recuerdos a medio compartir?


           Demasiadas preguntas, resucitó antes de mediodía. Tenía aún muchos (medios) cabos por atar. Mientras escuchaba, todavía, el reclamo progresivo de Alan Parsons, entró su madre. Le recordó el tantas veces relegado propósito de recoger el cuarto. Siempre lo dejas todo a medias, sentenció, con un benevolente tono de reproche,  siempre a medias.

           Filosofía de madres. Lo saben todo, las tías.    

domingo, 24 de marzo de 2013

Sobre los Down, un tal Bach, y los poéticos ombligos


Texto desaparecido el pasado jueves de ese proscrito cajón de ausencias donde se desangra, sin pena ni gloria, mi heterónimo Gimeno Montes:


        Veintiuno de marzo. Poetas, poetastros y aprendices varios de ese llamado don, al parecer divino, no dejan de mirarse el ombligo durante toda esta jornada. Día Mundial de la Poesía, dicen. Y se lanzan a la calle -Amando García Nuño entre ellos-, anegan las redes, declaman sin compasión alguna hacia el resto de los mortales, que nada entienden, ni falta que los hace, de metáforas. Pueblan internet de versos naufragados,  invaden, con sus voces engoladas, salas de recitales y estrados literarios, dedican poemarios como quien firma cláusulas hipotecarias sobre su conexión con lo innombrable.

   Ignoran, por supuesto, tan autocomplacidos ellos, que hoy también podría ser -es, de hecho- el Día Mundial del Síndrome de Down, lo cual debería ocuparnos, y preocuparnos, más que seguir inundando de torpes ripios y metáforas vacías las castigadas páginas en blanco. Me cuelo en el rincón más íntimo del desnortado Amando para saludar a Jesús (el  chico de la foto), a Teresita, a Pepe Varona, sus amigos de la Fundación Betesda. Ellos sí son poesía, este día, y todos.

           No ignorarán los poetas, -o quizá sí, ellos se permiten todo tipo de ignorancia- que también ese día es el Aniversario del nacimiento de Bach, un 21 de marzo (mutación de calendarios por medio) de 1685, apenas un mes después de que naciera otro desarrapado, un tal  Haendel. Este mordaz heterónimo se vuelve por un momento generoso, y os obsequia el portentoso aria de la Cantata 182, titulado Leget euch dem heiland unter. Incluso Amando García Nuño, que pertenece al género de los poetas pretenciosos y presuntamente geniales, oirá este verso musicado por los dioses, y confesará que cambia las inútiles toneladas de sus palabras por una sola de estas notas. Pinchad y escuchad, no vale otra cosa. Hoy, DOWN y BACH, se puede elegir la solidaridad, la belleza. Dejemos los poéticos ombligos para otro día. 


                               

miércoles, 20 de marzo de 2013

Besar la vida entre los soportales, premio en Frías


Voy a creer, porque el recuerdo es largo,
que habitas tu pasado de muñecas,
aquella desazón de unos susurros
de infancia tableada, y de pupitres…,
voy a creer que no tiñen tus ojos
la soledad de vidas compartidas,
que planchas desazones
los lunes por la tarde, mientras borras
niñas trenzando un mundo en las baldosas,





voy a creer, porque el futuro es corto
que nunca poblarás tus soledades,
la rutina mellada de esos días,
un marido, dos hijos, mil ausencias,
y la certeza de que vivir es falso,


voy a creer que es tiempo todavía
de salir al mercado de los sueños,
que te pondrás mañana los tacones,
esbozando de anhelos tus pestañas,
y saldrás a la acera,
                                por si acaso
tu perfil de mujer retando al tiempo
                besa la vida entre los soportales.


