Probad a
deleitaros con la sexta de Beethowen sin haber cenado
(Raimon, entre mecheros, en los años 60)

Tuvieron que marcharse, no había
nadie esperándolos. En el local contiguo, a reventar de indigentes, los
voluntarios del banco de alimentos repartían cocido ese mismo día. Donde va a parar, colega, menuda diferencia,
decía un harapiento exvendedor de pisos a su desheredado compañero, mientras le
veía caer –con envidioso sentimiento, eso sí- un hilillo de grasa de chorizo
por la comisura de los labios.