Tercer Premio X Certamen Ciudad de Frías, Marzo 2013

sábado, 16 de marzo de 2013

Paisaje sin hombres


             Papá, ¿en estos cuadros no salen personas? La niña, calculo, puede tener alrededor de diez años. Arrastra su defraudada curiosidad por la exposición Impresionismo y aire libre, Museo Thyssen, Madrid. Telón de fondo con gestos admirados y quintales métricos de québonitos entre los bañistas de esta Costa Impresionista en que se ha convertido el eje Prado-Recoletos. La niña sigue buscando rostros humanos. En vano, claro está.

          Extraviado entre nenúfares y alamedas al ocaso, la observo de reojo, sus deportivas levemente raídas a la altura del talón, sus ojos vivaces anhelando ese perfil de seres humanos. Recuerdo el poema de Alberti, musicado hace años por Aguaviva. Racimos de turistas  en torno a guías abúlicos van tomando la sala, seducidos por el reclamo de prados y estanques. Se interponen con descaro entre la naturaleza, presuntamente viva, y mis ojos atónitos, cada vez más muertos. Gentío, hoy toca cultura. ¿Pero, dónde los hombres?  Titubeo, enceguecido al pronto, incapaz de descubrirlos.
          Desaparecen, la niña y su pregunta sin responder. ¡Ah, éste sí es maravilloso, qué preciosas tonalidades verdes!, comenta un bolso acompañado de señora, justo delante de mí. Quizá la pincelada, intuyo, ha usurpado el hueco de la piel, quizá el paisaje ha desterrado a sus habitantes, hasta convertirse en un muestrario de colorines en busca de aplauso. Entre Monet y Manet, mucho más que una vocal de diferencia. Me pierdo en el agujero verde de esas campiñas, en sus matices carentes de alma, dónde estará aquella niña... Québonitoooooo.
         Ad-miran, y cuando admiran parece que están solos. A-sienten, y cuando asienten, parece que están solos. Con aspecto de hombre viven, o eso parece. ¿Pero dónde los hombres?

Enlace al tema de Aguaviva, Poetas andaluces de ahora:
http://www.youtube.com/watch?v=CoADWowiOyg

martes, 12 de marzo de 2013

ABIERTO 24 HORAS

                                         A Mer, siempre tan generosa, que me regaló la idea

             Mi barrio anda mal de bares. Por suerte, la cafetería del tanatorio abre 24 horas. Cada noche, cuando acecha ese vacío de cierres metálicos, peregrinan hasta allí parroquianos algo serios, vestidos con traje oscuro, como de domingo. En sus blancas sillas de peuvecé, beben chupitos y corean canciones de juventud, para ser conductor de primeraaaaaaa…. Aceleran, también ellos, no les queda ya otro remedio.



            Antes de la alborada, pago la cuenta y los acompaño, de vuelta por los pasillos desolados. Quedan en sus lechos, durmiendo la mona, tan ausentes de todo, borrachos de nostalgia y orujo. Para mí, es hora de empezar a currar. Cuando paso otra vez frente a la cafetería, empiezan a llegar los primeros familiares, aroma a gel de hipermercado y un brillo de herencia en sus miradas. No me interesan hoy, paso de largo hacia la calle, hacia la vida.
             Sobre el mostrador de algún bareto recién abierto, planifico mi agenda, soy una comercial concienzuda. Es curioso, medito mientras mastico un cruasán plastificado, es curioso, a estas alturas, la mayor parte de mis próximos clientes de francachela nocturna, beben café con leche y se sienten inmortales.


viernes, 8 de marzo de 2013

Repíteme otra vez, premio en Arahal

            Aún resistiéndome al significado de tener que marcar un día en reivindicación de la dignidad de la mujer, como si el resto del año se nos olvidase, toda esa parafernalia me lleva a recibir hoy por la tarde el Premio de Poesía Villa de Arahal, con el poemario Lo dicen las portadas de las revistas, del cual adjunto el texto Repíteme otra vez. El final -no puede, no debe ser de otra forma- tiene un tono esperanzador, donde la opresión no alcanza, y los oídos ironizan sobre la libertad. Algún año no será necesaria la marca en el calendario. Mientras tanto, va por ellas, por vosotras, y por las que se dejaron la vida en el empeño.

Repíteme otra vez cuánto me quieres
mientras plancho la ropa
como quien plancha sueños enterrados, 

repíteme otra vez
que estaremos unidos para siempre
excepto, por supuesto, los domingos
de fútbol en la tele
y ausencias derramadas en la cama, 

cuéntame que trabajas día y noche
para que nada falte en los estantes
salvo en todo caso, algunos sentimientos
carentes de importancia,
o esa caricia en el alma herrumbrosa, 

repíteme, otra vez, o no podría
soportar la hiel del desayuno,
lo bien que me quedan los cruasanes
que en el horno tuesto a fuego lento
junto a mis ilusiones medio crudas,
mientras duermes arrullado en la rutina, 

háblame sin parar de mis desvelos,
de cómo te cuidaré si caes enfermo,
repíteme, mientras vomito hastío,
que una familia así, comodiosmanda,
es el cimiento del amor, y punto,
mientras, un poco más adentro,
la soledad me resquebraja lentamente, 

dime que soy persona
porque lo soy en ti, me gusta mucho,
repíteme, otra vez, cuánto me quieres…, 

lo echo en falta ahora especialmente,
cuando por el camino de silencio
que de tu voz me aleja, y de tu amparo,
su eco se ha perdido, y no me alcanza.

lunes, 4 de marzo de 2013

Morir una mañana así


Retornó al cuarto donde le soñaba,
quién podía morir una mañana así,
tan temprano
y con Purcell sonando en el pasillo,
rasgó la última llama en el mechero
donde encendía ayeres,
                                      e hizo arder
sin tristeza, los ajados restos
de aquellos viejos diarios, y las cartas ,
promesas, claro está, de amor eterno, 




quemó también,
al tibio sol que velaba su impostura,
la palabra empeñada,
                                   complacida, acaso,
de ver su juramento hecho cenizas, 

quién podía morir una mañana así,
                                                       pensó
mientras bajaba en ascensor hacia el olvido,
tan temprano
y con Purcell sonando en el pasillo.

                  Premio Rodrigo Manrique, en Siles (Jaén). Agosto 2010

  Seleccion de Dido y Eneas, con la Royal Opera House, y Sarah Conolly:

https://www.youtube.com/watch?v=p8Vkq5xKkHQ&list=PLF6FAB95E05A5420F

viernes, 1 de marzo de 2013

PEREGRINAJE


              Levántate y anda, le dijo aquel visionario de barba enredada y ojos anunciando divinidad. Lázaro, harto de mentiras sobre la vida y la muerte, se puso a caminar. A media tarde, estaba ya lejos de todo, del pueblo tapizado de adobes, de los ajados huertos, de sus hermanas confusas.  Incluso, de sí mismo.
          Echó la vista atrás. De buena gana le hubiera dado las gracias a aquel tipo estrafalario. Pero no había retrovisor desde la memoria polvorienta. Además, el barbado dios, aprendiz a la fuerza de lo humano, estaba pasando la reválida colgado de un madero. Suele ocurrir, cuando se recomienda caminar a la hora de la siesta, antes que amodorrarse en el sillón de orejas.
         Bebió  un sorbo de la cantimplora, y miró hacia el horizonte incierto. Había pasado ya el tiempo gris de los de sudarios, y nadie lo conocía por estas tierras. Peregrino, al fin. Se desperezó, hacía tiempo que no se sentía tan liviano. Se levantó y siguió andando.

lunes, 25 de febrero de 2013

Panadería Ramírez, poema en el horno


              Frontera portuguesa, tierras de Alcántara. El poeta recibe otro premio. Más de lo mismo, lo contará otro día. La ermita de Santa Ana, a rebosar de gente, muchos escuchan en pie la lectura. Emotivo, pero. Alcalde, concejales, jurados, restantes premiados. Valioso esfuerzo por la cultura en tiempos grises, se agradece. Laureles, aplausos, trofeos, pequeñas glorias, fanfarrias destinadas al olvido.
          Esa noche, en su cama cortijera, el poeta siente un extraño resquemor, el hálito de lo incompleto. Si la felicidad fuese un soneto, faltaría la rima perfecta. No es él, aún no es él, diría Humet si viviera. Ladra un cachorro negro sobre las vanidades.
          Ciervos, dehesas, promesa de sol la mañana siguiente. De pronto, el instante. De camino al tren, el bueno de Antonio (Finca La Tora, S. Vicente de Alcántara,) se detiene a comprar pan en el milagro de Ramírez. La nave tiene hornos cálidos y aroma de hogazas. Emilio, el patriarca, la enseña con justificado orgullo. Acaba la visita junto a una mesa, puñado de amigos tomando el aperitivo. Comparten bolla –sublime hornazo alcantareño- torreznos, vino de la tierra, con el poeta. Cambian, a este hombre reencontrado, su texto ya caduco por un pan candeal aún caliente.
           La pieza que completa el puzle de la vida. El verso con la métrica de lo imposible. El momento para la magia, para la gloria recibida de quienes todo lo entregan, de quienes te abren su corazón y lo rellenan de embutido. Del otro premio, del formal, ya hablará otro día. Ahora se queda con la memoria de esa bolla y el cariño de estas gentes. Junto a una mesa, unos amigos. Panadería Ramírez, poema en el horno.

viernes, 22 de febrero de 2013

Recordatorio



Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son (Lincoln)                                                                                    
                                                         
                   Ya todos somos iguales, dijo alguno
desde el nicho de la fila once
al cuerpo cuatro sepultado en tierra,
era lo que querías, según creo… 

Éste movió en silencio su osamenta
cambiando de postura, no lo creas,
yo aún tengo un hueco por los corazones,
y a ti te han sucedido en los despachos
donde se mata gente a plazo fijo, 

no lo creas, repitió, en mi caso hay alguien
que aún me lee poemas de algún tiempo
rescatado al recuerdo, en mi caso
hay alguien todavía,
                                  pero a ti
ya te habrán anulado los decretos,
tapizado el sillón y sepultado
bajo olvidos de flores tu memoria,
ésa que siempre solías maquillar
porque no conjuntaba con la vida.
Incluido en el poemario Tiempo de fingirse parecidos. Premio del Certamen de Poesía Social Julia Guerra, Algeciras.
Imagen, Cementerio en Montmartre, de Rusiñol

martes, 19 de febrero de 2013

Andalucía de premios

 
        De vuelta a casa tras un largo fin de semana de certámenes literarios por Andalucía. El viernes, en la portuaria y fronteriza ciudad de Algeciras, los miembros del Ateneo Republicano me premiaron en el Certamen de Poesía Social Julia Guerra, por el poema Tiempo de fingirse parecidos.

          El día siguiente, oséase el sábado 16, retorné, aunque posiblemente nunca me había ido del todo, a la sevillana villa de Paradas, en Sevilla. Allí recibí el Primer Premio de su XVII Concurso de Declaraciones de Amor. Prosa y verso fundidos y confundidos, dejo unas líneas:

            .

Es mentira que te amara, bien lo sabes,
mentira
como el bosom de Higgs
o aquellas tardes en el jardín umbrío,
pero qué sabíamos nosotros
de carbono catorce y soledades


jueves, 14 de febrero de 2013

Amor en tiempos de wasap


Se enamoraba de las hojas de excel,
del carmín olvidado
en huesos de cereza, de las marcas
tatuadas por los labios temblorosos
en la esquina norte de los vasos,
y de las alcayatas que acunaban cuadros, 

aquella mujer
                      se enamoraba a menudo
de esa lágrima de vino
resbalando hacia el borde de la copa,
de esa espiga en el rincón umbrío
que semeja un alma en desbandada,
de algún reloj parado
a la una menos veinte, y de los mapas
en rancias ediciones
sin curvas autovías al destino, 

era su manera de intuir, acaso,
el vaiven del amor en estos tiempos,
tiempos de aristas
donde cupido besa por wasap

domingo, 10 de febrero de 2013

Bromistas con hogaza al fondo


                    De pequeño, me gustaba morirme los sábados por la tarde. Justo un momento antes de que llegara El Sierra, un panadero que acercaba al pueblo la semanal provisión de hogazas y tortas sobadas con aroma de anís. La elección de aquel horario tenía la ventaja de que todo el pueblo, reunido en espera del pan y los bollos, se enteraba en escasos minutos de mi precoz fallecimiento. Daba gloria oír, con los ojos cerrados y el cuerpo extendido, los pésames de dolor que toda la vecindad del pueblo derramaba sobre los cómplices oídos de mi abuela Clementa.
                              Desde entonces, me he muerto en martes, en viernes, incluso algún mediodía de domingo. Cuando hay puente, permanezco vivo hasta el día del retorno al curro, paradojas del destino. Por lo demás, todo ha cambiado con el paso del tiempo. Ahora sólo como biscotes integrales y recibo pésames de tertulianos cada vez que enciendo el televisor.
               Ya no gasto bromas, como entonces. Me asusta que al Sierra y a mi abuela Clementa no les haga gracia, y vuelvan de improviso. Además, tengo hijos pequeños y sé muy bien que con el pan de los niños no se juega.

sábado, 9 de febrero de 2013

Disfrazado


               Sábado de Carnaval. Alguien, tras la máscara, pregunta por ti. 



  Abrirás la puerta 
                              y no me reconocerás
  aun sabiendo que vendría a visitarte,
  pero me mirarás con simpatía,
  me dejarás entrar, sentarme en mi sofá,
  mirar al otro lado de la tele,
                                              este disfraz
  de sueño en bandolera
  resulta bien para empezar de nuevo,
  luego te perderás conmigo, al fin y al cabo
  hace una vida que nos ignoramos.

jueves, 7 de febrero de 2013

Olvido circunstancial


                                      A Juan, por la idea, y por su conocimiento...
                  De pronto, el hombre con traje a rayas recuerda. Ha dejado la llave del gas abierta, y una vida sin vivir.  Frenazo, giro de ciento ochenta grados, retorno fugaz a lo que pudo ser…

                 Ahora sí, de nuevo al volante, y con la llave del gas convenientemente cerrada, el hombre con traje a rayas se aleja para siempre. Y ya no recuerda nada.

martes, 5 de febrero de 2013

TENER Y SER , TIEMPO DE LLAMARADAS


              Exitosa. Así fue calificada la multitudinaria conferencia del afamado experto en terapias emocionales de mercadillo. Disertó, pontificó, divinizó acerca de la primacía del ser sobre el tener. Se lució especialmente al recalcar su metafórico concepto de llamarada, esa fugaz plasmación del alma por las hogueras del reconocimiento. Recibió parabienes, firmó ejemplares de su último manual de autoayuda, tanteó la gloria…
           Murió abrasado esa misma noche, en el incendio de su bloque de apartamentos. Desoyendo los consejos de los bomberos (seres incultos que no leían sus libros ni entendían de llamaradas), retornó al cuarto, para recuperar el ordenador. No podía salir de allí si no era abrazado a su vanidad, ese montón  de archivos pedeefe que le reclamaban su divina paternidad entre las llamas.
            Eso sí, al día siguiente, en la página de necrológicas, tuvo su segundo momento de gloria. Los críticos (seres supuestamente cultos que sí leían sus libros, y solían hurgar por los rescoldos) buscaron un heptasílabo poético para la luctuosa crónica. Exitosas cenizas, titularon.

viernes, 1 de febrero de 2013

Humedades, al fin y al cabo


              De vuelta a casa, le invadió un acre olor a humedad. Presintiendo el desastre, revisó techos, escudriñó rodapiés, olisqueó con pavor el fregadero. No encontró pistas hurtadas a la angustia, desconchones que perfilaran alguna velada amenaza. Buscó en las páginas amarillas teléfonos de fontanería urgente. En una de ellas, le prometieron una visita para esa misma tarde.

            Más tranquilo, se dirigíó al cuarto de baño. Le sacudió una soledad de estantes, un aviso de huellas circulares sobre las repisas de la ausencia. A caballo ya del escalofrío, miró receloso hacia el espejo azogado. Éste le devolvió la imagen lacerada de aquella ansiedad en barbecho, una certidumbre de abandonos escurriendo por los azulejos color crema.
           
             Llamó al fontanero y anuló la cita.

jueves, 31 de enero de 2013

Hospitalidad, tapa incluída


             Créanme, en mi barrio somos especialmente hospitalarios. Nos gusta recibir a los visitantes con los brazos abiertos, es una de nuestras señas de identidad. Otra, ahora lo recuerdo, es que el camión de la basura sólo recoge aquí residuos generados por los no residentes, por los foráneos. Nosotros no lo necesitamos, se diría que somos precursores del reciclaje humano.
              Tenemos, por otra parte, en el barrio, dos locales bien pintureros. Uno es la tienda de Don Baldomero, el vendedor de adioses, que tiene la costumbre de secar almas ajenas en unas cuerdas de nailon. Y sobre todo, el bar del Gorín, con su bien merecida fama de poner las mejores tapas del mundo. Son únicas, algunos dicen que arrastran un sabor a pasados perdidos, a sueños perdidos. A seres perdidos, en cualquier caso.
              Me gusta mi barrio, lo mantengo. Lo mantendré también esta tarde, cuando vengan a visitarme el casero y el oficial del juzgado, con la orden de desahucio. He avisado a algunos vecinos, no hay problema. Fieles a nuestra consabida hospitalidad, los recibiremos con los brazos abiertos. Por lo demás, el camión de la basura está preparado, y Don Baldomero ha empezado a tensar dos cuerdas nuevas para la colada.
              Mañana no me pierdo el aperitivo en el bar del Gorín. Sospecho que habrá tapa doble.

domingo, 27 de enero de 2013

Mecánico de ocasión


              No había remedio. A la vuelta de aquel viaje finsemanero, un biombo de silencio y desamor parecía haberse instalado allí mismo, entre los dos asientos delanteros, un biombo apenas vertebrado por la palanca de cambios. Ya no se trataba de nuestras miradas, sino de sus ojeras y mi rimel. Un instante después, el monovolumen se detuvo en seco, averiado (también, pensé) en mitad de una niebla desolada. Ramón salió al arcén, desesperado, buscando auxilio. Empezó a llamar por teléfono como un poseso.
           En algún momento, mientras se encontraba especialmente alejado (recalco lo de especialmente), apareció San Antonio. Me pidió disculpas, su trabajo en estos tiempos estaba lleno de riesgos, la estadística de fracasos le estaba generando un  larvado sentimiento de culpabilidad. Arregló el coche (era mucho más fácil que buscar novio, dijo) y  saludó con un gesto ambiguo cuando me vio partir al volante. Aún alcancé a ver su perfil dubitativo, apenas un borrón en la niebla, mientras yo iba dejando atrás, en segunda, aquel biombo, el último fracaso del santo, a Ramón tecleando su móvil…  Y casi todo mi pasado, pensé mientras abatía, para siempre, el retrovisor.

sábado, 26 de enero de 2013

El lugar donde vivimos. Robert Adams.

          Aquella infancia extraviada, la carretera secundaria donde el presente es una recta sin horizonte, el tronco segado a través de un bosque de sueños. Lugares perdidos en busca de una mirada sepia que los amnistíe.

         Cualquier aparcamiento con las rayas de la vida borradas en el suelo. El niño que éramos, por supuesto, visto de espaldas. El cuarto de estar del tedio, con sillones de escay y papel pintado en la retina, en la rutina. Lugares escarbados en los bajos de la memoria.   
      
          Ramas punteando parameras de olvido, colinas tras las que ha huido el horizonte, surtidores de gasoil y soledad. Lugares despojados de ternura, huérfanos del dramatismo de los cuentos que nunca escriben los vencidos.

          Lugares.  Sin buscarlos, los encontré, ayer, en el ojo ausente de esa cámara que retrata un devenir en blanco y negro. De ésa cámara que se deja seducir por las sombras y la desolación. Ese lugar, dijo el autor acerca de uno de sus personajes, ese lugar era él, desde el amor que le profesaba.

          Lo dijo por él mismo, por mi, por todos nosotros. Ese lugar somos todos y cada uno. El lugar donde vivimos.


       (El lugar donde vivimos. Robert Adams, fotografía. Museo Reina Sofía, Madrid 2013)
http://www.museoreinasofia.es/exposiciones/actuales/adams.html

jueves, 24 de enero de 2013

Del ocaso en los cafés


 
Se emborronan de ocaso las figuras
enmarcadas en la ansiedad del vidrio,
empieza a refrescar, y el camarero
intuye por oficio el desvarío
sobre la mesa seis,
                                  hay unas gotas
de alivio y ron en semejantes casos
que se mecen sobre la copa intacta, 

ella espera, como todos, un instante
oculto en la alacena del futuro,
quizá  pueda ser hoy, aún es martes
frente al escaparate de de los sueños.

                                            (Fragmento. Premio La lectora impaciente, Junio 2011)

martes, 22 de enero de 2013

Con red


              Era el único que mostraba interés por ella. Así que se enamoró de Facebook. Ante las burlas de sus nuevos amigos virtuales, pasaba el día intentando explicar a su amado cómo se sentía. Experimentó esa delictiva felicidad que hace a los enamorados recitar incesantemente la misma letanía, copiar y pegar el archivo donde se almacenan sus desvariados sentimientos.
         Repetir, copiar… Fue la primera fisura en su relación. Empezó a entristecerse cuando se dio cuenta de que su amante salmodiaba una y otra vez idéntico soniquete, como si no existiera otro horizonte para su amor. En vano intentó ampliar el abanico conversacional, aquellas tardes junto al muro. Publicó -para aquel dios en red- su desbordante pasión por los Oscar, sus conocimientos sobre filosofía post-existencial, o la mejor forma de saborear el cocido maragato. No resultó, él sólo parecía interesado en adivinar como se sentía aquella mujer cautiva. Vaya, cautiva.
          Lo peor fue descubrir que repetía a todas la misma pregunta. Y a todos, claro. Una tarde de ausencias, desengañada, dejó de frecuentarlo, renunció a aquella biografía compartida. Corolario evidente, obligada visita a un remendón de almas, medias suelas para los mocasines del amor.
          Al menos, tras su etapa de adicción sentimental, no había fronteras que cruzar. Suele ocurrir, una vez aprobada la selectividad del desamor. Ahora se comenta que ha empezado a coquetear con Twitter, que le resulta mucho más joven, más burbujeante. Y que –para calmar su fogoso deseo virtual- se acuesta con varios blogs todos los días. Para las caídas, está comprobado, es bueno tener red.

domingo, 20 de enero de 2013

Efervescencia cotidiana


          Ábrase la caja por la solapa y extráigase el prospecto, desplegando con cuidado las solemnes dobleces del papel. Búsquense las gafas de presbicia emocional para leer detenidamente la posología recomendada. Viértase agua del grifo o embotellada, en ningún caso el subversivo alcohol, hasta llenar aproximadamente medio vaso. Desléase -se permite un leve gesto de tristeza- el contenido del sobre en el líquido elegido, hasta que no forme grumos. No debe ser motivo de preocupación si se detecta a estas alturas un cierto temblor, una brizna de angustia efervescente.
           En ningún caso, durante el proceso, se debe ceder a la tentación de mirarse por dentro. Anularía los efectos del fármaco. Luego, mientras la desazón comienza su tarea, bébase la pócima a pequeños sorbos. El paracetato soluble de realidad cotidiana no suele presentar contraindicaciones. En todo caso, es preferible no mezclarlo con poesía o música barroca. Nuestros laboratorios lo han demostrado, produce el mismo efecto que escuchar informativos, pero ahorra tiempo y, sobre todo, se digiere mejor. Especialmente en esas horas arrugadas, cuando ya no queda  nada en qué creer y, por los desvanes vencidos de humedad, nos acechan los sueños oxidados.

sábado, 19 de enero de 2013

Por las veredas


 
Dijeron por la radio, o eso creo,
que brotan senderuelas en los sueños
alineados de todas las cunetas, 

eso dijeron por la radio,
                                       y yo,
que nunca escucho los informativos,
cogí aquella cesta donde están tus ojos,
traslúcidas esporas de un pasado
huido, busqué incluso
la navaja dulce de tus labios
donde entallar con mimo las quimeras, 

y salí, me fugué por las veredas,
furtivo entre los surcos de esa vida
empeñada en brotar a quemarropa.
 

 

jueves, 17 de enero de 2013

Prensa atrasada


             Tenía por costumbre leer el periódico atrasado que los camareros tiraban, al cerrar, en la puerta del restaurante. No importaba demasiado que las noticias fueran del día anterior. Al fin y al cabo, las novedades no eran sino clones impresos de las novedades de ayer, fotocopias en una vida ya contada en otro diario anterior … Lo leía sin convicción, con la desidia nocturna de quien nada espera.
             Hasta que una noche, en la página de esquelas, se enteró de su propia muerte. Por la de sucesos, supo que una cornisa desprendida lo había aplastado la noche anterior, mientras recogía el diario atrasado a la puerta de un restaurante. Por una vez, el periódico le pareció interesante. Tanto, que no vio como, sobre su cabeza, se desprendía la cornisa.

miércoles, 16 de enero de 2013

Cenicienta XXI



Qué consuelo leer
bajo el deshielo gris de la alborada,
el cuento áquel en que un zapato
ajusta en tantos pies como se sueñen, 


y que hay vida para los desahuciados
aunque suenen las doce,
                                       y la carroza
donde viaja el amor
se convierta en billete de autobús.
 

domingo, 13 de enero de 2013

Beso por ciento


            Mi primer amor se remonta a la época en que aprendíamos quebrados y porcentajes, tema que –por cierto- se me daba de maravilla. Ambos lo teníamos organizado de forma equitativa, yo la amaba con locura y ella se dejaba ayudar con las fracciones. Como muestra de gratitud, tras copiarme íntegro el exámen de cuarto, una tarde aceptó mi amor.
-Mi vida, eres mi vida, mi vida entera. Toda mi vida -subrayó, obsesiva.
                   Y rozó levemente mi mejilla con sus labios de suntuosa carnosidad. Mientras volvía a casa, minutos más tarde, empecé a calcular, creo que ya he citado mi afición por los porcentajes. Convertirme en “toda” su vida me agobiaba. Si se hubiese conformado con la tercera parte o con un cuarenta por ciento, como máximo, hubiera valido. Pero el cien por cien de una vida era demasiado. Todo dividido entre todo, la unidad absoluta. Y eso, debo confesarlo, me parecía demasiada unidad. Mientras cogía el ascensor hacia el piso interior donde dormitaban mis viejos, tomé la decisión.
               Han pasado treinta y dos años y no la he vuelto a ver. Tampoco me arrepiento, pero a veces, en las tardes nubladas, me retorna el leve roce de sus labios suntuosamente carnosos sobre mi mejilla. No sé si es exactamente eso, o algo parecido, pero me gusta mucho. Bueno, ustedes ya me van conociendo, toda esa pasión matemática... Me gusta exactamente un sesenta y tres por ciento de mucho.